Lo que rige a nuestra realidad actual, en muchos de los casos, es la necesidad imperiosa de consumir y de tener más que los demás, no importando el costo para adquirir ese estatus o nivel socioeconómico o lo que se tenga que hacer, con tal de demostrarles a los demás que nosotros podemos más que ellos. Tal pareciera que la única finalidad en nuestras vidas es lo que los demás vean o crean de nuestra manera de vivir, de gastar, de los lugares a donde vamos o de las marcas que queramos usar.
Se puede apreciar en las cadenas de marcas prestigiadas, donde mucha gente tiene un gran gusto por irse a surtir de ropa, calzado y demás accesorios para su atuendo sin importar el costo o el pago con tarjeta de crédito para sacar su mercancía a varios meses, con la fábula de que son “sin intereses”. La realidad es así: todas las cadenas grandes y empresas, previamente, han hecho cálculos de sus costos para dar sistemas de crédito y financiamiento con tal de captar ventas mucho mayores y lograr tener a la gente cautiva por muchos años, y así vayan corriendo la voz de la recomendación para atraer a más clientes.
Esto, lo único que provoca en el ser humano es tapar un poco esos grandes vacíos emocionales, donde lo que la persona está buscando es cubrir con marcas o artículos muy costosos sus carencias emocionales, creyendo que esto los hará verse más importantes o destacar entre los demás.
Si analizamos detenidamente lo que sucede a nuestro alrededor, la gente cada vez se llena de más cosas y aparenta que es más feliz, pero si los observamos con calma, sólo se la pasan publicando momentos, situaciones, lugares, objetos, cosas que suelen ser pasajeras. La gente ya no quiere detenerse a pensar, a admirarse, a sentir, a transmitir, la mayoría hacen supuestas buenas obras con el único fin de querer quedar bien delante de los demás, son obras persiguiendo un beneficio de diferentes tipos, y con eso quieren minimizar su parte de responsabilidad en este transitar por el mundo.
Pero cuando se trata de realmente ayudar sin estarlo cantando a los demás, ya no lo hacen, no le ven sentido porque su ego no se está llenando. Cuando se les cuestiona por qué no ayudan a los demás sin que lo estés publicando en tus redes sociales, ya no le encuentran sentido a la supuesta ayuda, y esto es porque sólo buscan aparentar que son buenas personas. Muchos me van a odiar por escribir esto, pero ustedes mismos lo pueden comprobar.
Es fácil caer en este tipo de situaciones y no pasa nada si nosotros lo hacemos, lo importante es que no demos cuenta de nuestras verdaderas intenciones, de cómo te manejamos el día a día. Vivimos en un mundo que todo enjuicia, que todo critica, menos lo realmente malo y doloroso, por ejemplo, en el tema de la superficialidad, donde la incongruencia cae cuando no lo aceptamos ni lo detectamos en nosotros mismos, pero qué tal lo vemos en los otros. En eso sí nos pulimos, ahí sí detectamos, aunque esto no quiere decir que lo digamos en voz alta, porque puede generar un conflicto y eso nos haría parecer problemáticos o sin escrúpulos, según quienes lo quieran plasmar.
Hemos sido víctimas de nosotros mismos, es lo que tenemos que detectar hoy en día: que nuestras decisiones económicas siguen siendo tomadas con base en nuestras emociones, por nuestras culpas, por no querer enfrentar situaciones diversas, porque preferimos soportar situaciones que no enaltecen a nuestro ser, con tal de vivir con comodidades, con tal de gastar en comidas, lugares, viajes, lujos (de cualquier tipo y de diferente escala), porque preferimos vivir autoengañados.
Facebook :Asesora Financiera de Metlife Fabiola Cabrera