En muchas historias vemos monstruos o seres acechando a los buenos, haciendo sufrir y cometer tortura; pero ¿qué sucede cuándo pasamos a la vida real esos monstruos? Esos seres están dentro de uno, ese caos y paz que habita en nuestra mente. Esos trastornos son seres malignos que nos hacen cometer maldad, esa enfermedad mental que no es controlada ni tratada se puede trasformar en un ser de maldad, en una bruja que puede cometer asesinatos, violar, decapitar, morder y torturar por el simple hecho de su trastorno mental, de su alucinación que es guiada por lo perturbador de su inconciente y es cuando nos topamos con The Witch, una película de terror que fue duramente criticada por su estructura y narración lenta pero que realmente deja muchas buenas impresiones, incluso esta tan bien detallada que la vuelve hermosa en su lado perturbador.
The Witch dirigida por Robert Eggers y con el reparto de Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, Harvey Scrimshaw, Lucas Dawson, nos narra “la historia de un matrimonio de colonos cristianos, con cinco hijos que viven cerca de un bosque que, según las creencias populares, está dominado por el mal. Cuando el hijo recién nacido desaparece y los cultivos no crecen, los miembros de la familia se rebelan los unos contra los otros: un mal sobrenatural les acecha en el bosque cercano”.
Es una película que en una forma muy particular nos adentra a ese mundo siniestro, oscuro, donde el miedo radica no en lo que pueda salir o brincar en la pantalla, sino en las acciones, reacciones y encuadres que nos muestran; por lo tanto no es la típica película de terror; sino que profundiza esa atmósfera turbia y de tensión. También su manera de mostrar a la bruja como ese miedo colectivo de los fanatismos religiosos de la época y cómo puede lograr afectar mentalmente a las personas que lo rodean en un efecto de histeria colectiva ya que muestra los miedos que cada personaje puede tener y los plasma; es decir cada monstruo es representado por el miedo y la histeria.
En cuanto a la narrativa, la primera parte se toma su tiempo medido para explicar, presentar y mostrar la dinámica del film, sin presiones ni ir al grano; ya que se maneja de una forma un tanto artística y una fotografía bien pulida planos largos, colores en escala de fríos un tanto saturados pero que nos mantienen en su atmósfera melancólica, utilizando mucha luz de velas que nos atrapan y nos da un tanto de tranquilidad; junto con actuaciones que te envuelven por la época como nos hacen pensar en la locura de cada personaje y quién podría estar más loco. En cuanto al soundtrack, nos adentra a ese mundo de locura, miedo, terror y sobretodo de tensión, muy bien marcada y utilizada para dar ese toque terrorífico.
The Witch es una película que en lo particular disfruté enormemente y no sólo por ser un fanático de las películas de terror y horror sino por las metáforas y analogías psicológicas conductistas que tiene durante toda la trama, tanto en la “unión” familiar, como el desarrollo de los pequeños, como el de la protagonista, ese paradigma sobre la religión y la histeria incluso la analogía de la manzana y la cabra, cada elemento nos mantienen en la psique y nos hace cuestionar nuestra propia mente. Como en efecto cada combinación de su paleta de colores refleja esa psicología tanto melancólica como tristeza o desesperación; y en cuando al film nos cuestiona que puede ser real y que no; ya que los últimos minutos uno se puede preguntar que si todo sucedió por una “enfermedad” mental o realmente fueron las brujas. Simplemente, The Witch es un film perturbadoramente hermoso.
-Ganó el premio de mejor dirección en la categoría de drama en el festival Sundace de 2015.
-Ambientada en 1630 basado en la primera histeria de brujería en la colonia inglesa de Nueva Inglaterra, 62 años antes de los juicios de Salem
-La mayoría de los diálogos están basados en los textos que dejaron los puritanos de la época.
-Fue filmada en 25 días.
-La Iglesia Satánica ha apoyado la película.
-El lenguaje que usa la bruja es llamado Enochiano, un idioma místico creado por el ocultista John Dee en 1581.