No es la letra de una canción de reguetón, se trata de los deseos más profundos y obscenos de uno de los más grandes músicos que ha dado la humanidad. Su música es sublime, sus óperas no tienen parangón y la forma de expresar su deseo sexual nos demuestra que en cualquier época del mundo, el sexo, siempre ha sido carnal y sucio.
Wolfgang Amadeus Mozart fue, sin duda alguna, uno de los músicos y compositores más importantes del Clasicismo. Pese a fallecer a la temprana edad de 35 años influyó enormemente a artistas como Hummel y Beethoven. No obstante, el genio que recorrió Europa durante una década tenía una vida privada de lo más extraña.
En su veintena entabló una estrecha amistad con su prima Marianne. Dicha relación, desaprobada completamente por su padre, no era un simple lazo familiar, sino que entre ellos surgió un amor que queda patente en las cartas que el reconocido artista le enviaba. «Acogeré tu noble persona como bien merece, te sellaré en las nalgas mi membrete, te besaré las manos, dispararé la escopeta del ano, te abrazaré de más, te pondré lavativas por delante y por detrás, te pagaré cuanto te debo sin descuidar ni un pelo y soltaré -y que resuene- un señor pedo (y quizá también algo sólido)», escribía a su amada prima.
Y es que, además de estar enamorado de Marianne, era asiduo a emplear un humor fecal que llama la atención en las cartas del compositor. Tal y como explica el escritor Simon Sebag Montefiore en Escrito en la historia (Crítica), las primeras creaciones mozartianas trataban «con su anárquico torrente de bromas, aliteraciones, canciones, ecos y repeticiones» escatológicas donde aunaba las obscenidades hacia su prima con su gusto por la defecación.
Este «humor escandaloso» contrasta a su vez con los escritos que le dedicaba a su mujer Constance Weber, con quien tuvo seis hijos. En sus correspondencias no se aprecia el tono con el que se expresaba con Marianne y, según el autor, adopta un estilo más juvenil: «Me excito como un chaval cuando pienso en estar contigo otra vez; si la gente pudiera ver mi corazón por dentro, casi debería sentirme avergonzado».
Mozart murió tras intensos dolores y vómitos el 5 de diciembre de 1791 sin saber que, siglos más tarde, se haría pública su faceta más sexual y escatológica. «Como si hubiera querido, con la boca, imitar los timbales de su Réquiem», suspiró antes de desvanecerse para siempre. Así, el músico enamorado de su prima, fallecía prematuramente debido a un reumatismo.
Con información de El Español