La rectora de la BUAP, Lilia Cedillo Ramírez, en todo momento ha ponderado el diálogo con los estudiantes de la máxima casa de estudios en la entidad. Ha instalado mesas de diálogo con cada facultad que se fue a paro de labores; ha tocado las puertas de Ciudad Universitaria para que los alumnos le expongan sus quejas y sus inconformidades.
Hoy por la mañana hasta entrada la tarde, el presidente de la Comisión de Honor y Justicia de la casa de estudios, Sergio Díaz Carranza, esperó y esperó y los inconformes no le llevaron sus peticiones, sus quejas por escrito, sus molestias. Hay, eso sí y a diferencia de lo que opinan algunos, toda la disposición de no tomar represalias contra los estudiantes porque hicieron un paro de actividades.
Simplemente, los estudiantes que aparecieron encapuchados y con sombrillas se niegan a dar la cara y plantear en un diálogo abierto y pacífico sus demandas, quejas, enojos, peticiones.
Ha habido gente (algunos universitarios y otros no) que se ha aprovechado del paro de labores y ha hecho en sus redes sociales videos y comentarios a tontas y locas, queriendo quedar bien o queriendo vulnerar a la institución educativa, quizá entre ellos estén algunos que han incentivado las manifestaciones y son las manos negras que tanto se han denunciado.
Ha existido gente que se ha desenmascarado en redes sociales. Que incluso ha sacado sus filias y sus fobias, que se nota ardida contra la BUAP. Y no hablamos de estudiantes. Hay extrabajadores de la casa de estudios, algunos morenistas trasnochados que quisieran regresar al modelo universidad-partido y algunos eternos aspirantes a dirigir alguna unidad académica, pero que nunca son tomados en cuenta.
Hay de todo y los que se han desbocado se han exhibido ellos mismos.
Pero más allá de eso, el paro de labores no sólo afecta a los estudiantes, a la planta académica y administrativa, hay muchos daños colaterales en términos económicos: fondas, restaurantes, cocinas económicas, papelerías, misceláneas, copiadoras, librerías, cafés internet, proveedores de todo tipo de insumos, rentas de departamentos, casas, cuartos para estudiantes, casas de huéspedes, trasporte público y un sinfín de proyectos que dependen económicamente de la universidad más importantes de la entidad y una de las mejores evaluadas en el país en materia académica.
Muchos padres de familia dejarían de mandarle dinero a sus hijos para que renten sus departamentos o cuartos o casas de huéspedes si es que no habrá clases en Ciudad Universitaria. Muchos estudiantes que trabajan y estudian al mismo tiempo tendrán que replantear si siguen yendo al paro porque al final tienen que chambear para mandar dinero a sus casas o para pagar sus rentas porque viven en Puebla y vienen del interior del estado o de otras entidades.
No es un tema tan sencillo.
La Rectoría ha estado abierta al diálogo. No ha minimizado sus inconformidades. Ahí está el caso de las facultades de Medicina y Estomatología cuando anunciaron que levantaban el plantón y regresaban a clases, también en otras facultades que se dijeron dispuestos a retomar clases presenciales y todo fue porque lograron acuerdos y no, no ha existido revanchismo ni acciones contra ningún alumno que haya mostrado su inconformidad.
Ojalá se logren los acuerdos y se levanten los plantones porque es urgente reactivar la vida académica y administrativa en la máxima casa de estudios, sobre todo cuando existe la garantía de que no habrá cacería de brujas.
La BUAP, la Volkswagen y Gobierno del estado son los tres principales pilares en los que se sustenta la economía y la gobernanza de Puebla. Directa o indirectamente todos los poblanos tenemos algo que ver con esas tres áreas y sí, afecta un paro de actividades a todos.
No es gratuito que el Consejo Coordinador Empresarial y el Consorcio Universitario donde está la propia BUAP y las principales instituciones de educación superior privadas respalden a la rectora y a su institución.
Ojalá y por el bien de todos, ya se logren los acuerdos y ya, a lo que sigue.