Primero fue HBO, el canal que entendió el valor de las series de televisión. Que ya no era
nada más un capítulo que iniciara y concluyera ahí. Fue armar una novela en episodios. Ya
antes había ocurrido con miniseries, pero nadie se había atrevido a hacer algo como HBO.
Fue Los Sopranos la primera que arrancó con una historia de la mafia, de ahí fue Netflix
que, con su sistema de streaming nos conquistó con series como House of cards, y sin
pasar por alto, Breaking Bad que revolucionó a la televisión.
Buena parte de la vida social se construye sobre este contenido. A nadie sorprende que un amigo comente que ayer se acostó a las cuatro de la mañana porque no podía parar de ver, por ejemplo, Juego de Tronos.
Sentarse a ver series ya es una actividad normal que nos quita horas y horas de vida. Reproducir siguiente capítulo. No te vayas. ¿Has terminado la temporada? No te preocupes, te recomendamos estas series en función de lo que has visto. O estas películas, por si deseas cambiar de formato. O, por qué no, hazte un maratón.
Todo el fin de semana sin moverte del sofá para ponerte al día. Para acordarte de dónde te habías quedado. Netflix, HBO, Prime y otras más, ganan dinero con nuestro tiempo, con nuestra atención. Gabriela Paoli, psicóloga experta en adicciones tecnológicas, comenta que a su consulta cada vez llegan más pacientes con este tipo de comportamiento. “Algunos me dicen que están con tres monitores a la vez. En uno juegan, en otro ven una serie y en el tercero navegan”, asegura.
La industria audiovisual ha estudiado las necesidades de los usuarios, gracias en buena medida a unos algoritmos diseñados para interpretar gustos, navegación y comportamientos. A partir de aquí, lo demás viene rodado. Facilidad de acceso, en poco más de un clic, y una oferta que nos desconecta de problemas cotidianos. En palabras de Marian García, directora de Orbium Desarrollo, el consumo voraz de series sirve como anestesia vital. Un método de evasión ante el sufrimiento emocional o la frustración generada por la cotidianidad. “Dejamos de ver el mundo que nos rodea. Hay que reflexionar sobre cuánto tiempo hago un ocio saludable y cuánto invierto en esto. A mis pacientes les aconsejo un máximo de dos horas de series y películas cada día”, precisa.
La recomendación es 120 minutos
Es el tiempo a partir del cual el cerebro comienza a distraerse. El punto de inflexión antes de comenzar a distraernos, cansarnos y estresarnos. “Se trata del umbral a partir del cual disminuye nuestra atención al 100%”, sostiene Paoli.
Endorfinas y dopamina
Detrás de la voracidad, del enganche seriéfilo, existe una explicación fisiológica. La segregación de endorfinas y dopamina que recompensa a nuestro cuerpo ante la satisfacción de no parar de consumir capítulos y capítulos. “El cerebro es muy vago. Si le das algo que alimenta su bienestar, enseguida te recompensa. Luego te das cuenta de que has estado muchísimo tiempo haciendo únicamente esa actividad”, razona García.
La pandemia ha agudizado la reclusión en casa. Aquí es donde el ocio digital se hace fuerte. El ascenso imparable de usuarios se ha detenido en estos últimos meses, pero cualquier plataforma cuenta sus suscriptores por millones.
La mayoría de expertos coincide en que hablar de consumo responsable resulta casi impropio en este sector. Con los videojuegos o las apuestas online nadie duda en poner sobre la mesa la adicción. Con las series y las películas, el discurso difiere. La tecnología ha acercado y acelerado un entretenimiento mundial. Un fenómeno que continúa creciendo.
Con información de El País