¿Estuvo mal? No, mal no. Sólo un poco fuera de tono. Ya desde la noche anterior, en el primer minuto del ansiado lunes, habÃa tomado protesta de forma legÃtima como la nueva presidenta municipal.
No era la primera de la historia, es cierto, pero se esperaba que ella iniciara con nuevos brÃos y pues… la esperanza podÃa morir al último. Por la mañana, la primera sesión extraordinaria de cabildo fue más una formalidad a todo lo que deparaba el dÃa: los órdenes de rigor y, ahora sÃ, a lucirse.
Y la cultura no podÃa ser plato de segunda mesa en la nueva administración, ¡no señor! Por eso, a las 11:00 de la mañana en punto, la alcaldesa cortó el listón de una exposición de fotografÃa en la GalerÃa de Arte del Palacio Municipal, en la que los asistentes pudieron y podrán observar, mientras dure la muestra, fotos de Claudia Rivera y Andrés Manuel López Obrador en las más diversas situaciones de campaña. Asà que el ego también se dio cita para la gran ocasión.
Instantes después, una valla humana se hizo de forma «espontánea» entre la puerta de la GalerÃa y la del Palacio, para conducir a la estrella del dÃa hacia las que serán sus oficinas durante los próximos tres años. Unas cuantas rosas blancas empezaron a circular entre los asistentes, y los compañeros de la fuente periodÃstica no dejaban de preguntarse si también habrÃa vals, pastel y chambelán, porque el ambiente ya pintaba para ello. De repente corrió el rumor: «que viene Barbosa… que también Polevnsky… que nomás que lleguen y ya empieza el asunto».
De modo que el tránsito de la alcaldesa al recinto de su primer discurso fue casi sin contratiempos. Las personalidades comenzaron a robar cámara y no era para menos: los rectores de la Anáhuac y la Ibero, monseñor Sánchez Espinoza, Rodrigo Abdala y hasta alguien de la familia Sarabia que muy discreto pasó a tomar parte y calcular con cuántas marchas van a recibir a la nueva administración. De pronto el rumor se volvió verdad: sobre Reforma aparecÃa una camioneta blanca que anunciaba la presencia de sus ocupantes. Un poco antes, la senadora Nancy de la Sierra llegaba repartiendo sonrisas y saludos a cuanta cámara le enfocaba.
Asà fue: tan pronto como la camioneta blanca se estacionó frente a Palacio, Barbosa y Yeidckol se volvieron el ojo del huracán de reporteros y fotógrafos. Durante casi diez minutos, el candidato a la gubernatura por Morena respondió como pudo a las preguntas, mientras aquà y allá se levantaban tÃmidos gritos de «Barbosa gobernador» hasta que alguien, con profética voz exclamó «¡ya déjenlo caminar, cabrones!» y asà se hizo. Con paso lento, Barbosa y Polevnsky entraron al principal edificio del municipio y, ahora sÃ, a comenzar la primera arenga del nuevo gobierno municipal. Mucha voz, muy buen tono, pero poca sustancia en el discurso y, para completar el escenario dantesco, un terrible retraso entre el audio y la imagen que se proyectaba en las pantallas del Zócalo.
La idea era esa: un mensaje dentro de Palacio y otro fuera, en el Zócalo, con la gente, para cerrar un primer dÃa maratónico. Y no fue de otra manera: tras presentar a una parte de su gabinete, Claudia salió triunfal del edificio para trasladarse a la plaza principal, entre vÃtores y uno que otro entusiasta que se acercaba a saludar. Rápido, subió al templete y, tras tomar protesta a MarÃa Teresa Rivera Vivanco como presidenta del patronato del DIF municipal, pronunció otro breve discurso, para rematar con el Himno Nacional, en una versión extendida que casi le hace pasar un bochorno al querer echar una porra antes de tiempo. Sobre Reforma, una camioneta cargada con flores blancas hizo su aparición para repartir el cargamento entre las mujeres asistentes, en una operación ansiosa que dejaba ver la tardanza de una encomienda que debió llevarse a cabo cuando menos una hora antes.
Una explosión de papeles blancos y listo, culminó el despliegue del primer dÃa de la nueva vida de Claudia Rivera Vivanco y de la ciudad entera. ¿Estuvo mal? No, mal no. Sólo un poco fuera de tono. Pero quedan más de mil dÃas para hacer las cosas bien, mejor pensadas y ejecutadas, en una mancha urbana que crece sin control y que espera un poco más que flores blancas y discursos con retraso de audio para resolver su ingente cantidad de problemas.