Qué difícil la tienen los priistas poblanos. Son como los muertos: todo mundo sabe que lo están, excepto ellos. Son espectros que levitan en sus oficinas de la Diagonal y en la vieja casona de la 5 Poniente; no caminan, se arrastran con cadenas de rencores, envidias y malos tratos.
Ayer, gracias a la astucia y la lente de Pepe Castañares, vimos la foto de Enrique Doger y Jorge Estefan Chidiac sentados en un restaurante en la víspera de la publicación de la convocatoria de candidatos a la gubernatura. Las caras de ambos no mostraban felicidad o complicidad y mucho menos se notaba una sonrisa falsa. De hecho, la mano de Estefan señalando al ex delegado del IMSS parece más bien un reclamo.
¿Qué le decía? Solo ambos lo saben. Quizá uno le reclamaba a otro algo que tiene que ver con posibles temas de espionaje telefónico. Quizá, no nos consta. Quizá el otro le respondía que él no tenía nada que ver con esos medios. Lo cierto es que ambos se veían exaltados.
Después ya vino la fotografía fingida para redes sociales, en donde se estrechan la mano y posan sonrientes y ponen que “el tema de la unidad y bla, bla, bla”… pero eso no se los cree ni José Antonio Meade.
En estos momentos, ser candidato del PRI a la gubernatura es como la tortilla de hasta arriba: todos la manosean pero al final nadie quiere con ella. Los priistas viven sus peores momentos. Un candidato a la presidencia débil, sin discurso ni estrategia no conecta, quién sabe para quién habla, balbucea, no tiene metas y objetivos trazados, se tropieza, está desquiciado.
Es el favorito de los panistas, incluso, pero hasta ellos lo ven con lástima, resignándose quizá a darle un voto al nuevo niño huichol (Ricardo Anaya). Quizá, no nos consta tampoco.
La imagen presidencial está sucia. El partidazo, la “familiona revolucionaria” ‑como la llamaría Jorge Ibargüengoitia en su libro Instrucciones para vivir en México– está desgastada. En Puebla muchos de sus adeptos solo escriben “ajos y cebollas” en las redes sociales, se quejan de Moreno Valle y hacen memes y piensan que con eso ganarán las elecciones, pero nada más. No pasa de gritos y dos que tres sombrerazos.
Sus periodistas a modo patalean y gritan porque no les gustó que Moreno Valle se sentara con Ricardo Anaya. Bufan porque aún están sentados esperando los tambores de guerra que nunca llegaron y que nunca llegarán.
Los priistas juegan a perder y en algunos casos solo a quedarse con las carretonadas millonarias que envíen de Los Pinos para medios de comunicación, para la operación política, para Antorcha Campesina, para el Sindicato de Payasitos, para los de La Margarita, para la estructura en las casillas.
La jugada maestra de comprar a Eduardo Rivera en perjuicio de Morena y Fernando Manzanilla quienes lo andaban calentando, hundió más al PRI.
Solo Enrique Doger, que le encanta provocar a los yunques y sobre todo confrontar a Rivera, podría dar batalla si es que termina como aspirante a alcalde. Estaría bueno un debate de ex alcaldes, por cierto, ¡se darían hasta con la bacinica!
En algunos casos apuestan a que Doger pueda ganar la primera regiduría por la conocida relación que mantiene con Rafael Moreno Valle desde el 2010 y sólo así eliminarlo de la contienda en el 2024.
No obstante, existe un problema: el morenogalicismo tiene prioridades: la primera es ganar la gubernatura con su abanderada Martha Erika Alonso Hidalgo. Aunado a ello, el triunfo apabullante de Tony Gali López como primera fórmula al Senado.
La segunda y no menos importante: mantener la mayoría del Congreso del estado para así asegurar que todos estén tranquilos y en paz.
La tercera: ganar el municipio de Puebla para no poner en riesgo las diputaciones locales. No se entendería muy bien el voto diferenciado.
Lo demás, es decir, los 216 municipios al interior del estado, es lo de menos. ¿Las diputaciones federales?, pues mientras no se pierdan tantas, no pasa nada. Si deben perder San Andrés Cholula por primera vez, debido a que son muy fuertes las divisiones entre los grupos de esa zona, no importa. Paisano se ha encargado de dividir a los sanandreseños y ya tienen a la dirigencia estatal hasta la madre, según dicen.
Si se pierde Tehuacán o Izúcar de Matamoros, bueno, al final los alcaldes saben que si quieren sobrevivir tienen que alinearse al gobernador(a) porque es quien baja los recursos.
¿Qué juega a favor del PRI? Solo que Eduardo Rivera no incumpla los acuerdos y comience a disparar como escopeta vieja acusando y señalando que fue perseguido por Moreno Valle. Ese sería su acabose. Si Eduardo Rivera no entiende que le acaban de quitar la soga del cuello, está muerto.
Lalo, al final de cuentas, se vendió a los que acusó de enemigos y ahora no puede ser desleal. De su disciplina depende que gane la alcaldía poblana.
El PRI poblano, en estos tiempos, está peor que antes: sin recursos, con desconfianza entre ellos, con miedo a que quien quede incumpla acuerdos como ha ocurrido en el pasado.
Alguien deberá bajar la cortina.
Para poder ganar, los priistas necesitan empezar a repartir dinero, hacer una amnistía, repartir posiciones entre los jefes políticos (pero ante la carencia de un líder nato se van a seguir despedazando) y, sobre todo, persuadir a la gente de que son opción de cambio. No lo van a hacer. Están muy soberbios esos muchachos.
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Dicen que los trabajadores del IMSS están contentos con las aspiraciones de Enrique Doger y muy contentos con que haya renunciado a la delegación del Seguro Social. Y al parecer no porque vayan a votar por él, sino porque “se estaba comiendo el pastel él solito”. Es de los que se baña en tina y no en regadera, pues.
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En temas más importantes: ya viene el Superbowl, y apuesto nuevamente a que ganarán los Patriotas, esos sí saben ganar.