Era el “Blue Monday” y hacía frío. Twitter decía que era el día más triste del año y aún no se daba a conocer la noticia. Fue temprano, chequé una notificación en Facebook, alguien me etiquetó en una nota, la abrí y el titular decía: «Fallece Dolores O’Riordan, vocalista de The Cranberries». Pensé que era una de esas tantas noticias falsas que andan dando vueltas por la red, corroboré el enlace, se trataba de una página sería, pero me negué a creerlo, así que fui a Twitter (si algo pasa, Twitter lo sabe), escribí su nombre en el buscador y sí, ahí estaba de nuevo la noticia, ahora muchas páginas la compartían y muchos fanáticos consternados tuiteaban al respecto. Me sentí triste, sorprendida. A veces no necesitas conocer a alguien personalmente para que de alguna forma cause un impacto en tu vida.
En los 90’s era una niña, quizá por eso fue la década que recuerdo con mayor nostalgia. Cuando dejé las caricaturas, lo hice cambiándolas por MTV, podía pasar horas disfrutando de los vídeos, aún no entendía mucho lo que veía, pero algo era seguro: me encantaba. Era una época en la que prendías la televisión, escogías dicho canal y al instante te encontrabas con Bowie, Guns and Roses, Depeche Mode, Nirvana, Duran Duran, Aerosmith, U2, entre muchos otros más. Un día cualquiera, comenzó a sonar “Salvation”, me clavé en la pantalla y vi que la voz poderosa que estaba escuchando venia de una mujer diminuta y prácticamente rapada -«Woooww, ¿quién es ella?»- fue lo primero que me vino a la mente. Me llamó la atención que esa figura que aparentemente era frágil tuviera tanta fuerza al momento de cantar e interpretar. No sabía en ese momento que era la misma mujer que cantaba esa canción que tanto había escuchado unos añitos atrás: “Zombie”. Yo apenas tenía once años, así que junté mis “domingos” y me compré el casette de “To the faithful departed”, inicialmente repetí “Salvation” tantas veces que no lo recuerdo, después lo dejé correr y lo amé de principio a fin. “Hollywood” abría el tracklist, y era una canción con tanto poder que me erizó la piel, “When you’re gone” me parecía tan triste, “Bosnia” era un lamento hecho canción; ese disco me hizo pasar de la excitación a la nostalgia y a la reflexión. Tomando en cuenta que a mis once años entendía muy poco inglés, comprendo ahora que eran la música y la voz de Dolores las que me transmitían todo eso. Ese fue mi disco favorito de The Cranberries.
Alguien, no recuerdo quién, (¡perdón!) me regaló el “Everybody else is doing it, so why can’t we?”, su álbum debut, y entonces conocí “Linger”, “I still do”, “I will always” y claro, “Dreams”, y vaya que me enamoré de “Dreams”. La canté hasta el cansancio. Dolores se había convertido en eso que quería ser, tan talentosa, tan única, con su cabello pegado a la cabeza y su voz, esa voz que lograba transmitir tanto. Dolores no sólo cantaba, vivía sus letras al interpretarlas.
Para final de la década de los 90’s llegó “Bury the hatchet”, un excelente álbum del cual disfruté mucho sus sencillos, pero en aquel momento ya se me habían atravesado otras bandas y estaba obsesionada con Placebo y la presencia andrógina de Brian Molko, así que los Cranberries se fueron quedando un poco en el recuerdo, aunque siempre que escuchaba alguno de los temas que conocía los cantaba a todo pulmón.
Con varios años más en mi vida, las letras de Dolores tomaban mayor sentido para mí, pues reflejaban a una mujer fiel a sus ideales, que hizo de sus protestas canciones, una mujer fuerte y con coraje, pero al mismo tiempo lo suficientemente sensible para ver más allá de ella. Desde el escenario o desde el estudio de grabación, Dolores le habló al mundo de las injusticias, del amor romántico, de la pérdida, del amor de madre, de las promesas rotas. Dolores era demasiado humana.
Unos meses después de perder a mi madre, en el 2009, volví a escuchar “When you’re gone” y lloré, lloré de verdad, un llanto de esos que te ahogan y no te dejan ni respirar, pero cuando pasa deja mucha calma. Ese momento me hizo regresar a los Cranberries. Después llegué a Puebla, y el Rockpub Cholula se convirtió en mi segunda casa. Era divertido y tenía la oportunidad de escuchar a las bandas en vivo e inevitablemente cada que se presentaba alguna agrupación con una chica como vocalista, interpretaban “Zombie”, y yo también me aventaba algunos palomazos con la canción. Los temas de Dolores, sin querer, seguían siendo parte de mi vida, el soundtrack de mis días.
Ayer, cuando leí la noticia, sentí una especie de pérdida, Dolores nunca fue mía, pero sí hice parte de mi vida sus temas.
Dolores O’Riordan seguirá siendo una figura importantísima para todas aquellas niñas que crecimos escuchándola y viéndola. En una época donde la escena musical estaba dominada por hombres, Dolores logró que las disqueras volvieran a fijar los ojos en agrupaciones lideradas por mujeres. Blondie se había separado a inicio de los 80’s y nadie le apostaba a ese tipo de bandas, hasta que llegaron los Cranberries con esa diminuta chica de voz poderosa y personalidad misteriosa. Dolores O’Riordan le abrió las puertas a bandas como The Cardigans, No Doubt y Garbage. Para final de los 90’s ya conocíamos el término “Girl Power” y en gran parte fue gracias a Dolores O’Riordan.
Hace algunos años, durante una entrevista, Dolores reveló que ella también era una sobreviviente: fue abusada sexualmente desde que tenía ocho años hasta que cumplió doce, y esos abusos desencadenaron una serie de trastornos mentales como depresión, ansiedad y anorexia, pero fue su amor por la música lo que logró motivarla para seguir adelante. Ella logró convertir su dolor en fuerza y con ello nuevamente inspirar a víctimas de abuso a no dejarse caer.
Dolores se fue con apenas cuarenta y seis años, dejando el legado de su música. Quizá ella lo supo, quizá no, pero su existencia impactó la vida de muchos y hoy sentimos un pequeño vacío.
¡Hasta siempre, Dolores!