Revista 360 GradosRevista 360 Grados
  • Local
  • Nacional
  • Internacional
  • Política
  • Opinión
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Estilo de Vida
  • Tecnología
  • Revista Digital
    • Revistas de 2023
    • Revistas de 2024
Está leyendo: Un fraude llamado amor
Compartir
Aa
Aa
Revista 360 GradosRevista 360 Grados
  • Local
  • Nacional
  • Internacional
  • Revista Digital
  • Política
  • Opinión
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Estilo de Vida
  • Tecnología
  • Local
  • Nacional
  • Internacional
  • Política
  • Opinión
  • Deportes
  • Entretenimiento
  • Estilo de Vida
  • Tecnología
  • Revista Digital
    • Revistas de 2023
    • Revistas de 2024
Have an existing account? Sign In
Redes Sociales
© Revista 360 Grados - Instrucciones para vivir en Puebla - Aviso de Privacidad
Revista 360 Grados > Opinión > Un fraude llamado amor
Opinión

Un fraude llamado amor

Revista360
Última actualización: 2022/06/23 | 12:45 AM
Publicado por Revista360 Tiempo de Lectura: 5 mins
COMPARTIR

Por Julieta Lomelí Balver | @julietabalver

Pienso que hay detalles muy reiterativos en el asunto del amor. De repente uno puede concluir que lo padecerá de la misma forma a los 20, a los 30 y después. Lo peor que puede sucedernos siendo adultos es disimular su “magia” demoledora, hundiéndonos en la estupidez de enamorarnos como adolescentes.

Es suficiente enredarse con unos ojos melancólicos durante la lluvia, al otro lado de la calle. O encontrarse al romántico wertheriano, leyendo en el café más solitario del pueblo, para creer que esa nueva persona es distinta, compleja, afín. Una vez más, tropezamos con el lugar común de soñar con lo imposible, en la ironía de confiar en que todavía existirá algún otro que estará dispuesto a comprendernos y a la inversa. La historia se repite: primero enamorarse, después sufrir cuando se extingue la pasión, y otra vez, olvidando la miseria del pasado, volverse a entusiasmar con la picazón de un nuevo amante.

Hay que mirarnos en retrospectiva, no dejarnos enloquecer por amor. Asimismo, las particularidades tan similares de llevar nuestras íntimas historias de amor corresponden a la casi igual manera en que los demás llevan las suyas. Nuestras relaciones amorosas no son tan especiales y estrafalarias como creíamos.

La comprensión del amor está también determinada por su época. Las interpretaciones del amor, centuria tras centuria, no se salvan de repetirse. Siempre habrá algún escritor melancólico, con tendencias más bien conservadoras, que se amedrente por la vacuidad pasional de sus compatriotas. Cada siglo, los defensores del amor empuñan sus retóricas espadas, afilándolas con argumentos nihilistas, para combatir el placer por el placer y el sexo por el sexo. Este monstruoso mal que todo filósofo moralino quisiera extinguir.

Se podrían comparar las prácticas del amor moderno, este que se esconde en los engranajes de las primeras máquinas industriales, con las mostradas por los amantes en la actualidad.

Dice Émile Zola que el amor del siglo XIX es como un joven formal, políticamente correcto, que ve sus relaciones como una transacción monetaria, como “un negocio en la Bolsa”. Zola se queja del utilitarismo y la frivolidad con que las parejas mantienen sus nupcias. ¿Cómo es posible que el amor se convierta en un asunto empresarial? El amor abatido por las apariencias. La pasión confinada a las buenas costumbres. A la corrección política del caballero que busca una esposa para al fin tomarse la vida en serio. A la de una joven inexperta, que mantiene su pureza para convertirse en la señora y conseguir un estatus social, entre otras cosas más, que mucho tienen que ver con el dinero.

Zola afirmará que el amor de las dos centurias que le preceden siempre fue mejor que el de su época. Esta nostalgia frente al eros que ya no es —y que seguramente jamás fue tan espléndido—, este creer que el amor podría haber sido mejor en otros tiempos, es el que tantos intelectuales, novelistas y poetas sienten frente a un asunto que pareciera estar sobrevalorado.

Se han construido castillos en el aire, fortalezas estéticas idealizando el amor. Sobre ese sentimiento “tan sublime” ha echado sus raíces una gran parte de la cultura occidental. La literatura, la música y el cine nos recuerdan hasta el infinito que no hay nada superior en la vida que enamorarse. No les creo.

Pero una cosa es cierta, este sentimiento que se objetiva de distintos modos siempre estará en boga. Porque al final, el amor es el pretexto para que la especie no se extinga. El eros detrás de los bastidores disimula la suprema ley de la naturaleza que nos arrastra a querernos los unos a los otros. Somos todos, insalvablemente, el receptáculo de la vida. Así vamos, una tras otra relación, sintiendo amor, generalmente de manera parecida. Solo cambia la persona, el cuerpo, el nombre, la mirada. Pero el deseo que nos arrastra hasta el hoyo infinito del eros, a veces es igual de intenso y después irremediablemente, igual de monótono. La necesidad de enamorarse es casi inmutable.

Interesante para usted:

Paro que no mata, fortalece

Puebla 2030: el anhelo por la silla maldita

El PAN local se muere… pero la ultraderecha hace negocios

Lalo Rivera y el cardio del cinismo

El ocaso de Eduardo Rivera: el panismo ya no lo reconoce ni lo necesita

Compartir esta Publicación
Facebook Twitter Flipboard Whatsapp Whatsapp LinkedIn Telegram Email Copiar enlace Imprimir
Publicación Anterior Diagnóstico: dos aspirinas y una hora de carcajadas
Siguiente Publicación Sistema de parquímetros contará con periodo de prueba de multas sin validez

Redes Sociales

FacebookMe Gusta
TwitterSeguir
InstagramSeguir
YoutubeSuscribirse
TiktokSeguir

Podcast

Redes Sociales
© Revista 360 Grados - Instrucciones para vivir en Puebla - Aviso de Privacidad