Tuvimos la oportunidad de platicar con uno de los narradores más sólidos de la literatura mexicana contemporánea: Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1963). Autor de una obra narrativa y ensayística que reta las convenciones, confiesa que su viaje literario no tiene retorno ni destino: va a donde el lenguaje lo lleve. Una voz única cuya postura es más urgente que nunca en un país que está por cambiar de forma radical.
En nuestros tiempos, ¿literatura para qué?
André Gide escribió alguna vez que los escritores siempre tienen que ir a contracorriente y yo creo que en esta época, donde hay pocos lectores, donde la literatura parece influir tan poco en la sociedad, vale la pena insistir y esforzarse en divulgar la crítica vía el lenguaje para tomar consciencia del mundo en que vivimos y convertirnos en seres que piensan por sí mismos y no sólo en consumidores o títeres cuyos hilos no dominamos.
¿Qué buscas actualmente como autor?
Es una pregunta incontestable, acostumbro decir que en esta vida solo estoy dando un paseo alrededor de la literatura. En realidad estoy vagando, empujado por mis impulsos más primitivos, mis intuiciones y me invento destinos. No tengo un objetivo determinado y mi oficio es el oficio de escritor y a ello me he dedicado últimamente (por no decir “casi toda mi vida”).
¿Qué tal se llevan el lenguaje y la política en México?
En general, desde hace décadas, el lenguaje político en México es degradante, no invita a la conversación y a la compresión sino sólo a una guerra fratricida. Toda literatura es conversación y la política tendría que ser también conversación y no una guerra de anatemas y de pedradas verbales y de difamaciones a flor de piel. Un estadista tendría que estar al tanto de la historia y la memoria de su país y proponer un proyecto inteligente y honesto, no promesas vacuas y sobre todo en lenguaje sencillo, no rebuscamientos criminales ni sólo pedradas lingüísticas, yo creo que el lenguaje político es de muy bajo nivel, busca sobre todo influir en la gente no educada, en quien no tiene capacidad de reflexionar al respecto del sentido de las palabras del político. Por supuesto yo no soy afín a ningún partido político, pero como habitante de este territorio llamado México tengo mis opiniones sobre las personas y sus planteamientos éticos. A mí no me importa quién sea el presidente, mientras sea inteligente, mientras sea honrado, que no sea un hombre consecuencia de la corrupción constante que hay en México, pero sobre todo no me importa tanto él sino su proyecto, las personas que lo acompañan en el gobierno y sobre todo la demostración de su honradez y que sepa conversar con las personas, con los ciudadanos pero encontrar un político así hoy en día es difícil, además están muy ligados a los negocios, son a veces meros mayordomos o palafreneros del poder económico que crea cada vez una mayor desigualdad. Al final de cuentas, hacia lo que tendría que tender cualquier sistema político o sociedad es a ampliar la clase media, disminuir a los pobres y disminuir a los ricos; ser rico en un país como México es una majadería, es una ausencia de solidaridad total y es un exhibicionismo ordinario. Por supuesto que yo estoy a favor siempre de un libre mercado, pero siempre regulado y con vías al equilibrio o a la equidad económica.
¿Cómo invitarías a la gente a dar una vuelta alrededor de la literatura?
Yo creo que cualquier puerta es buena, cualquier buen libro, sea de John Fante, de Bukowski, de Thomas Mann, de Melville, de Capote, cualquier buen libro, si se lee con atención, va a despertar tu imaginación; al final de cuentas la literatura tendría que ser vehículo de la imaginación, por eso cuando los políticos no leen tú te preguntas “¿cómo pueden imaginarse espacios alternativos para una mejor convivencia?”. Es imposible ser un buen político o un buen legislador sin lecturas, y eso también sucede con los jóvenes, con los estudiantes: estar pegado a la pantalla del televisor o atrapado en las redes, estar exclusivamente dedicado a una comunicación vacía, sin sentido, no te va a llevar jamás a la reflexión ni al estímulo de la imaginación, por eso es que creo que la lectura de los buenos ensayos y de las buenas novelas formarán algo bueno en quien lo haga. No hay que confiar sólo en la universidad ni en la educación de los padres, hay que buscar construirse uno a sí mismo y la literatura puede ser cómplice de una actividad así.