Como dijera el crítico y actor García Riera, “el cine es mejor que la vida, porque es su versión editada y sublimada”. El séptimo arte vuelve lo bueno algo maravilloso y depura lo terrible, haciendo de lo catastrófico algo escalofriante, pero al mismo tiempo lejano, ficticio. El cine nos sitúa como posibles actores de una trama que podría o no sucedernos.
Más que ser una mera forma de entretenimiento, el buen cine nos concede la oportunidad de ponernos en distintos escenarios y así barajear, por medio de suposiciones fantásticas, las decisiones que también fuera de la pantalla tomamos día con día. El arte fílmico se teje siempre con los hilos de otras disciplinas, la música, la literatura, la fotografía y varios recursos más configuran esa monstruosa labor de rodar una película.
Un largometraje con valor artístico también evoca un profundo mensaje ético o existencial, un terruño habitado no sólo por múltiples escenas, sino también por una reflexión oportuna de lo que ellas proyectan. Las estampas encontrarán, de alguna manera, una atmósfera común a la del espectador, fundarán un terruño en el cual ambos puedan morar, borrando la edición entre la pantalla y quien ya ha formado parte, desde su butaca, de la trama del film. Ese espectador que, tras acabar la película, podría quedar marcado no sólo por las imágenes, sino, y, sobre todo, por lo que subyace a toda obra cinematográfica: el mensaje, el discurso, los mundos compartidos que brotan desde las palabras.
¿Hacer real la ficción, o hacer ficción la realidad? En este breve curso me interesa, en comunión con mis invitados, explorar las diferentes vertientes filosóficas que podremos encontrar a lo largo de las cuatro películas que se proyectarán a lo largo del mes.
Estructura del taller:
Nacer
Copia certificada (Copia conforme), Abbas Kiarostami, Francia 2010.
Recuerdo la frase de una película francesa que vi hace algún tiempo en la cual el protagonista, un curador obsesionado con el tema de la originalidad frente a la copia en el arte, concluía contundentemente que “cada falsificación escondía siempre algo de auténtico”. Esta obsesión circular, aunque siguiendo su propia trama, es el epicentro de “Copia certificada”, el último largometraje de Abbas Kiarostami. Un film que a pesar de no ser el primero en hablar de aquel tema ya muchas veces tratado también por la historia del arte y la estética, no deja de ser único, y en una de esas, en algún “detalle sin interés, o un trazo inesperado”, es con el que tomamos consciencia de esa “originalidad” del cine del Kiarostami.
Porque toda obra, pero también, toda vida, aunque haya estado rendida a la simulación, a la falsificación y las apariencias, siempre conserva alguna huella propia, alguna marca que la diferencia, aunque sea en mínima manera, de ser completamente igual a todo lo demás. Toda copia, o intento de emular algo que no nos pertenece, conserva una insignia que ha dejado el copista para ser identificado, aunque incluso haya sido un falsificador o un embustero de su propia vida y de sus relaciones con los demás.
Quizá la desgracia radique en no ser conscientes de manera clara y distinta, en qué momento de verdad tenemos una idea original, o hemos creado algo completamente nuevo, y en qué momento sólo somos meros repetidores del pasado. ¿El amor se puede falsificar, podemos construir una relación distinta a todas nuestras relaciones anteriores? A lo mejor el profundo malestar existencial que a veces sentimos también deriva del hecho de saber que para el otro nunca somos irremplazables. Quizá toda amistad “nueva”, todo amor, y toda “nueva” vida, no sean más que la copia, a veces más perfecta, de una anterior. Y esto enseñanza final no sé si la entendí de la película francesa sobre el curador de arte, o del último, pero no el último en su especie, largometraje del ya muerto director, Abbas Kiarostami.
Objetivos de la primera sesión:
Analizaremos, rastreando en breve sus antecedentes históricos, entre la originalidad y la copia en el arte, deteniéndonos en esta idea del arte conceptual y de los Ready Made: ¿No pasa a veces algo parecido con nuestras vidas?
