O al menos eso es lo que se proyecta en la serie de comentarios que se escriben en anuncios que involucren la imagen de una mujer delgada. “Las mujeres reales tienen carne”, “aviéntenle una torta”, “parece costal de huesos”, “mi hermano tiene más chichis que ella”, “no tiene nada de donde agarrarse”, “parece enferma”, y puedo seguir y seguir recreando comentarios que he leído en distintas publicaciones donde aparece una mujer delgada. Y no sólo en las redes, en el día a día: “estás muy flaca”, “te estás quedando sin nada”, “te veías mejor con más carnita”, “ya ni llenas el pantalón”, “pareces un palo”, «ya quedaste desnalgada». Esos últimos, son comentarios que yo misma he recibido, en ocasiones de personas que estoy segura lo hacen sin mala intención, pero que de igual forma se sienten con el derecho de opinar sobre mi cuerpo. Y la verdad es que ni siquiera considero estar tan delgada, conozco chicas que son bastante más pequeñas en proporción que yo, y no porque se maten de hambre o en el gimnasio, simplemente son flacas, siempre lo han sido, pueden comer y comer y no suben ni dos gramos, y lo más importante de todo, están sanas, pero a pesar de que el estar saludable supondría ser lo más importante, varias intentan ganar peso para sentirse más cómodas consigo mismas. La pregunta que me surge es: ¿por qué?
Desde hace algunos años, distintas marcas y grupos autónomos promueven campañas que buscan fomentar el respeto y el amor por aquellos cuerpos que regularmente no verás en las revistas, pero que sin duda son bellos, los “cuerpos reales” ” de “mujeres reales”, como anunciaba cierta marca de jabones. Sin embargo, aunque estas campañas son incluyentes y muestran figuras femeninas diversas, en el inconsciente colectivo no ha quedado del todo claro que las mujeres flacas también son mujeres reales, y desafortunadamente también se les juzga por su cuerpo. No es como que deba de importarles, pero sucede y me atrevo a pensar que incluso con más frecuencia. Basta con un sencillo ejemplo: Se considera políticamente incorrecto o de mal gusto decirle a alguien: “te verías mejor si bajaras de peso”, la persona que recibe un comentario del tipo podría contestar con todo el derecho del mundo algo así como “y a ti ¿qué te importa?” No obstante, las personas no tienen tapujos en dar su opinión con respecto a un cuerpo delgado, opinión que en la mayoría de los casos nadie pidió. Muchos de estos comentarios a modo de “broma” o que podrían considerarse “inocentes” vienen de mujeres. A veces esas mismas mujeres que hablan de enaltecer la “belleza real”, pareciera que lo hacen bajo la condición de que exista una relación con ellas mismas. Cuando se les presenta otra forma de belleza reaccionan atacándola, como si se tratara de un enemigo, cuando en realidad cada quien con sus atributos y diferencias forman parte de un todo, de un concepto que no encaja en moldes.
Si lo que buscamos es fomentar el respeto por los cuerpos reales, tendríamos que comenzar por nosotros mismos a celebrar la diversidad, no atacar lo que no se es. Supongo que yo hubiera disfrutado de tener más curvas, pero no me tocaron y está bien. Por el mero hecho de no tenerlas no significa que deba de atacar a quienes sí las poseen. Simplemente no tendríamos que aspirar a un cuerpo diferente al nuestro, porque la “belleza real” viene en muchas formas y tamaños. Desde cuerpos voluptuosos hasta figuras afiladas.
Quizá todo este asunto sea mucho más simple y se resuma en que el cuerpo de alguien más no debería de ser objeto de juicio. Independientemente si se trata de alguien delgado o alguien robusto. Dejemos de atacarnos con tantos absurdos y hagamos de nuestra convivencia con los demás una práctica sana. Una práctica de respeto mutuo donde valoremos y celebremos nuestros atributos y diferencias.