Nos imaginamos a Diosito poniendo el grito en el cielo al ver a la tatuadora Amanda Quintana, restaurar con sus brochas y pinceles la capilla barroca de Arroyo Zarco, situada en el pueblo mágico de Aculco, en el Estado de México.
Con tan mala fortuna que los expertos al ver su trabajo casi lloran de la impresión. La incalificable actuación de Quintana ha recordado de inmediato el caso de un pueblo español, Borja, que en 2012 dejó en manos de una lugareña la restauración de un Ecce Homo de una Iglesia local. Resultó un monstruo que dio la vuelta al mundo.
La importancia de esta capilla
Real de Tierra Adentro es una ruta que comunicaba la antigua Tenochtitlán, ahora Ciudad de México, con la frontera norte, pasando por ciudades como Querétaro, Zacatecas, Durango, Chihuahua.
Aculco, de 44.000 habitantes, está enclavado en esa ruta, declarada en 2010 Patrimonio Mundial por la Unesco. Hasta 60 destinos por los que circulaba gozan también de esa clasificación internacional. La capilla de Arroyo Zarco (o Arroyozarco) y otros edificios colindantes están a la espera de sumarse a esa lista.
Todo depende de su conservación. Los pinceles de Quintana no ha hecho un gran favor para ello. Alertado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que vigila por el buen mantenimiento del patrimonio, ha suspendido de inmediato tamaño despropósito, que abarca unos dos metros cuadrados.
El conjunto de edificios de la antigua Hacienda de Arroyo Zarco, que incluía la capilla, el mesón de diligencias y el llamado despacho, eran en el siglo XVIII, parada obligada en el trasiego de mercancías y ganado por la ruta interior mexicana. Por allí pasaba en mulas de carga el azogue que llegaba de Europa para tratar la plata, que también dio nombre a este camino. Los arrieros reposaban en la hacienda con las reatas de ganado en los largos trayectos hacia otros destinos. Los jesuitas gestionaron este lugar desde 1715 hasta 1767, cuando fueron expulsados. La casa en la que vivían está en ruinas ahora, consolidadas, pero ruinas. Todo lo cuenta Lara Bayón, gran conocedor del sitio, donde su familia mantiene arraigo hoy día. Y autor del libro Arroyozarco, Puerta de Tierra Adentro.
Ahora la capilla, el edificio mejor conservado del conjunto, luce un borrón en uno de sus murales y una intervención frenada en su gemelo del otro muro.
Amanda Quintana no es desconocida en Aculco. Ella ha restaurado un mural en el Palacio Municipal, que no tienen gran valor. Después del incidente, Quintana se ha volatilizado, ha cerrado sus cuentas sociales. La fama ha resultado excesiva.
Un restaurador del INAH que prefiere permanecer en el anonimato asegura que estas cosas ocurren porque en ocasiones “se contrata a personal barato que a su vez subcontratan aún por menor precio a gente sin experiencia para no gastar el dinero que requiere un profesional”. “También ocurre que a veces ni los propios organismos encargados de esto tienen claro quién es el especialista adecuado para la labor que hay que realizar”, afirma.
La legislación mexicana es muy laxa sobre quiénes han de restaurar el patrimonio, dice Saúl Alcántara Onofre, presidente en México de ICOMOS, la organización internacional de Monumentos y Sitios asociada a la Unesco. La ley de Monumentos de 1972 “no determina la capacitación del experto que ha de encargarse de estas restauraciones.
Con información de El País