Trasladaremos el debate al plano existencial. ¿Es posible tomar decisiones de manera autónoma, sin tender a repetir o elegir patrones copiados de nuestro pasado?
¿Hasta dónde podemos decir que también existe siempre un tipo de falsificación de las emociones?
¿Por qué es importante dejar de, como se menciona en el film de Kiarostami, “dejar de ser infelices por culpa de buscar un ideal”, de casarse con una idea fija de originalidad y autenticidad”?
2. CreeSer
El Discípulo, Kirill Serebrennikov, Rusia, 2016.
“Veniamin es un adolescente preso de una crisis espiritual, durante la cual ha sometido a su madre, a sus compañeros de clase y a la preparatoria entera con una serie de cuestionamientos radicales: ¿Por qué las chicas deben usar bikini en las clases de natación? ¿Es necesario impartir educación sexual en las escuelas? ¿La teoría de la evolución se debe enseñar en la materia de Ciencias Naturales? Paulatinamente, los adultos que lo rodean se ven sobrepasados por las contundentes afirmaciones del joven, quien para todo se escuda en las “Sagradas Escrituras”. La mayoría evita cuestionarlo, permitiendo que sus imposiciones se fortalezcan. Elena, su maestra de biología, es la única que abiertamente lo confronta en sus creencias fundamentalistas y encamina toda su fuerza y voluntad para frenarlo y desenmascararlo” (Sinopsis tomada de Tonalá TV)
Objetivos de la segunda sesión:
Se analizará la película desde el énfasis y la alarma que puede provocar un pensamiento fanático. Para ello retomaremos primeramente el pensamiento platónico sobre la moral, que no sólo fue la fundadora de la filosofía occidental, sino también, de gran parte de los valores que aún hoy en día nos rigen.
Revisaremos en breve fragmentos de la obra de Nietzsche, en concreto su crítica a la moral occidental: esa que erigió estrictos parámetros de conducta que fueron legitimadas, de inicio, en autoridades alejadas de la razón humana. Esa misma moral que dividió al mundo en dos: en un mundo de apariencias, donde la sensibilidad y las pasiones nos engañan, y en un mundo perfecto, pero de carácter incognoscible. Condenando de manera tajante “la vitalidad, lo rebosante, que reprime todo lo que pudiera ser “una acción fuerte, libre y alegre”.
Valoraremos cómo esta moral nos hizo olvidar lo importante para concentrarnos no sólo en “mundos” invisibles, sino también en interpretaciones unilaterales y rígidas de la vida que nos han robado un poco el placer de vivir más libremente, asumiendo siempre demandas ajenas y no aquellas venidas de nosotros mismos. Esa misma moral radical y anquilosada que en la película de “El discípulo”, orilla a un adolescente a la locura, al fanatismo y a la anulación violenta de quienes no piensen como él.
3. Amar
45 años (45 Years), Andrew Haigh, Reino Unido, 2015.
Todos hemos sucumbido a la telaraña del eros, quedando enredados en creencias amorosas por años, incluso la ilusión llega a durar toda la vida. Pero ¿qué pasa cuando las historias tejidas en comunión del otro por décadas se derrumban ante algún tipo de descubrimiento de un secreto escondido?, ¿ante el demoledor emerger de la verdad? Quizá algo así podría no sólo costarnos la salud mental, sino también la vida, porque muchas veces, algunos sólo podemos, desde la legitimación del pasado, seguir afirmando el deseo de continuar hacia el futuro. Cuando encontramos que una persona a quien hemos consagrado tantos años de nuestra vida era solamente el frágil espejo de nuestros afanes, la proyección de nuestras ilusiones, que, tras romperse, sólo develan una verdad, la del engaño: la total falsificación de eso que creíamos debería ser el amor. Nos volvemos víctimas, no del otro, si no de nuestros pensamientos y pasiones, que destruirán a casa paso, el sentido por tantos años construidos en una quimera.
