Si estás pensando en cambiar tus hábitos alimenticios y convertirte en vegano, primero tienes que leer estas recomendaciones que te damos. Porque no es lo mismo cambiar drásticamente de manera de comer que renovar el armario según las tendencias de la moda. Eso sí, lo primero es hacerte un estudio médico y asesorarte con tu nutriólogo.
Lo que ingerimos tiene impacto sobre nuestro organismo y puede determinar nuestra salud en general. Así que hay que pensarlo mucho antes de decidirse a dar el paso. Y, sobre todo, informarse muy bien de todo lo que implica.
Según estudios, las motivaciones para convertirse en vegano son por ética y defensa de los animales, un 57%, 21% por la sostenibilidad del planeta y 17% por salud.
Es más complicado de lo que parece
Comer vegano tiene su ciencia y resulta mucho más laborioso que ser omnívoro, requiere una mayor planificación y dedicación a la cocina. Aquí van 3 pasos importantes para iniciar:
- No dejar de comer carne, huevos, queso o miel de la noche a la mañana. La transición debe ser paulatina.
- Lo ideal es consumir un 50% de verduras y hortalizas, un 25% de proteína y un 25% de cereales integrales. Si haces la compra basándote en ello, tendrás la clave.
- Es recomendable someterse a un examen médico completo antes de ser vegano. Debes asegurarte de que no tienes ninguna dolencia que te impida prescindir de la carne, leche y sus derivados.
Dime lo que comes y te diré lo que te falta
Aunque ese tipo de dieta no va bien a todo el mundo y en cualquier circunstancia, si se hace a conciencia, no tiene por qué repercutir negativamente en la salud. Entre los nutrientes indispensables que pueden faltarte si dejas de comer carne, lácteos, huevos y pescado, uno de los más significativos es la vitamina B12.
Es necesaria para mantener un buen funcionamiento del cerebro y del sistema circulatorio y su carencia puede provocar anemia megaloblástica, caracterizada por un recuento deficiente de glóbulos rojos, cuyas células adoptan un tamaño mayor de lo habitual. Los síntomas asociados son fatiga, desorientación, pérdida de memoria y taquicardia. Lo habitual es tomarla como suplemento, aunque se encuentra en la levadura de cerveza, en determinados cereales fortalecidos y bebidas sustitutivas de la leche que la incorporan a su fórmula. La ingesta diaria recomendada es de 2,4 mg.
Proteínas que nacen de la tierra
Es un falso mito que la única forma de proveerse de proteínas sea comiendo carne y pescado. Hay muchos vegetales que tienen proteínas y suelen tener más fibra y menos grasas saturadas que las de animales, por lo que en principio serán más saludables. Lo que debes tener en cuenta es que cuestan más de digerir y para compensar hay que comer más cantidad. Estas son algunas fuentes de proteína: tofu, verduras fritas, lentejas, cereales integrales, frutos secos, semillas, quinoa, frijoles y garbanzos.
Lo más conveniente en ésta, y en cualquier otra dieta, es diversificar el tipo de alimentos para estar seguros de que se ingieren diferentes aminoácidos de las proteínas. La falta de hierro es una de las deficiencias nutricionales más frecuentes. Se debe a que el cuerpo absorbe dos o tres veces más hierro de los alimentos procedentes de los animales que de los vegetales. Es vital para transportar el oxígeno a través de la sangre y para mantener altos los niveles de energía. Se nota su falta en que uno se siente cansado, tiene dolor de cabeza, palidez, flojera y a veces antojo de comer cosas poco frecuentes.
La vitamina C ayuda a que se absorba mejor el hierro de los alimentos que lo contienen. Una buena forma de obtenerlo es a través de alimentos que la tengan, como el pimiento rojo, las judías, las espinacas y las lentejas. Mezclados en ensaladas y condimentados con una vinagreta de limón hace el papel. También ayudan los frutos rojos.
Piensa en el zinc y en el Omega-3
Quizás se hable menos del zinc, pero es importante porque contribuye a regular el sistema inmunológico. Si las heridas tardan en cicatrizar, se te cae el pelo, tienes diarrea frecuente, pérdida de apetito, existe la posibilidad de que sea por culpa del zinc.
El pan integral con semillas, las hortalizas de hoja verde y los tubérculos, alubias, guisantes y frutos secos lo contienen.
Los pescados grasos son los principales proveedores de Omega-3, un ácido graso indispensable. Los veganos lo encontrarán en las semillas de chia, las nueces e incluso en determinadas algas, también en la linaza y las judías de soja.
La vitamina D es necesaria para el buen mantenimiento de los huesos y para el sistema inmunológico, pero no es un gran problema para los veganos porque se puede obtener de la luz solar y bastan entre 10 y 15 minutos de exposición diaria. Pero si no es el caso, conviene tomar naranjas, leche de soja, cereales y setas shiitake.
Los productos lácteos son la principal fuente de calcio de la que prescinden los veganos. Cierto que está en algunos vegetales, pero no se absorbe tan fácilmente que cuando procede de la leche y derivados. Su falta puede repercutir en problemas óseos, entre ellos la osteoporosis. Los grelos, el brócoli, la col verde, la chía, los garbanzos, las judías negras, las de soja y las almendras están entre los alimentos fuente de calcio
La vitamina B2, o rivoflavina, tiene la función de transformar los alimentos en energía. Su ausencia provocará, por lo tanto, fatiga, retraso en el crecimiento y problemas digestivos. Algunos especialistas lo relacionan incluso con el desarrollo del cáncer. Los productos procedentes de animales los tienen en abundancia, no tanto los vegetales. Los mayores proveedores naturales son las almendras, espinacas y setas. Se puede suplir su falta con productos farmacéuticos, pero es aconsejable consultar con un médico, porque la vitamina B2 es soluble en agua y el exceso puede causar problemas renales.
Dicho esto, no es un dogma que la dieta vegana, por bien que se haga, sea la más apropiada para todo el mundo. Como tampoco lo es una omnívora. Es importante visitar a tu médico o nutriólogo si notas algunos síntomas incomodos mientras llevas esta dieta.
Con información de La Vanguardia