Ignacio Mier Velazco tiene un pequeño problema. Pequeñito. Así, ligerito, tantito, pues… es el brazo derecho de un cadáver político llamado Adán Augusto López Hernández. Y como dice el clásico jurídico: lo accesorio sigue la suerte del principal.
Veamos la fórmula: si “A” es un cadáver político, entonces “N” también lo es. No es que N sea el cadáver y, por lo tanto, A lo sea; no. Primero va el uno y luego el otro. Uno y después el dos, aunque —como diría el filósofo de Güémez— en el 21 el dos se chingó al uno… pero no es el caso.
Dejemos a un lado esa vieja creencia de que en política “no hay muertos”. Sí, sí, sí… pero al menos en la política poblana, los difuntos siempre regresan de sus tumbas. Aquí abundan los zombis: es como Zombieland, pero región 4. La vida política en Puebla no vale nada —como en León, Guanajuato—, pero tiene un precio fijo: seis años. Y cada seis años, los muertos resurgen.
Perdón por la acotación. Regresemos al senador Mier. Decíamos que es un cadáver político, como su jefe Adán Augusto López. Hace poco más de un mes, durante su informe legislativo, a Nacho se le ocurrió la “brillante” idea (metafóricamente hablando) de sacar una pala y echarse la última palada de tierra encima. Invitó como “padrino” del evento al supuesto líder de La Barredora, para que lo destapara rumbo al 2030. En ese instante cavó su propia tumba, se metió al ataúd y selló la tapa con entusiasmo.
Nacho Mier ya era un paria desde que no logró la candidatura de Morena en 2023. Y como buen paria, nunca dejó de mandar mensajes negativos a sus antiguos adversarios. Se entiende: el derecho de pataleo dura quince minutos; después es berrinche. Si persiste, ya amerita atención especializada.
Todo esto viene a cuento porque, en los últimos días, el poder político en Puebla ya identificó a Mier como un personaje que busca meter cizaña entre la clase gobernante. Y como todo cadáver político, empieza a descomponerse… y a oler mal.
Su apuesta, ahora, es regresar de la ultratumba. Desde hace meses intenta posicionarse como el heredero político de Adán Augusto. Pero, ¿cómo asumir ese papel si su jefe apesta —políticamente hablando— en todos los frentes?
Si “A” apesta, entonces “N” también.
Lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Hoy Nacho Mier está muy lejos de cualquier posibilidad real de lograr la candidatura de Morena. Es como aquel meme de Juan Gabriel: recargado en una palmera, mirando desde lo lejos cómo los demás siguen bailando. Así está él, viendo pasar la política poblana, sin darse cuenta de que ese baile ya terminó.

