El veganismo y la alimentación basada en plantas son cada vez más comunes. Las razones para adoptar estos estilos de vida van desde la lucha por los derechos de los animales hasta razones médicas que impiden la ingesta de uno o más alimentos de origen animal.
La empresa española NovaMeat es pionera y en 2018 imprimieron su primer filete vegetal. Esta técnica permite colocar filamentos cruzados parecidos a la estructura de la carne. Por lo tanto, no solo se trata de la vista, sino de una experiencia en la que el sabor y textura son significativamente similares al producto original.
Han impreso con éxito carnes parecidas a la ternera y al cerdo con ingredientes como el arroz, los guisantes, el extracto de algas, el jugo de remolacha y el aceite de oliva. Su ambición es imprimir también sustitutos de pollo y mariscos.
Por otro lado, encontramos a Redifine meat, empresa de origen israelí cuya motivación principal es generar un menor impacto medioambiental en comparación con los procesos ganaderos tradicionales.
Actualmente, sus impresoras producen entre tres y seis kilogramos de carne vegetal por hora, pero aspiran a producir 250 kilogramos al día con la promesa de un producto libre de colesterol, alto en fibra, y que replica olor, color y textura al más puro estilo de un trozo de carne.
Otra opción son las carnes producidas a partir de células madre. La compañía Aleph farms crea las condiciones adecuadas para que las células se desarrollen y de ese modo crea una “bio-tinta” con la cual se imprimen cortes de carne.
La idea es que ningún animal sea sacrificado para que su carne se consuma. Así, se obtendrían sólo algunas células de un ejemplar sano y se cultivarían para su crecimiento y posterior consumo.
Se enfocan, principalmente, en la carne de ganado vacuno porque a él se debe una gran cantidad de gases de efecto invernadero, pero no descartan producir otros tipos de carne en un futuro cercano.
Como información adicional, Atlast foods ofrece hongos micelios como sustituto de los cárnicos. Se trata de hongos subterráneos de un gran tamaño y aseguran que su sabor y textura son sumamente cercanos a lo que esperamos de un filete.
El proceso de producción de estos hongos consume 100 veces menos agua que la crianza de cerdos destinados a la industria alimentaria.
Acciones como estas demuestran que la búsqueda por una innovación sostenible no cesa y la gastronomía no debe quedarse atrás.
Con información de The Gourmet Journal