Sobre el rompimiento de este espejo de ilusiones que destaja el corazón y el pasado de la protagonista, Kate (Charlotte Rampling), trata “45 años”, un largometraje tan duro como puede serlo a veces la frustración al descubrir una gran mentira. Pero en el fondo, un filme que sugiere cierto optimismo, que traza varios posibles caminos: o sigues en la inmovilización del sufrimiento más hondo que provoca la indecisión, o simplemente, como cuando tiras a la basura las piezas rotas del espejo, continuas con tu vida, aunque estés en el último capítulo de ésta.
Objetivos de la tercera sesión:
Analizaremos el tema de la desilusión -que merodea el filme-, muchas veces propiciada por la idea del amor cortés.
Haremos un rastreo breve de cómo nace y qué es el amor cortés en su sentido histórico, y cómo a veces ha sido el responsable de (no) conocer al otro a partir de la falsificación de su realidad y libertad, emplazándolas por nuestros parámetros y fantasías.
Retomaremos breves fragmentos de Freud y de Žižek con respeto a la disociación de lo que la mujer ha sido para muchos hombres, quienes han preferido ponerles una máscara más adecuada a sus valores, que respetarlas desde su propia condición. Escribe Žižek en Mirando al sesgo: “la elevación de una mujer terrenal común a la condición de objeto sublime siempre entraña un peligro mortal para la desdichada que debe encarnar a la Cosa, puesto que <<La Mujer no existe>>”.
4. Agonizar
El valle del amor, un lugar para decir adiós (Valley of love), Guillaume Nicloux, Francia, 2015.
Hay que enfrentar la inevitable finitud desde esta existencia y sólo desde aquí, porque ninguna otra existencia nos será posible post-morten. Esa finitud implica, más que darnos cuenta de nuestra propia muerte, el estar negociando constantemente con el duelo, con el doloroso adiós de la gente a la que amamos. La vida es así una retirada lucha en contra del sufrimiento, una que sólo se libra con la resolución de los duelos, no sólo del inevitable duelo por el cual tenemos que atravesar cada vez que se nos muere alguien querido, si no también en el momento de tener que decir adiós a una relación amorosa, de tener que afrontar un divorcio, o el rompimiento de una amistad.
Sobre los duelos y la imperante necesidad de vivirlos de forma consciente para poder seguir viviendo, trata “El valle de amor”. Un largometraje que no niega la realidad del sufrimiento, y la necesidad de detenerse en él, de escudriñarlo hasta su último origen, de padecerlo, esto como la única forma de también poder amputarlo, de lograr despedirse de manera amorosa de a quienes amamos en el pasado pero ya no estarán más en nuestras vidas de la forma en que estuvieron en el pasado, pero seguirán siendo parte de nuestra historia, de una que es siempre compartida y proyectiva, un rompecabezas por completar que está construido también por esas piezas primordiales del pasado.
Objetivos de la cuarta sesión:
Analizaremos, desde la filosofía, el tema de la tanatología y la sugerencia terapéutica para afrontar los duelos, no sólo por la muerte de un ser querido, si no también, por el rompimiento de una relación amorosa, o una amistad. Trataremos de ahondar en la película a partir de esta meditación filosófica, sobre todo guiada por fragmentos de una obra póstuma e inacabada de Paul Ricoeur: “Vivo hasta la muerte”.
Debatiremos sobre la posibilidad de cerrar un duelo con personas que nos han hecho sufrir en el pasado, la pregunta que guiará nuestra discusión será una premisa que se encuentra en el filme: “Una vez que amas a alguien, lo amas por siempre. Si odias a alguien con quien viviste es porque nunca lo amaste realmente”.
¿Cómo es posible afrontar un duelo sin odio? ¿En que nos puede servir la filosofía para lograr despedirnos del otro sin violencia, y con amor?
Imparte: Julieta Lomelí
Doctorante en Filosofía. Mujer de trasmundo. No es apta para «esta orilla», pero sí para construir en granito una isla interior donde habitan monstruos marinos, amenazas metafísicas y todo un océano de excedente de sentido. Escribe ensayo y arrenda un piso en el costoso edificio de la filosofía.
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