La humanización de los animales es un fenómeno en alza: en países como Estados Unidos, la gran mayoría considera que las mascotas son hijos de hecho. Pero, aunque hay ciertas similitudes, una cosa es un animal y otra, un hijo.
David Sedaris, uno de los cronistas más lúcidos del actual Estados Unidos, explica en un reciente ensayo para la revista The New Yorker cómo ve su país tras la pandemia. El escritor viaja por diversas ciudades y en su periplo destaca la presencia de adultos mimados que se niegan a ponerse la mascarilla, de adolescentes mimados cuyos padres se niegan a que trabajen y de mascotas mimadas, que reciben la aprobación generalizada.
El autor describe una escena en un hotel de cinco estrellas, en Washington, D.C: “En el desayuno, observo cómo, en la mesa de atrás, una mujer pide un plato extra. Lo llena de huevos fritos y bacon y lo deja en el suelo, para que su perro, un pequeño terrier, coma”. Al acabar, cuenta Sedaris, el perrito deambula por el comedor. Su correa extensible bloquea el paso de los comensales, pero a nadie parece molestarle. De hecho, el perrito recibe todo tipo de elogios. Una mujer le anuncia a la dueña del terrier que ella también tiene “dos bebés peluditos” esperándola en casa. “Debe de ser muy duro estar separada de ellos”, observa la dueña del terrier. “Lo es, sí”, le responde, “pero pronto verán a su Mamá”, responde la otra.
La mujer no hablaba en broma.
Los animales de compañía se han convertido en un pilar emocional para mucha gente y en un mercado gigantesco. En paralelo a un descenso de la natalidad, aumentan las personas que tratan a sus perros o gatos como hijos.
El fenómeno de la humanización de los animales de compañía se está acelerando. De hecho, hemos pasado de ser una sociedad que los maltrataba a mimarlos en exceso.
Animales consentidos pero infelices
“Como educador canino veo que, en general, el cariño que la gente proporciona a sus perros es más un premio para los humanos que para el animal”, explica Carlos Carrasco, educador canino y autor del libro Haz equipo con tu perro.
Está harto de lidiar con animales a los que dejan solos todo el día, “aburridísimos y estresadísimos”, y cuando sus dueños llegan: “Como también pasa con los hijos, se sienten culpables y tratan de compensar mimando al perro a muerte: le hacen grandes fiestas, lo hiperexcitan, lo tienen en brazos, lo achuchan como si fuera un bebé… Y esto deriva en problemas de ansiedad, hiperapego y comportamiento que le causan sufrimiento”.
¿Se ha perdido la cabeza al tratar a los animales como a hijos?
Este especialista en comportamiento animal lo tiene claro: “A ver, una relación sana entre perro y dueño tendría que ser una relación en la que el dueño tratara a perro como animal. ¡Fíjate que mi principal trabajo es explicar a la gente lo que es un perro! Que entiendan que no es un niño con pelo sino… ¡Un animal! Con sus instintos y necesidades y sus pautas naturales de comportamiento”.
El 89% de los solteros y el 91% de los que viven en pareja consideran que las mascotas son hijos de hecho.
¿Un perro no puede ser un hijo, entonces?
“No”, responde Carrasco, sin dudar. “A ver, podemos quererlo mucho y es evidente que es un integrante de la familia, y por eso lo trataré bien, cuidaré de su bienestar, de alimentarlo lo mejor posible, de cuidar su salud, de proporcionarle el ejercicio físico y mental y la estimulación que necesita para estar sano y equilibrado…. Pero son animales. Son perros. O gatos. No son mis bebés ni mis hijos. Eso no lo pierdo de vista”.
Carrasco tiene muy claro que al tratar a un perro como a un niño “no lo estoy respetando, porque le pones una responsabilidad que no le corresponde”. Sin embargo, es cierto que en algunas cosas, las mascotas -en especial los perros- son como criaturas: “Necesitan límites y normas, necesitan ejercicio físico y mental”. Un equilibrio que no se da achuchándolos constantemente ni vistiéndoles con accesorios de marca ni gastando una fortuna en productos de belleza.
“Si pensáramos en el bienestar del perro, quizás lo que tendríamos que hacer es, en lugar de mimarlo gratuitamente, dedicarle tiempo para hacer suficiente ejercicio físico, ponerle límites y normas y comunicarnos de una manera adecuada con él”. Sin embargo, “esto no está pasando”, asegura.
Con información de La Vanguardia