Exactamente hace una semana estaba aterrizando en el Aeropuerto Internacional Manuel Márquez de León en la hermosa capital del estado de Baja California Sur, La Paz. Fueron varias horas de cuestionamientos: 4 aeropuertos, 1 avión y varios snacks para poder llegar en una pieza hasta mi destino. Aunque al final siempre valgan la pena los vuelos retrasados y la angustia de subirme a un avión que se ve que hace años no le dan una manita de gato.
Todo comenzó cuando la Agencia Gaudelli, junto con un excelente ser humano, Bobby de la Garza, nos tomaron en cuenta a la Revista 360 y a otros medios de comunicación de Puebla para emprender un viaje hasta el PacÃfico. Era un itinerario digno para cualquier aventurero y, como ya saben que es muy difÃcil para mà resistirme a un viaje, fui corriendo a empacar hasta el burkini.
Allà estaba, medio congelada a las 8 am, pero con espÃritu playero, esperando el shuttle que el Hotel HIT nos ofreció para llegar al Aeropuerto de Puebla, no sin antes platicarnos acerca de por qué ellos no se clasifican como un hotel express, sino como un hotel inspirado en cada viajero para hacer su estadÃa mucho más placentera, sobre todo cuando se trata de negocios o viajeros que necesiten estar muy cerca del aeropuerto para tomar su siguiente vuelo.
Ya en el aeropuerto, un poco desolado, nos encontramos con Gaby, la encargada de mantener el grupo vivo y completo y la persona más paciente que he conocido. Documentamos en una aerolÃnea de la cual yo nunca habÃa escuchado y que por un momento pensé que era nueva y que serÃa un vuelo inaugural con la banda de guerra y el gobernador esperándonos en nuestro destino. Pero no, no es una aerolinea nueva y mucho menos un avión nuevo. Calafia Airlines es una lÃnea aérea regional que tiene 25 años de experiencia y que a partir de este año abrió una nueva ruta a La Paz, BCS, saliendo desde Puebla y haciendo conexión en Guadalajara. O al menos ese es el plan.
El vuelo estaba programado para salir a las 11:15 y qué bueno que decidà comer un sándwich en la única cafeterÃa que está en la sala de abordar, porque terminamos despegando 12:45. De broma les dije a mis nuevos compañeros de aventura que harÃamos 2 conexiones, tal vez lo dije porque yo tampoco querÃa creerlo. Lo habÃa visto la noche anterior en el itinerario, pero no sabÃa si mis nervios me estaban fallando por la emoción de hacer un viaje asÃ. Estaba casi segura que habÃa visto incluido un aterrizaje en Los Mochis. Y asà fue. Puebla a Guadalajara, Guadalajara a Los Mochis, Los Mochis a La Paz. En ese momento preferà irme hasta el aeropuerto de México con tal de no despegar y aterrizar 3 veces en menos de 4 horas. Aunque el staff encargado de documentarnos fueron honestos y después la aerolÃnea aclaró que cuando el vuelo esté abierto oficialmente, la única conexión que se tiene que hacer es en Guadalajara y desde la comodidad de tu asiento, no tienes que bajarte y correr a otra sala a esperar el siguiente vuelo.
Unas horas después, entre gente que subÃa y bajaba del avión, con diferentes acentos y fisonomÃa, llegamos hambrientos a La Paz. Ahà nos recibió quien serÃa responsable de hacernos pasar unos dÃas inolvidables: nuestro guÃa, fotógrafo y experto culinario, Iván. En seguida nos llevó a comer, que falta nos hacÃa. TenÃamos cara de haber cruzado todo el Atlántico, corrido un maratón y escalado el Everest. Llegamos al restaurante Biskmarcito, como siempre para mi sorpresa, pescados y mariscos. ¡Qué delicia! (Nótese mi sarcasmo) y sÃ, ya sé, siempre es la misma pregunta llena de asombro y hasta indignación «¿No comes mariscos?» No. No hay más respuesta mas que «No». Aunque me han llevado años de experiencia para decir que soy alérgica (solo a los camarones) y que me puedo morir intoxicada si como algo del mar. Sé que mis preferencias culinarias no me han impedido de ver el mundo y preferà escoger la opción de carne, que por cierto estuvo deliciosa.
