Ahí amanecieron. Parece que la lluvia los hizo juntarse antes que dispersarlos. Lo habían advertido y ahora lo estaban cumpliendo. Por aquí no iba a pasar la nueva ocurrencia del transporte público y de eso se iban a encargar ellos, los expertos en tomar las calles, la inmortal Antorcha Campesina.
«¡Dicen que quieren transportar a la gente y nomás engrandecen sus mafias!», decía un hombre de gorra azul, cuya pancarta exhibía un mensaje que comenzaba a ser ininteligible por efecto de la lluvia. El Bulevar 5 de Mayo, a la altura de la Iglesia de San Francisco, era una vena que hacía despertar a la ciudad. En ambos sentidos los faros de los autos poco a poco dejaban paso a la tímida luz matinal de un cielo que anticipó el invierno con una incesante lluvia.
«¡Decían que no iban a cobrar durante un mes y la gente desde ahorita está pagando por usar un transporte que no sirve!» Ahora la voz se perdía entre la muchedumbre, pero el objetivo era el mismo: no lo querían, hacía meses que lo habían dicho y nadie los escuchó. La obra nunca se vino abajo por ninguna advertencia y el tiempo dejó puso todo en su lugar: una tercera línea de la Red Urbana de Transporte Articulado estaba circulando y, como en las dos anteriores, ahí estuvieron los inconformes para tratar de poner en jaque la irreversible jugada.
«¡De aquí no nos movemos, compañeros, así la lluvia dure todo el día, el gobierno nos va a escuchar!» Desde Casa Aguayo y hasta el frente de San Francisco yacían estacionados incontables camiones y microbuses de la Ruta 25, también conocida como «Nueva visión», un sólido bastión antorchista en el transporte que, muy de madrugada, había traído a todos aquellos que no permitirían el avance de otra obra «inútil y autoritaria» en sus propias palabras. Los claxons no dejaban de sonar en ambos sentidos de la circulación; de apoyo la mayoría, en desacuerdo los menos. ¿Cuánto resistirían? Los flamantes autobuses se salían su carril confinado y sólo congestionaban más el imposible tránsito poblano de la mañana.
«¡Por aquí no pasarán, compañeros, por aquí no pasan las imposiciones impopulares!» Algunas pancartas terminaban pegadas en los costados de los camiones del RUTA. Moteados de vivos colores, los autobuses avanzaban casi vacíos y espaciando su flujo cada vez más. La mañana avanza y la lluvia no da tregua; por allí no pasarán, al menos por hoy, los curiosos que quieran conocer la nueva ruta del RUTA. Una más, otra más de las tantas decisiones viales que parecen tomarse con ganas de ver cuándo explota de veras una ciudad cuyos habitantes ya tiene la presión hasta el cuello.