Puebla es un verdadero desmadre: caos, desbarajuste, broncas, despapaye. En una sola palabra diríamos «relajo», y el epicentro de todo es el Poder Legislativo, en primer lugar y, en segundo, las nuevas administraciones municipales que no atan ni desatan ni elevan la calidad anterior ni sorprenden. Y lo que se mantiene igual tiende a caerse.
Nuestra cuarta transformación se vive a punta de sombrerazos, ajos y cebollas. En casi todas las sesiones del Congreso del estado nos enteramos de chismes rebuenos, como por qué le dicen a un diputado de una forma, si es que otro tiene muchísimas propiedades, que si aquel legislador hizo pingües negocios con espectaculares, que si los negocios de la CTM que heredó el yerno, que si ser alcalde de San Pedro Cholula no da para tener tanto dinero, que si el anterior líder del Congreso se llevó hasta los escusados. Total, puro despiporre.
¿Y los resultados? Cero, no hay, nanay, niguas, naranjas dulces, never de limón la never. Seamos honestos: en el lado de Morena sólo tienen a José Juan Espinosa y a Gabriel Biestro, mientras que por el Frente cuentan con Marcelo García Almaguer y Gerardo Islas; los demás son mirones de palo, personajes que fueron entrenados para decir “sí”, como la caricaturizada imagen de Igor el jorobado que ayuda a un médico loco en un quirófano perdido en algún lugar de Europa del Este.
El problema de este Congreso del estado no es que dejaron de ser borrachos para ahora ser los cantineros, más bien a los locos ya les dieron la dirección del hospital psiquiátrico. Esa es la correcta analogía.
Muchos festejamos que se echara abajo la Ley Bala, casi estoy seguro que incluso varios morenovallistas lo hicieron en secreto por los daños que se causaron, pero esta derogación estuvo mal planeada. Ese impulso de ser protagonistas y escandalosos no ha servido de nada, al contrario, las medidas que muchos podríamos aplaudir en público o en privado han resultado un fracaso porque van para atrás con el veto del gobernador.
Todos los diputados actúan como pollos descabezados. Los ciudadanos de a pie desconocemos su agenda legislativa, si es que la hay. Desconocemos hacia dónde quieren llevar sus objetivos: si es mero revanchismo, vil protagonismo, solo armar show, legislar, acabar con el morenovallismo, aparecer en las primeras planas de los diarios, obtener a punta de sombrerazos nominaciones para ser alcaldes de Puebla.
Insisto, a los locos los mandaron como directores del manicomio, mientras no más de cinco legisladores se debaten y se ensucian entre acusaciones y señalamientos, sus compañeros se prestan para decir a todo “sí” y a hacer horas nalga en sus asientos fifís.
En tanto, las presidencias municipales están hundidas en la inseguridad, incompetencia, novatez, agandalles de sus antecesores, críticos que buscan chamba, periodistas que quieren su chayo, regidores que públicamente le demuestran su lealtad a su alcalde pero en privado lo grillan o hacen todo mal o presentan propuestas que son hasta contraproducentes.
Puebla es un verdadero desmadre. ¿Y así quieren que se anule la elección estatal? Creo que todos estamos, como diría Óbelix, majaretas.