Eduardo Rivera Pérez ya no está en pie: suma tres caídas y la lona se le quedó pegada al rostro. Perdió la gubernatura frente a Alejandro Armenta, le arrebataron el control del PAN estatal con Mario Riestra y lo remataron en el comité municipal con la derrota de su alfil Guadalupe Leal.
Lupita se desplomó dos a uno ante Manuel Herrera Rojas, el candidato de Riestra. Rivera primero quiso apostar también por un tal Carvajal, pero como no levantó ni medio bostezo, terminó concentrando sus fichas en Leal. Resultado: ridículo. Herrera los barrió.
Lo peor es que Rivera salió con el discurso de siempre: acusar de tibieza a la dirigencia estatal, exigir más “unidad” y que el PAN ataque día y noche al gobernador Armenta. Cinismo puro: Rivera nunca tocó a Morena ni con el pétalo de un tuit. Barbosa lo quería de compadre, y él correspondió con sonrisas y reverencias.
Así que sí: un tibio acusando de tibios a los tibios.
Metió a algunos de sus fieles como consejeros nacionales, pero eso y nada es lo mismo. Y para colmo, nadie entendió por qué Guadalupe Leal terminó de la manita con El Yunque, el mismo grupo que antes la despreciaba por no ser de familia de abolengo, ni empresaria de apellido rimbombante, ni ficha útil para sus intrigas.
El Yunque de hoy ya no es lo que era: está dividido, sus viejos lobos están más ocupados en cuidar nietos y en tomarse el Riopan que en hacer política.
Rivera, pues, está acabado. Algunos lo imaginan buscando oxígeno en Movimiento Ciudadano junto a Néstor Camarillo, pero su capital político está pulverizado. Nunca formó cuadros, nunca hizo crecer a nadie.
Mientras tanto, Lupita Leal hizo su berrinche de rigor, pero su impugnación ante el Tribunal Electoral apenas generó un bostezo colectivo. Herrera los destrozó dos a uno y les arrebató el último bastión que les quedaba dentro del PAN.
La verdad, ni los propios panistas se emocionaron con esta contienda. En Puebla, la interna del PAN fue un espectáculo de bajo presupuesto, digno de olvido.
Fue, sin metáforas, una pelea de huevos tibios.
Nota bene
Y si llegaste hasta aquí, te presentamos, cortesía de este columnista la receta de los huevos tibios:
- Pones a hervir agua en una pequeña olla con la suficiente que solo los cubra.
- Le agregas un chorrito de vinagre para que no se rompa mientras se calienta durante 2.5 minutos.
- Pasado el tiempo los retiras y usando el chorro del agua enfrías tus dedos y los rompes sobre una taza normal o de dos asas.
Y el punto más importante, afíliate al PAN.