Ya sea por devoción o penitencia, una centena de hombres del municipio de Halachó, en Yucatán, recorrieron medio país en bicicleta cargando -cada uno- una escultura de la Virgen de Guadalupe en su espalda.
Además de la imagen de bulto, los guadalupanos llevaban en su bici cobijas, agua, algo de comida y reflectores para alertar a los automovilistas a lo largo de los más de mil 300 kilómetros de camino que hicieron.
Cada pedaleo era quirúrgico. Tenían que guardar el equilibrio entre la bicicleta, la virgen que llevaba amarrada en la espalda y la pila de cobijas que tenían sujetas al portabultos.
En ocasiones, el cuerpo de la virgen se recargaba con las cobijas y terminaba por tirarlas, entonces los ciclistas se tenían que parar para acomodar sus pertenencias y regresar al asiento.
La peregrinación era tan larga, que en su paso por Puebla se distribuyeron en todo lo largo de la autopista hacía Orizaba.
En uno de los puentes de la carretera, cerca del municipio de Esperanza, mientras cuatro ciclistas descansaban, contaron que partieron de su pueblo allá por el 23 de octubre con rumbo a la Basílica de la Virgen de Guadalupe en la Ciudad de México.
Después de casi un mes sobre la bici, llegaron a la capital del país. Escucharon misa, estuvieron ahí un día completo y después emprendieron su regreso.
Durmieron en iglesias, en terrenos baldíos, al pie de la carretera, en casetas, en la Basílica y en cualquier lugar en donde veían posibilidad para descansar y tomar fuerzas.
El frío fue el constante acompañante de los ciclistas, quienes además están acostumbrados al tiempo cálido de la península de Yucatán. Pero ante cualquier peripecia tenían claro que –literalmente- la virgen los acompañaba.
Calcularon estar de regreso en su natal Halachó antes del 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe.