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Los cambios en WhatsApp se ensayan en silencio y se gestan durante meses sin hacer mucho ruido. Pero una vez que salen a la vista provocan revuelo e incertidumbre entre los usuarios. Así fue cuando WhatsApp anunció un cambio en su política de privacidad en la cual compartiría datos con Facebook, su empresa matriz. Lo comunicó con un mensaje que sonaba ambiguo y confuso. Pensó que el usuario medio no leería las condiciones de uso y le daría clic en aceptar. No fue así.
Muchos usuarios migraron a sistemas de mensajería como Signal o Telegram. Otros mandaron cadenas a sus chats de WhatsApp, exagerando las intenciones de la empresa. La compañía se vio obligada a posponer su decisión, aunque los movimientos continuaron bajo la superficie.
Facebook tiene una meta clara: convertirse en una aplicación para todo. Por eso ha intentado ser el nuevo Tinder, el nuevo Twitch, la nueva PlayStation, el nuevo Bizum. Lleva tiempo anunciando que quiere integrar todos sus productos en una sola plataforma.
WhatsApp tiene más usuarios que habitantes en China, 2 mil millones de personas, pero se encuentra con el reto de cómo hacer dinero con el chat donde la gente comparte sus memes, en el que no hay un muro abierto para anuncios. La aplicación de mensajería pretende convertirse en una plataforma de atención al cliente, la idea es que si compras una camiseta a través de Facebook aparezca un enlace a un chat de WhatsApp con el vendedor.
En Facebook compartimos lo que queremos que sepa el mundo (y que, de paso, llega a los anunciantes). En WhatsApp intercambiamos confidencias y fotos que jamás publicaríamos en abierto. Es como si las redes sociales fueran la calle, donde lo que haces y dices puede ser visto por mucha gente, y las aplicaciones de mensajería fueran tu casa o un motel. En todas las formas de comunicación nuestra privacidad está expuesta.
Los que seguimos manejando estas redes y aplicaciones no es que no nos importe la privacidad, no se trata de una elección libre. Lo que sucede es que la mayoría de nuestros amigos y familia siguen ahí. El dilema radica en elegir entre proteger los datos o estar más cerca de la gente que nos importa.
Por otro lado, Telegram con más de 500 millones de usuarios, pertenece a una organización autofinanciada y sin fines de lucro fundada por los hermanos rusos Nikolái y Pável Dúrov y con sede actual en Dubai. Es una aplicación gratuita y si bien buscan monetizarla en el 2021 para cubrir los gastos de infraestructura, aseguran que no será a través de publicidad ni vendiendo la aplicación a una corporación sino con funcionalidades especiales para usuarios comerciales o premium.
Te mostramos las diferencias entre ambas aplicaciones para que decidas cuál es para ti la más funcional.
TELEGRAM | ||
PROTECCIÓN CONTRA CAPTURAS DE PANTALLA | No | Sí, opcional |
MENSAJES AUTODESTRUÍBLES | Sí, que se destruyen a la semana | Sí, en chats secretos y con muchas opciones |
TECLADO EN MODO INCÓGNITO | No | Sí, en chats secretos |
CIFRADO DE EXTREMO A EXTREMO | Sí | Sí, solo en chats secretos |
PROTECCIÓN DE CHATS | Sí, con huellas dactilares | Sí, por contraseña y por PIN (compatible con huellas) |
VERIFICACIÓN EN DOS PASOS | Sí | Sí |
BORRADO DE MENSAJES | Sí, hasta 1 hora después | Sí, en cualquier momento y también los mensajes recibidos |
CUENTA ENLAZADA A NÚMERO DE TELÉFONO | Sí | Sí, pero no es obligatorio |
VIDEOLLAMADAS | Sí, enlaza hasta a 8 personas | Sí, pero solo de persona a persona |
VERSIÓN WEB | Sí, pero requiere que el móvil esté encendido y conectado a Internet | Sí, puedes iniciar sesión en tantos dispositivos quieras |