Por Zeus Munive Rivera / @eljovenzeus
El título de esta carta editorial hace referencia a un artículo del investigador y científico Carl Sagan que viene publicado en su libro El mundo y sus demonios (Sagan, 2017, pp. 189-210). En este capítulo, una persona le asegura a otra que tiene un dragón en su cochera. El interlocutor incrédulo responde que él, como Santo Tomás, hasta no ver no creer. El sujeto lo lleva a su casa y, en medio de pinturas, martillos y taladros, le dice: “aquí está”.
Como el interlocutor no puede verlo, su amigo asegura que es invisible. Entonces sugiere que echen harina en el piso para que se vean las pisadas del dragón. No ocurre nada. Entonces, el dueño del dragón responde que “el dragón vuela”. Entonces, el incrédulo dice que si es un dragón debería echar fuego y se debe sentir el calor, al menos. Entonces, el dueño de la cochera le pide al dragón que suelte una bocanada. No se siente nada.
El interlocutor dice que esa cochera sigue siendo un espacio frío. El dueño del dragón asegura que el fuego, además de invisible, que flota, su fuego es invisible y, por ende, no genera calor. Harto el escéptico, sugiere que le avienten una lata de pintura para ver su forma, el anfitrión culmina con: además de invisible, flotar, su fuego no produce calor, su piel es distinta y todo se le resbala.
Así es como funcionan los grupos, libros, productos, organizaciones y terapeutas que venden felicidad, éxito y bienestar. Prometen siempre algo, pero cuando se les cuestiona sobre los resultados, nunca faltará una respuesta más absurda que la primera, pero su actitud de caradura, de jugador de naipes, hará que quien lo cuestione termine cuestionándose a sí mismo.
Desde hace tiempo hemos querido llevar una edición sobre la felicidad impuesta; la felicidad tóxica, la positividad como una nueva dictadura. En este juego siempre participarán coaches, empresarios, políticos y hasta gente del espectáculo. El problema no es que se quiera generar la felicidad, el problema es que se dé como por un acto autocrático y se nulifiquen las mal llamadas emociones “negativas”.
Hay sectas, organizaciones, grupos de ventas multinivel que van desde productos de belleza hasta criptomonedas y un sinfín, se le dice a la persona que quiere mejorar su economía, que saldrá de la pobreza, que mejorará sus relaciones, que tiene que asistir a un curso de risoterapia, abrazoterapia, orgasmoterapia, etc., y con ello será alguien totalmente nuevo; el problema es que si la persona no logra las expectativas impuestas, entonces, es mediocre, culpable, se le hace sentir mal y la nulifican, la llevan al rincón de los inadaptados.
La propuesta se vuelve tóxica, porque las personas tienen emociones de felicidad, tristeza, enojo, frustración, pérdida, alegría, entusiasmo, apatía, y no es malo sentirlo. Es lo más natural, pero nulificar las emociones es aún más peligroso, además de hacerlas sentir culpables por sentir; es así que la felicidad se vuelve tóxica.
Un dato más a todo esto: se puede caer en una visión sectaria que aleja a las personas de su entorno familiar y de amigos. Es un tema muy delicado que, incluso, los medios de comunicación, como radio y televisión, además de revistas de sociales, promueven como una alternativa.
El tema es que en esta felicidad tóxica, impuesta, autoritaria, muchas personas terminan más deprimidas y sin dinero, porque los promoventes lo único que quieren es que compren, compren, compren, de ahí su éxito. Lo que ellos venden al final es material, es gastar dinero en libros, cursos, y solo establecer que la felicidad se da en la materia. Para concluir esta carta editorial, queremos aclarar que no estamos en contra del bienestar ni de la felicidad. También la buscamos, pero no estamos de acuerdo con que se abuse de las personas, se les haga víctimas, se les vendan espejos y todavía se les haga sentir culpables porque no alcanzaron los objetivos. Creemos más en el pensamiento crítico. Esta edición, sabemos que no agradará a muchos, muchísimos, pero sabemos que habrá quien nos entienda, para ellos es este número especial.