De paso por un mercado local en un municipio del interior del estado, me dispuse a comprar un manojo de flores de estate (estátice o statice), esas flores multicolores con textura de papel china que parecen estar siempre vivas.
En la esquina del mercado había algunas flores de corte en botes de plástico y los estates yacían en grandes manojos arrumbados en el piso. La florista trataba de acomodarlos mientras yo preguntaba el precio y la posibilidad de que me vendiera medio manojo; muchas veces había buscado esas coloridas flores utilizadas para la decoración de grandes cubetas metálicas o pequeñas cestas.
De pronto, un joven un tanto ebrio se acerca a la florista, saca un fajo de billetes, separa uno y mientras lo hondea le dice: “¡Un arreglo mamalón!” La florista, entre tanto, separaba y acomodaba mi medio manojo de estates mientras el joven continuaba repitiendo: “¡Mamalón, un arreglo mamalón; gorda, un arreglo mamalón!”
La florista respondió al joven: “Espera, estoy atendiendo”, el joven seguía repitiendo “¡Mamalón, un arreglo mamalón!” Entonces pensé: -¿Qué es un arreglo mamalón?, ¿será un nuevo estilo floral’, ¿acaso una flor especial?, hasta que vi los ojos y la risa muda de mi acompañante, fue entonces que entendí que el arreglo mamalón que el joven tanto pedía era un ramo de flores copioso, bonito y no convencional. Si no hubiera estado en una floristería hubiera pensado que un arreglo mamalón tendría otro significado.
La florista me entregó mi medio manojo de estates, apresurada a atender al joven del arreglo mamalón, y yo me retiraba sin querer por insistencia de mi acompañante. No supe qué fue del arreglo mamalón y si ese billete extraído del fajo cubrió la mamaloneria que el joven pidió. Lo que sí sé es que él se fue con su arreglo mamalón y yo con mi perenne medio manojo de estates.
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