Por Osvaldo Macuil
Hace años, la conocida Casa del Diablo ubicada en San Luis Tehuiloyocan se convirtió en la biblioteca de la comunidad perteneciente a San Andrés Cholula. Sin embargo, esto no afectó en lo más mínimo la curiosidad de las personas que siguen acercándose a pedir que les cuenten el mito que ronda la casa y de las figuras inscritas en el muro principal.
El mito que carga de misticismo a la Casa del Diablo dicta que en 1760, en plena Inquisición, los dueños de esta casa ubicada en el centro de Tehuiloyocan, a unas calles de la iglesia principal de la junta auxiliar, realizaban ritos satánicos, en los que sacrificaban niños que eran arrojados a un pozo que está en el gran patio del inmueble.
En una comunidad con alto grado de catolicismo, que se describe con el hecho de que, a pesar de tener cerca de 4 mil habitantes, tiene tres iglesias de gran tamaño, esta historia ha sido una contradicción para su estilo de vida y ha llevado a los pobladores a no dar mucha información sobre el tema.
La casa construida en el siglo XVIII ha sido materia de varias investigaciones, siendo la más reciente y la que se ha convertido en una de las más populares, la de José Antonio Terán Bonilla, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien escribió el libro titulado La guarida del diablo, que es utilizado en las explicaciones a los visitantes nacionales e internacionales que acuden al lugar.
El mural de la fachada de la casa es el principal elemento que detalla los ritos satánicos que se practicaban dentro de la casa, en un rectángulo de unos dos metros de ancho por doce de largo. En él están dibujados dos monos que hacen alusión al diablo y que al mismo tiempo que custodian la casa, se encuentran debajo de dos de las iglesias de la comunidad, la de San Luis y la de San Salvador.
Marcos Tello, el encargado de la biblioteca, narra la historia. La fachada del inmueble fue construida con piedra negra del volcán Popocatépetl, que se encuentra detrás de la casona, y la técnica para plasmar los anagramas se conoce como rajuelado.
DME, letras inscritas dentro de una oración en latín, son una de las principales incógnitas que han sido relacionadas con el posible autor de la obra.
Enfrente de uno de los ventanales de la casa está instalado el pozo en donde la leyenda dice que se tiraba a los infantes sacrificados en las ceremonias de culto negro. Aunque luce descuidado, hoy en día sólo es utilizado para almacenar el agua que se usa para dar mantenimiento a la Casa del Diablo.
Antes de llegar al lugar, que está a 15 minutos, tanto del zócalo de San Andrés como de San Pedro Cholula, la gente demuestra el escepticismo que se le tiene a la casona de San Luis Tehuiloyocan.
Al pedirles información del camino correcto para acceder a la comunidad y a la Casa del Diablo, las personas visiblemente nerviosas evitan orientar a los curiosos y simplemente niegan que sean parte de la comunidad.
Más tarde, en la explicación de la casona se aclara el hecho y se dice que la gente de la comunidad, por el catolicismo con el que vive, se molesta con el tema que ha marcado a su pueblo y sólo da información cuando le preguntan cómo llegar a la biblioteca o la Casa de Cultura.
En las inmediaciones del lugar la cosa no cambia mucho. La gente que camina cerca sólo alcanza a decir “en esa casa se hacía magia negra”; “dicen que mataban niños” o “es la Casa del Diablo”, pero antes de da mayor información se deslindan y terminan por señalar a otra persona que pudiera dar un dato adicional.
Lo cierto que el mito ha dado un giro total, pues los niños, a los que se señalan como la parte principal de los ritos satánicos, hoy son los que usan el inmueble, pues a diario acuden a utilizar las computadoras instaladas o a consultar alguna de las bibliografías para realizar su tarea, mientras la gente externa a Tehuiloyocan continúa llegando para escuchar el mito de la Casa del Diablo.