Desde que soy pequeña me acuerdo que soñaba ir a ParÃs. La razón: desconocida. Cuando cumplà 15 años no quise fiesta, ni vestido, ni chambelanes. Me agobiaba la idea de tener que sonreÃr una noche entera, saludando a la tÃa incómoda que me sigue diciendo «¡Ay mijita, sigues igualita!» y pasear por todo un salón de fiestas (que probablemente yo no hubiera escogido) en un vestido esponjoso pero muy bonito por supuesto. Entonces en broma les dije a mis papás que les cambiaba la fiesta por un viaje; honestamente lo dije al aire aunque esas palabras son las que más han cambiado mi vida.
Cuando ellos se dieron cuenta que hablaba en serio (y yo también) decidimos comenzar a planear el viaje y dejar el tema del pre-bodorrio-quinceañero atrás. Me acuerdo que en ese entonces compartÃamos una computadora para toda la familia, en donde tenÃamos horarios de uso, que nadie respetaba cabe resaltar, pero que nos daba una clase de unión familiar, aunque solo fuera para discutir sobre cómo hacer búsquedas en internet. Asà me mantuve ocupada unos buenos 4 meses, emocionada viendo y leyendo cosas acerca de viajes y también me acuerdo que en la tele pasaban todos esos programas de personas que viajaban por el mundo, comiendo y hablándole a la cámara y que yo no tenÃa idea que muchos años después yo estarÃa haciendo lo mismo en YouTube. Mientras veÃa programas de viaje, llevaba una libreta donde anotaba todos los lugares que habÃa que visitar en el mundo y entre esos estaba ParÃs. Asà comenzó mi ligera obsesión. Mis clases de francés también influyeron un poco, aunque en ese momento solo supiera decir buenos dÃas y por favor.
Acababa de pasar mi cumpleaños, ya era todo una quinceañera y las próximas vacaciones eran las de Semana Santa y yo ya tenÃa mi libreta llena de ideas y posibles lugares. TenÃa de todo: playa, montaña, algo exótico, algo no tan exótico, local, internacional, aventurero y relajado. Pero nada sobresalÃa como ParÃs. Desde ese entonces ya era un sueño en el que vivÃa dÃa y noche. Me vieron tan entusiasmada que mi papá sugirió que investigara sobre un crucero de quinceañeras que un amigo le habÃa recomendado porque su hija se habÃa ido asà de viaje. Otra investigación más. No me molestaba la idea de un crucero o de compartir mis quince años con otras niñas igual de emocionadas que yo. Empecé a ver todas las opciones de los cruceros y las fechas de salida y si querÃa alguno con ParÃs, tenÃa que esperar hasta el verano.
Justo antes de decidir si tomar la opción del crucero me puse a analizar todo el itinerario del viaje, eran  6 ciudades y 4 paÃses en 13 dÃas y me di cuenta que solo visitarÃa cada destino por muy poco tiempo y no querÃa estar la ciudad de mis sueños por unas cuantas horas, asà que tuve que descartar esa opción y decepcionar a mis futuras amigas quinceañeras.
Un poco desesperada, mi papá me dio el empujón que me hacÃa falta y me dijo «Carmen, siempre has hecho las cosas a tu manera, toma tu tiempo.» Quién iba a decir que eso marcarÃa mi futuro para siempre. Sigo sin creer que desde ese entonces ya me tomaba muy en serio todo lo relacionado a viajar. Y eso fue lo que hice, me tomé mi tiempo y decidà irme sola, solo era cuestión de convencer a mis papás y encontrar la forma de sobornarlos para que me dieran permiso. Mi idea de hacer un solo trip a los 15 años duró exactamente lo que dura un suspiro. No iba a ser mi primer viaje a Europa asà y menos sola. Mis papás se apuntaron.
Seis meses después de mi cumpleaños estaba caminando por las calles de ParÃs, tomando chocolate caliente y comiendo crepas de Nutella. Subà a la torre Eiffel y al Arco del Triunfo. Hice y visité todo lo que un buen turista tenÃa que hacer en su primera visita a ParÃs. También fui al palacio de Versalles y terminé enamorándome de MarÃa Antonieta y era inevitable pensar que ella a mi corta edad de 15 años ya era Delfina de Francia. MorÃa de ganas por ver el Petit Trianon, donde pasaba la mayor parte del tiempo, cuidando de sus cabras y haciendo obras de teatro y cantando ópera pero por alguna razón estaba cerrado y no logré conocer su casa de campo y ahà en los jardines de Versalles, me hice una promesa: regresar a ParÃs para conocer el Pequeño Trianón.
Trece años después de mi primera visita a Francia, por fin pude conocer y cumplir mi promesa. Tuve la hermosa fortuna de estar de regreso en ParÃs y recordar todo lo que hice en mi primer viaje. Comà todos los croissants y macarrones (que ahora me arrepiento un poco) y esta vez pude disfrutar más del vino y el champagne. Lo mejor de todo es que pude conocer y tachar un lugar más de mi lista: El Pequeño Trianón.
Acepto que sà tengo una ligera obsesión con ParÃs y Maria Antonieta pero no hay sonrisa que logre describir mi felicidad por haber visitado mi lugar de ensueño. Muchos creen que por mi pasión a viajar tengo gustos demasiado exóticos y que probablemente a mi solo me gustarÃa conocer algo como el Taha’a en la Polinesia Francesa o irme de safari a Serengueti pero no es asÃ.
Cuando se trata de viajar y si alguien me pregunta a dónde te gustarÃa ir en este momento, mi respuesta (el 99% del tiempo) es y seguirá siendo ParÃs. Al final creo que soy una romántica empedernida cuando se trata de destinos mundiales. Nada como visitar ParÃs y sentirme parisina por unos dÃas, sentada en la banca del parque leyendo o en un café admirando a la gente pasar o corriendo por el metro para llegar a una cena o simplemente caminar por Rue des Barres y tomar fotos de las casas del siglo 15 y pensar, si mi apasionado espÃritu viajero comenzó en ParÃs ¿por qué no mantenerlo vivo?