Cuando empezaron a componer canciones en Liverpool siendo adolescentes, John Lennon y Paul McCartney decidieron que la autoría de todo lo que escribieran correspondería a “Lennon y McCartney”, independientemente de qué o cuánto hubiera aportado cada uno de ellos a la letra o a la música.
El eco de Rodgers y Hammerstein, Lener y Loewe y otros famosos equipos de compositores hizo que la gente diera por supuesto que Lennon y McCartney practicaban la tradicional división del trabajo en su profesión, en la que uno de los miembros de la pareja componía la música, y el otro, la letra.
En un artículo de 1967, el crítico de The New York Times Dan Sullivan atribuía a McCartney la mayor parte de la música del grupo, que elogiaba por su originalidad, “igualada por la frescura de John Lennon como letrista”. El compositor Ned Rorem, en la misma línea, pensaba que McCartney era el responsable de la música, y como tal, “el miembro más importante de los Beatles”.
Sin embargo, el intercambio de ideas y opiniones sobre el grupo sigue aún hoy vivo y ha estado impregnado mucho tiempo de la percepción de Lennon como el hombre de las palabras, el beatle más literario y cerebral, y McCartney como el más musical, un artista intuitivo en sintonía con los placeres de los sentidos. Esta línea de pensamiento ha propiciado la depreciación de McCartney a ojos de los críticos de rock más propensos al análisis textual que a la musicología, algo que, claramente, le saca de quicio, como demuestra a lo grande con los dos volúmenes espléndidamente preparados del estuche Letras.
McCartney, un compositor asombrosamente prolífico, lleva escribiendo o coescribiendo canciones a un ritmo constante con pocas pausas desde 1956, cuando tenía 14 años. “Los admiradores o los lectores, o incluso los críticos que de verdad quieran saber más sobre mi vida, deberían leer mis letras, que quizá revelen más de lo que podría revelar cualquier libro”, dice en el prólogo.
Los libros presentan las letras de 154 de las canciones que el músico ha creado él mismo o con varios colaboradores a lo largo de los años. El título del libro no es “Letras escogidas”, ni “Las letras favoritas de Paul”, sino Letras a secas. Y es un título engañoso. El libro ofrece una cuidada selección de 154 de las más de 400 canciones que McCartney escribió o coescribió para 12 álbumes de estudio con los Beatles y 26 con Wings o en solitario, además de para sencillos.
Letras deja claro que McCartney ha escrito con un gran nivel mucho más allá de sus años en los Beatles, y hasta las letras más flojas tienen personalidad propia, un sentimiento de alegría atolondrada y experimentación irreflexiva.
No obstante, a falta de música, los libros completan las palabras con nuevos elementos de acompañamiento: fotos, reproducciones de manuscritos, imágenes de recuerdos y objetos relacionados con las canciones o la época en que fueron compuestas, así como extensos comentarios del exbeatle. Estos materiales no son ni mucho menos auxiliares y, de hecho, constituyen el grueso del contenido del libro (solo 156 de sus 874 páginas se dedican a las letras).
Una y otra vez, McCartney muestra lo a fondo que conoce la historia de la literatura y lo mucho que su producción como compositor de canciones tiene en común con las obras de autores de la categoría de Dickens o Shakespeare. “A John nunca le interesó la literatura como a mí”, proclama nada más empezar su comentario sobre “The End”, antes de pasar a dar una miniconferencia sobre el pareado como forma. “Ha sido la base de la poesía en inglés desde el principio: Chaucer, Pope, Wilfred Owen”. A propósito de “Come and Get It”, McCartney comenta: “Cuando se escribe para un público –como hacían Shakespeare o Dickens, cuyos capítulos por entregas se leían al público– existe la necesidad de ganarse a la gente”. Ahhh… caemos en la cuenta: Paul es realmente un hombre de letras, el beatle más literario y cerebral.
Aunque declara su amor por Lennon como su amigo y compañero creativo durante años, Paul es bastante duro con él en algunos momentos de Letras. Su principal delito es de omisión, al dejar pasar la oportunidad de señalar las contribuciones características de Lennon a las canciones que escribieron en colaboración, como “A Day in the Life”. En el contexto de los conflictos entre ellos, McCartney lo tilda de “estúpido” o “idiota”. Sí, ya sabemos que no puede evitar definirse a sí mismo por referencia a Lennon. Con todo, como demuestra de manera convincente a lo largo de Letras, no hace falta dejar al otro como un idiota para que quede claro que uno mismo es un genio.
Con información de El Español