Las auroras ya de por sí son fenómenos extraordinarios cuya belleza es difícil de explicar, quizá sea por esto que los científicos por muchos años desestimaron los relatos de los lugareños sobre los sonidos que producen. Debido a que son eventos que rozan con la magia, fácilmente se prestan para que en las experiencias de los espectadores, intervengan fenómenos psicológicos. Pero más de una persona ha declarado haber escuchado explosiones sordas, zumbidos o sonidos extraños durante las auroras.
Otra de las razones por las que no se le prestó atención a los relatos, es una cuestión de altura. Las auroras se producen a una distancia de aproximadamente 100 kilómetros desde la superficie terrestre. En aquella exorbitante altitud es imposible que se produzcan sonidos que lleguen hasta nuestros oídos. Bajo ese argumento, se desestimó todavía más la posibilidad de que las auroras produjeran sonidos audibles para los humanos.
Imposible no, extraño sí
El primer intento de darle validez científica a estos relatos fue el artículo escrito por el astrónomo canadiense Clarence Chart, en 1923. En él, argumentaba que el movimiento de la aurora boreal altera el campo magnético de la Tierra. Y que, por lo tanto, se suscitan cambios en la electrificación de la atmósfera, incluso a distancias muy largas.
Según Clarence, dicha electrificación produciría un crujido mucho más cercano a la superficie terrestre cuando se encuentra con objetos en el suelo. Podría ser en cualquier objeto, como el pasto, la ropa o las gafas del observador. En ese sentido, abrió un campo para cavilar la posibilidad de que los relatos resultaran ciertos. Sin embargo, su artículo perdió relevancia y quedó en el olvido, hasta que en la década de los 70, dos físicos aurorales decidieron echarse un clavado a evidencias anteriores. Descubrieron el artículo de Clarence y corroboraron lo descrito por el astrónomo.
Hoy en día su teoría es bastante aceptada, los relatos pasaron de ser leyendas a convertirse en evidencia real. Existen distintas investigaciones al respecto, pero una de ellas realizada en 2016, fue la que confirmó finalmente que las auroras sí producen sonidos audibles para los humanos. Lograron capturar los ruidos que se originaron a 70 metros sobre la superficie terrestre, confirmando con esto, la teoría de Clarence.
Pero, aunque ahora sabemos que no es imposible escuchar sonidos de auroras, sí sabemos que es extremadamente raro. Se cree que sólo en el 5% de las auroras es posible escuchar su crujir y para que así suceda, deben conjugarse una serie de condiciones óptimas. Y aunque no es lo mismo escuchar este chispazo sordo desde lo alto de las montañas nevadas que mediante un dispositivo, es una vía mucho más rápida para escuchar el sonido que las auroras producen. ¡Impresionante!
(Con información de Ecoosfera)