Llega el otoño y los días se acortan, las temperaturas descienden, la luz es cada vez más escasa. En este momento del año, algunas personas empiezan a sentirse más cansadas y tristes que de costumbre, tienen pensamientos negativos y perciben un aumento considerable en su apetito. Estos síntomas, en menor medida, pueden corresponder al conocido como winter blues o “tristeza estacional”. Sin embargo, cuando los síntomas se acentúan y alteran la salud física o psicológica de la persona, decimos que esta padece Trastorno Afectivo Estacional.
El Trastorno Afectivo Estacional (TAE) es un tipo de depresión ligada a las estaciones que aparece durante el otoño y el invierno y, en la mayoría de los casos, termina cuando llega la primavera y el verano. El TAE afecta aproximadamente al 10% de la población, siendo más habitual en mujeres, jóvenes, personas que viven en países sombríos o alejados del ecuador y personas con familiares que han padecido depresión.
Aunque se sabe que el TAE puede ser propiciado por múltiples factores, tanto biológicos como psicológicos, se desconocen las causas exactas que provocan este trastorno. Los investigadores han observado que las personas que padecen TAE suelen tener un desequilibrio en la producción de serotonina (que afecta al estado de ánimo) o de melatonina (una hormona que regula el sueño) y falta de vitamina D.
La importancia de la luz en el Trastorno Afectivo Estacional
Por otro lado, el TAE está directamente relacionado con el ciclo de luz y oscuridad (la sucesión entre el día y la noche) y el ritmo circadiano del cuerpo. Los cambios ambientales que se producen durante los meses de otoño e invierno alteran el equilibrio que hay entre los ritmos circadianos internos y los del entorno y, de esta manera, causan un desequilibrio que provoca cambios en la conducta y el estado de ánimo.
Otros estudios apuntan a que las personas con una sensibilidad baja de la retina a la luz tienen más probabilidades de padecer TAE, ya que esta sensibilidad altera el correcto procesamiento de la misma, induciendo a algunos de los síntomas del trastorno.
A nivel psicológico, los principales factores que pueden provocar TAE son muy similares a los que conducen a la depresión. Estos factores suelen causar determinados síntomas físicos, como, por ejemplo, la fatiga, el sueño o el aumento del apetito, que acaban produciendo alteraciones tanto físicas como cognitivas.
Prevención y tratamientos para el Trastorno Afectivo Estacional
Dada la estacionalidad que caracteriza este trastorno, el 70% de las personas diagnosticadas de TAE lo vuelven a padecer al año siguiente, por eso la prevención del mismo es crucial. Llegado el momento, reforzar ciertos hábitos saludables como dormir bien, evitar las pantallas por la noche, dar paseos al aire libre, exponerse a la luz natural, comer bien o tener un buen entorno social, pueden ser de gran ayuda para evitar el TAE.
Si, pese a esto, los síntomas empeoran, lo recomendable es acudir a un equipo sanitario de referencia para que realice un diagnóstico y determine el tratamiento adecuado al caso del paciente. Los tratamientos más comunes suelen ser la terapia lumínica, dada la importancia que tiene la luz en este trastorno, la terapia psicológica, que puede ser de gran ayudar a la hora de prevenir futuros episodios, y, a nivel farmacológico, la administración de melatonina o antidepresivos.
Así, a diferencia de otras patologías, el Trastorno Afectivo Estacional tiene cura. Lo importante en este caso es reconocerlo a tiempo y recurrir a profesionales de la salud acreditados tanto para paliarlo como para evitar sufrirlo en el futuro.
(Con información de National Geographic)