No es que no nos guste estar con la familia, pero llega un momento que tanta convivencia desgasta. Estos reencuentros son muy esperados por muchos y muy temidos por otros, ya que esos buenos deseos y mejores intenciones no suelen acabar bien ¿El motivo? Los inesperados conflictos y discusiones familiares.
Esto sucede porque, en muchos casos, las fiestas reúnen durante varios días o varias horas a personas que apenas tienen un breve contacto el resto del año y, a pesar de que existan los vínculos familiares, puede que en realidad algunos se sientan como auténticos desconocidos que no saben ni de qué hablar.
También, aseguran varios expertos, hay casos en los que sucede todo lo contrario: personas que sufren una especie de radical transformación, es una época donde también afloran los sentimentalismos, en donde parecen tener ataques de cariño y amor hacia todo el mundo o, por el contrario, ataques de histeria, depresión o simplemente una actitud de polémica. Esto también lo vemos a veces con conocidos y compañeros de trabajo, sobre todo si hay alguna copa de más.
Todas las familias deberían llevarse bien y reflejar la típica estampa navideña, pero eso es solo la teoría. La realidad es que no muchas están libres de roces.
Los causantes de las peleas
Aunque al principio pueda parecer divertido reunir a la familia, también es cierto que en confianza afloran conflictos entre hermanos, discusiones políticas entre familiares con posiciones completamente opuestas o, en general, malestares por la forma de ser y los hábitos.
Beber en exceso es una de las causales principales. Si tiene a los clásicos suegros que le dicen siempre cómo educar a los hijos o si tiene pegada a la familia política las veinticuatro horas del día es fundamental que defina un espacio o actividad a solas. Evite gastar en exceso pues esto ocasiona peleas. Respete los espacios de su pareja, no quiera absorber su tiempo evitando que comparta.
Consejos:
- Temas como fútbol, religión o política son los reyes de las peleas, estos temas terminan siendo causales de desacuerdo y sobre todo si alguien ha tomado de más.
- Ponerse en el lugar del otro: pregúntate qué puede estar sintiendo o viviendo la otra persona. De hecho, puede que esté pasándolo peor de lo que imagina y sus actitudes sean un reflejo de lo que está sucediendo en su interior. Por ello se recomienda tener paciencia y comprensión.
- Sea agradecido. Dé gracias por poder reunirse con todos y valórelo. Nunca sabe quién no estará en la siguiente ocasión.
- Abandone la necesidad de tener razón. Nadie jamás gana una discusión y cuando alguien se empeña solo quiere mostrar que el otro está equivocado.
Con información de El País