Cuando Queen lanzó en 1975 la canción “Bohemian Rhapsody” como el primer sencillo del discoA Night at the Opera, los medios lo recibieron de muy mala manera. Parecía inconcebible que una canción de poco más de seis minutos, con tantos géneros mezclados, pudiera aparecer en la radio de Reino Unido. Ni qué decir sobre las posibilidades de llegar a Estados Unidos, el puente entre una banda y el mundo entero. Sin embargo, y a pesar de que las críticas fueron crueles con Queen, la canción se volvió todo un éxito. Y así como esa extraña y poco probable canción hizo historia, lo mismo sucedió con la mítica banda y su líder y vocalista, Freddie Mercury… pero no con la cinta que rinde tributo a su vida y carrera musical.
Bohemian Rhapsody, nombre de la película biográfica sobre Freddie Mercury y su paso por Queen, nos presenta una corta pero fructífera faceta del cantante, pero no más. No estamos diciendo que esto sea un error permanente. Las películas biográficas sobre un personaje conocido, más si se trata de un icono de la cultura pop, son sumamente complejas a pesar de tener asegurado el éxito comercial. Por un lado, está la duda de los creadores de presentarnos a la leyenda o al humano que tenía puntos bajos y altos en su vida y por el otro, una vez que se haya tomado la decisión, qué partes son las que valen la pena o qué es lo que el público quiere realmente ver.
Bohemian Rhapsody, con un proceso de producción que duró muchos años, con un ir y venir tanto de guiones y actores como de directores, optó por la leyenda y su parte más básica y conocida: su llegada a Queen, el cambio de nombre, los conciertos en todo el mundo, la separación, el regreso y la idea de su muerte. Si hay algo que debemos rescatar de esta película, entre risas y algunos dramas dignos de una película como la típica despedida bajo la lluvia, es la actuación de Rami Malek y su imitación, no interpretación, de Freddie Mercury. Sus movimientos y pausas nos llevan a pensar en el showman y no en el actor que poco se parece. La asimilación del personaje por parte del actor es tan poderosa y coherente, que al final no nos importa la prótesis dental exagerada ni la sutileza del cuerpo de Malek frente a la potente presencia de Mercury.
Malek y el parecido físico de sus compañeros de banda y de vida, es lo que hace que Bohemian Rhapsody sea una película para audiencias más amplias y no sólo para fanáticos de Queen. Y aunque parezca que esto es un punto a su favor, resulta todo lo contrario. ¿La razón? Es una biografía con una narrativa tan potente y personal, que sólo alguien verdaderamente interesado querría ver. No se trata tampoco de hacer de este filme algo de culto para unos cuantos, sino de la posibilidad de ver por primera vez los aspectos más íntimos y trascendentes de una persona que marcó millones de vidas con su música y presencia.
Bohemian Rhapsody dura poco más de dos horas entre un guión que va de lo gracioso –la dinámica familiar de la banda–, lo dramático –la pérdida de rumbo de Mercury frente a la soledad y el éxito no compartido– lo innecesario –la insistencia de mostrar a un Mercury grosero y arrogante– y la música. Esto último, sin considerarlo como un filme musical, es otra de las partes positivas de la película y demuestra lo que todo mundo sabe pero no quiere aceptar: Queen fue una banda poco coherente gracias a la experimentación de su sonido y técnicas de producción.
Para todos aquellos que quieren ir a ver la cinta como un fanático de Queen, lo más probable es que sí cumpla con sus expectativas, a diferencia de todos los que desconocen la mítica historia de la banda y el vocalista, quienes verán la película como otra cinta biográfica más, con una excelente actuación sin siquiera darle su justo lugar al personaje principal como una leyenda. ¿Buena o mala? Todo dependerá de los gustos y, lamentablemente, de qué tan fan eres de la banda, del arraigo cultural de Mercury en tu relación con la música y qué tan dispuesto estás a pasar dos horas viendo la vida de alguien convertida en un gran drama al estilo Hollywood.
Vía Sopitas.com