Por Zeus Munive Rivera
Si bien es cierto que la radio y la televisión no desaparecerán, el nivel de censura y autocensura sigue siendo el pan nuestro de cada día en esos espacios. Desde hace un buen tiempo los medios de comunicación electrónicos dejaron de tener influencia, eso sí.
Los que hemos participado en distintos medios de comunicación sabemos que por más esfuerzo que hagas no te dejarán crecer. Cuando algo afecta a sus intereses te llaman a cuentas y te tratan como si fueras un desadaptado, una persona con una enfermedad contagiosa, te mandan al rincón de los acusados y lo peor: a veces ni te pagan, porque según los empresarios de medios de comunicación utilizas sus espacios para tu imagen.
A los dueños de los medios les encanta ir a las comidas con los gobernantes en turno, sentarse a un lado, dirigir los discursos a nombre de los chicos de la prensa, que los funcionarios de primer nivel les den un buen golpe en la espalda, los abracen, los apapachen, y si se puede sean grandes amigos.
Entre más cerca del presídium mejor, entre más lejos peor, y si te mandan junto a las bocinas o a un lado del baño significa que estás pero no importas, porque no defiendes los intereses del sistema.
En fin, los medios de comunicación viven de la “payola”, esa cantidad de dinero que se usa para promocionar a los artistas del momento. Con ese dinero las disqueras aseguran que la canción que necesitan promocionar suba en los ratings. ¿Alguien se ha preguntado cómo es que la música de banda es la que domina el cuadrante? ¿De pronto se dieron cuenta de que son grandes músicos y cantantes? No. Son producto de un sistema de corrupción que opera desde hace años en las estaciones de radio y televisoras.
La radio, dice un amigo mío, se convirtió en el espacio para los camioneros desalmados que no tienen corazón. Parece que hasta los locutores tampoco tienen corazón. Y es que la radio ya no es para escuchar, solo es para oír los comerciales de las tiendas Soriana, La Comer y Bodega Aurrerá que los repiten y repiten. Además, con unos gritones que son insoportables a eso del mediodía si uno va manejando con calor y tráfico.
La radio es para acompañar. No es para pensar. No es para producir. Solo para leer las notas de espectáculos, frases de autosuperación, dar los horóscopos y nada más.
La producción radiofónica se fue a habitar los podcast.
Habrá sido por allá por el 2006 cuando escuché por primera vez el podcast de Olallo Rubio. Me pareció genial. En ese entonces era gratuito y se escuchaba por iTunes. Olallo venía de Radioactivo que era de lo poco bueno que aún sobrevivía en el cuadrante. En esa época, en la radio de la CDMX aún se escuchaban programas geniales como El Weso en la W.
Mientras tanto, la radio comercial poco a poco se iba a pique, sobre todo si no era del entonces Distrito Federal. De la televisión, ya ni hablar. Hay cosas valiosas como Radio Altiplano de Tlaxcala, que aún conservan la mística. Pero muchas radios universitarias como la de la BUAP en Puebla se convirtieron en espacios aburridos y el monólogo de quien dirige la estación.
Los podcast regresaron para refrescarnos. Además, se pueden escuchar a cualquier hora y cualquier día. Nos hacen nuevamente imaginar a los personajes. Nos informan, nos divierten, nos entretienen. Hay de todos y para todos los gustos. Algunos con buenos contenidos, aunque con pésimas producciones. Otros que empezaron muy bien, pero se han caído. Otros que nos han dejado helados como uno llamado Fausto o Los Papeles que produce El País.
Y si son más arriesgados pueden seguir escuchando a Olallo y a un grupo de grandes creativos que se unieron en una plataforma llamada Convoy y que debe ser de paga para que uno siga escuchando sus grandes programas como “Por qué” o “Conspiranoicos”, programas de música o de información como el que tiene con ellos Pájaro Político.
Pero me callo porque no es para hacerle promoción gratuita al equipo de Convoy, solo que son geniales. En Puebla, por ejemplo, existe uno de psicología llamado Psico pa’ llevar o puede uno escuchar uno llamado Un poco de contexto en el que participa el periodista Carlos Bravo Regidor.
Algunos se sentirán fascinados –yo no tanto– con el Dolop o Leyendas extraordinarias. O escuchar esta gran historia del “Caso 63”, que te enchina los pelos. Los creados por Parcast en los que hablan de sectas o asesinos en serie. O como decía líneas arriba: Fausto, que es una oda a la buena radio mexicana.
En fin, creemos que la mejor manera de diversificarnos y divertirnos ahora es, además de hacer la revista, estrenar un podcast que llevará por nombre Vicios ocultos.
¿Por qué? Más allá del término jurídico que habla de que en cualquier tipo de producto hay errores, fallas, mal hechuras, que no se ven a simple vista y deberán ser penalizadas, hay algo que es cierto y hasta John Lennon lo dijo en una canción del “álbum blanco”: “Todos tenemos algo que esconder, excepto yo y mi chango”.
Todos tenemos vicios y sobre todo ocultos. Desde que nacemos hay cosas que no queremos que se sepan de nosotros, nos avergüenzan, nos llenan de miedo, es una parte que ocultamos, pero que está ahí latiendo todo el tiempo.
Es como el corazón delator de Edgar Allan Poe, que por más que lo escondamos nos está llamando.
Se trata de hablar de cine, de política, de comida, de bebida, de la guerra, de la corrupción, de las sectas, de las teorías de la conspiración, de la infidelidad, de las religiones, de sexo, total, de todos nuestros vicios ocultos.
Porque al final de cuentas: “todos tenemos algo qué esconder”. Vicios ocultos es una producción de Revista 360º Instrucciones para vivir en Puebla. Las ilustraciones estarán a cargo de Camus Altamirano y la producción de Mictlán Estudios gracias a nuestro buen amigo JP.
Así que Vicios Ocultos próximamente en su baticanal.
Disponible en Spotify, Amazon y iTunes.
Es para adultos y niños de amplio criterio. Contendrá relatos no aptos para los que creen ciegamente en el PRI, PAN y Morena.
No se lo pierdan.