No vamos a hablar del América ni de los injustamente acusados Patriotas de Nueva Inglaterra con ese extraordinario dúo llamado Belichick-Brady. No, hay algo peor que le está ocurriendo a la mayor parte de los seres humanos y tiene que ver con el odio. Hay odio por todos lados. Todo nos molesta. Todo nos caga. To-do. Hay que hacerla de pedo por todo, ningún chile nos acomoda. Todo nos irrita, pareciera que traemos un ardor del recto peor que el que produce comerse medio kilo de chiles habaneros porque no estamos de acuerdo con nada.
Estamos inconformes con todo, pero, ¿qué es “con todo”? Según Gerardo, el de los tacos de la 31 Poniente, casi esquina con 23 Sur (Chucho’s Special), “con todo” es con cebollita picada, salsa de la que pica o de la que no pica, guacamole, chilitos y cilantro.
Las redes sociales, así como tienen la virtud de conectar con mucha gente, también se están convirtiendo en un ring para hacerla de pedo, son una especie de policía del pensamiento o de dictadura moral; pero si quiere uno ver qué es el odio, no hay más que abrir Twitter, Facebook o WhatsApp para darse cuenta de que todo lo que se opina sin ningún criterio es sólo con el afán de regresar a la ley del más fuerte, de la soberbia intelectual, de ver quién tiene la razón y, para terminar, con un bullying creado por políticos y periodistas a través de cuentas falsas o troles que sirven para ridiculizar a quien disiente.
Cuánta razón tenía Umberto Eco, quien calificó como “legión de idiotas” a los opinadores de redes sociales y cuánta razón tenía Vargas Llosa cuando señaló que parecían charlas de cantina las que se ejercen en redes sociales: la nueva “sociedad del espectáculo” o caricatura de la lengua.
En México y aquí en Puebla, un día sí y otro igual, hay pleitos por todos lados. Periodistas contra gobierno, gobierno contra periodistas, periodistas contra periodistas, troles contra periodistas, troles contra troles… y es una lucha de nunca acabar porque no lleva a nada.
Veamos un caso: hace más de un mes que fueron las elecciones y ahora en redes sociales no hay nada más que descalificaciones entre los llamados “chairos” (fanáticos de Morena y AMLO) y sus opuestos, los “derechairos” (fanáticos del PAN y del PRI).
En temas nacionales, un día sí y otro también, los derechairos quieren endilgarle todos los problemas del país a López Obrador: Elba Esther, Javidú. No obstante, los chairos justifican todo echándole la culpa de todo lo que nos aqueja a los que nos gobernaron, ya sean del PRI o del PAN.
A nivel local, mientras algunos sólo esperamos el resultado de las autoridades electorales, todos los días vemos a los barbosistas atacando al morenovallismo y viceversa.
No se trata de entrar a la polémica de quién tiene la razón o no. Es un hecho que ese es un tema jurídico y político. El hecho es acusarse, burlarse, humillarse, ver quién es más fuerte en redes porque así lo dice. ¿En qué momento llegamos a este grado de aburrimiento donde nuestros problemas sólo se encasillan en eso y no queremos ver más allá?
Otro caso: los guerrilleros de internet. Todos los días, a casi todas horas, tratan de culpar de todos sus males a Rafael Moreno Valle, hasta porque se les tapó el escusado del baño. Son ellos mismos quienes le dan poder. No se trata tampoco de defenderlo, pero se pierde la objetividad cuando se habla de él. Y es como si trataran de arreglar sus odios, rencores, miedos y envidias en su figura.
Son guerrilleros de internet porque sólo están sentados frente a una laptop o agachados leyendo su Smartphone y haciéndola de pedo. Y ahí aparecen políticos de poca monta, periodistas traumados por sus bajos salarios creando troles o cuentas falsas para sacar sus frustraciones.
Otro caso: leí a unos panistas poblanos muy indignados con el tema de legalizar el aborto. No faltó quien dijera que es un tema de educación sexual que empieza desde la casa. O quien acusara a las jóvenes de “no cerrar las piernas a tiempo” (cita textual). Como si eso fuera la solución.
En redes sociales hemos visto que ante los casos de feminicidio, hay personas que culpan a las chicas asesinadas o violadas de ser culpables por andar provocando o por estar en ambientes que incitan a ese tipo de delitos o sugiriendo con o sin razón que la chica muerta trabajaba en alguna red de prostitución. Ni muertas las dejan en paz.
También están las que confunden el feminismo con radicalismo por su “lenguaje incluyente”. Veamos: tomen un libro, el que sea, de preferencia de poemas y léanlo como si todo que terminara con la letra “e”. Muchos que nos dedicamos a esto, sufrimos por cada día mejorar nuestra ortografía y sintaxis, llevamos años tratando de corregir nuestros errores gramaticales para que ahora nos vengan a cambiar todo.
No obstante, el hecho es que todo el tiempo hay que hacerla de pedo. ¿Por qué?, por lo que sea. Hay gente que no lee las publicaciones en redes pero sí opina. Olvídense que lean periódicos completos, revistas o libros, sólo se van con portadas y opinan como si fueran grandes analistas, especialistas, técnicos, doctos, conocedores y expertos.
No, lamentablemente no es así de simple. Esas redes sociales, que han logrado lo impensable: Trump presidente de Estados Unidos, Brexit, AMLO presidente de México, anulación de la paz entre las FARC y el gobierno colombiano, rotundo no a la legalización del aborto y un largo etcétera, son ahora una nueva especie de dictadura en donde no se vale disentir, y los troles, cuentas falsas, chairos y derechairos, feministas radicales, machistas y todo lo que termine en ismos o istas, son los custodios de estos espacios en donde los ciudadanos comunes y corrientes son rehenes.
Es la nueva policía del pensamiento. Es la ley del más fuerte y se trata de vivir sólo de la aprobación social. Entre más odio se muestre, más aceptación se tendrá. Y esto nos recuerda el final de la película Apocalipsis Now de Coppola: The horror, the horror.