Por Pietris Peralta Langholz
¿Cómo están, mi gente bonita?, bienvenidos nuevamentea esta sección A libro abierto.
Hoy vengo a reconocer a una clase de ser humano del cual me siento feliz de pertenecer: nosotros, los intensos. Si tuviera que elegir una palabra que pudiera definir mi vida, así como a muchas de las personas que me rodean seria “Intensa”.
A los 13 años, mi madre me contó la historia de mis primeros pasos: “Cuando tenías casi el año de vida, estabas jugando con un hilo en el suelo, jamás habías gateado; tu papá llegó a la casa, te levantaste y empezaste a correr, y hoy es el día en que no has dejado de correr”. Hoy, con un poco de mi conciencia adulta, exhausta de escuchar una incontable cantidad de veces “Eres bien intensa”, me puse a pensar «Bueno, ¿y qué caramba tiene de malo ser intenso?», así que levanté el teléfono y le llamé a mi buen amigo Panda, otro intenso igual que yo, y nos dirigimos al café y la conversación inicio más o menos así:
-¿Por qué al mundo le molesta la intensidad?
-Porque el mundo está aletargado
-¿Aletargado?
-Lento, porque el mundo es de la gente que vive moviéndose, la gente intensa cambia al mundo como le parezca.
Así que me puse a meditar y concluí que tiene razón.
Los intensos somos los que cambiamos las cosas, somos la clase de amigos que siempre traen las entretenidas historias de sus aventuras, los del “Jalo”, la clase de personas a quienes no se nos auguraba un buen futuro y terminamos siendo los más fructíferos… tal vez no en lo económico, pero sí en riqueza de vida.
La intensidad, cuando está ligada a la autoestima, al verdadero amor por uno mismo, tiende a hacernos la clase de amigos que puede que no veas en meses, pero cuando se ven pareciera que hubieran desayunado juntos una mañana antes; somos los ausentes/presentes, nuestra misma intensidad hace que tengamos muchos círculos sociales para mantenernos activos, siempre estamos ahí en los momentos importantes y somos los primeros en saltar cuando hay un problema, pero no siempre estamos presentes. Las personas nos quieren, pero no nos soportan mucho tiempo; al tiempo que un intenso madura se vuelve un solitario selectivo, no porque no nos guste estar con la gente, todo lo contrario: nos volvemos más intolerantes ante las cosas que no nos gustan; llegamos a disfrutar tanto nuestra propia intensidad que a veces nosotros mismos somos más que suficientes para saciar esa sed de aventura, solemos desesperarnos si nos encontramos en inactividad a tal grado que podríamos hacer un drama del tamaño del mundo por el simple hecho de mantener nuestras revolucionadas mentes en una espera que genera ansiedad, cosa que en mi caso intento controlar, como muchos ansiosos, con distractores, procurando siempre, claro está, realizar actividades que traigan cosas buenas y no malas.
Cuando mi madre falleció, después de un par de semanas fui llamada en horas de clase con la psicóloga de la escuela, con la cual, por mi revolucionada mente siempre llevé buena amistad, solía siempre llevarme más con los profesores que con mis propios compañeros. En fin, Eliza me sentó en su oficina y me dijo “Esperé a que vinieras sola, pero no viniste”, continuando con la plática abordamos el tema de la intensidad: “Me dijeron que ahora tengo que llevar una vida más calmada porque mi madre ahora no está”, ella me contó que al igual que yo siempre fue una persona intensa, y me dio una lección de vida tan grande que a la fecha podría recitar con punto y coma:
-Nosotras, las personas intensas, vivimos más rápido, pero si sabemos llevarlo no es nada malo, al contrario, una persona intensa bien llevada vivirá cosas que algunas personas no verán en toda su vida; mientras una persona tarda 80 años en vivir su vida, nosotros a los 40 ya lo hemos vivido todo, así que nos quedan 40 años para experimentar más cosas que los otros jamás vivirán.
Ser intenso no es malo, vivir con intensidad no es malo, siempre y cuando no afectemos a los demás y no nos pongamos en riesgo; tenemos el derecho irrefutable de defender nuestra intensidad con todas nuestras fuerzas. Porque así somos, porque tal vez hemos intentando cientos de veces de cambiar y no nos ha resultado, es por eso que la gente nos quiere pero no nos soporta. Muy pocas personas en nuestra vida se mantienen realmente a nuestro lado de la misma manera incondicional a la que nosotros lo hacemos.
Así que les dejo esta pequeña oda a todos mis hermanos, los intensos:
Me paso la vida corriendo,
Como si estuviera a punto de emprender el vuelo.
Qué habría de malo en ello?
Quizás podría llegar a tocar el cielo.
Paso los días en movimiento,
Y las noches sonriendo.
Aunque mi mente pareciera un juego,
El cual a veces ni yo mismo comprendo.
Dale tiempo a tu tiempo,
Pero no me pidas que vaya lento,
Pues intenso me dicen,
Intenso me siento,
A pesar de que no entiendo,
A quien molesto con eso?
No trates de entenderme,
Pues saldrás corriendo,
Mejor quédate,
Al lado de este intenso.
Yo te prometo,
Que tus días serán bellos,
Y en las noches estaremos sonriendo.
El presente es un momento fugaz, aunque su intensidad, lo haga parecer eterno.
– Marguerite Yourcenar