Con cara de no querer saber más del mundo, cruzamos la ciudad en menos de 10 minutos para llegar a una zona muy exclusiva y bonita de La Paz. Ahà nos bajamos para hacer check-in en nuestro hospedaje de lujo, el Hotel Costabaja Resort & Spa. Como buen hotel de casi 5 estrellas, nos recibieron con un cocktail de bienvenida, agua y toallas calientes o frÃas para relajarnos. Por un momento me sentà en una cabina de Business Class y mi alter ego buscaba una copa de champagne. Justo estaba atardeciendo y fue como si hubiéramos recargado pila en 2 minutos y logramos verlo desde el Club de Golf, dónde también nos contaron que ahà hacen bodas de ensueño. Ahà sentà la necesidad de ir corriendo al banco más cercano y abrir una cuenta de ahorro para mi futura boda, con vista al mar y al atardecer.
Cenamos dentro del resort, en el restaurante Steinbeck. Fue menú de 3 tiempos con un maridaje perfecto para cada platillo. El postre era lo que necesitaba para revivir y un par de copas de vino hicieron la noche más relajada.
TOUR 1
Después de un descanso corto pero bien merecido, estábamos todos listos en el lobby del hotel a las 6 am en punto para dirigirnos a nuestra primera aventura. El road trip fue de 4 horas hasta el Puerto Adolfo López Mateos, claro, con una parada para tomar el alimento más importante del dÃa: el desayuno, huevos con machaca.
En el Puerto Adolfo López Mateos se encuentra el santuario de la ballena gris y en la temporada de Enero a Marzo, puedes hacer el tour para el avistamiento. Son varias horas en lancha, necesitas mucha paciencia y tener lista la cámara para grabar o tomar fotos. Nunca habÃa vivido una experiencia asÃ. Me sentà tan pequeña en este mundo y tan vulnerable que hasta se me vuelve a erizar la piel. Ver las ballenas y ballenatos tan de cerca es una sensación indescriptible. Durante el avistamiento, no sabÃa si sonreÃr o llorar de emoción.
Después de un par de horas, ya de regreso al puerto, paramos en las dunas y taché un desierto más de mi lista. La vista desde ahà es tan pacÃfica que ni me preocupó haber visto un coyote correr a unos kilómetros de distancia.
El regreso a La Paz fue de media hora más corto para llegar al hotel; de inmediato nos cambiamos y seguimos con la cena en el restaurante Sorstis, en el que por cierto habÃa una mesa como de 20 americanos súper dispuestos a llevarse una buena esposa mexicana y bailar al ritmo de la cucaracha. Una vez más, carne para mÃ. ¡Deliciosa!
TOUR 2
¿Cuándo fue la última vez que hicieron algo nuevo por primera vez? Jamás me habÃa puesto un neopreno (un traje de buzo que ayuda a mantener el calor corporal) y tenÃa la esperanza que mi poca tolerancia al oleaje me dejara hacer esnórquel y nadar con leones marinos. El gusto me duró 20 minutos. Como siempre, terminé mareadÃsima, a pesar de que me habÃa medicado correctamente y de regreso en la lancha lo único que querÃa hacer era llegar a tierra firme. Pero mi mareo no me impidió de nadar con ellos y poder grabarlos un poco. Aún estaba impresionada de las ballenas del dÃa anterior y creo que terminé de entrar en shock por estar nadando a mar abierto con animales marinos en su hábitat natural y aún faltaba nadar con tiburones ballena. Pero eso sà fue solo para los valientes.
Antes de llegar con los tiburones hicimos una parada en la playa Ensenada Grande, parte de la Isla EspÃritu Santo, considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Es una playa sacada de revista o de esos programas que solo puedes visitar en sueños. Me bajé de la lancha dando gracias a la madre naturaleza por haber puesto tierra firme en mi camino. Ahà fue la hora del lunch, que por supuesto yo pasé. Entre mi mareo y mi mal humor, lo que menos se me antojaba era un burrito de marlÃn.
Ya cuando era hora de seguir, mi malestar cedió y pude nadar solo 2 minutos en la playa de ensueño porque el agua estaba helada. Hasta tiempo me dio y no me quedé sin mi foto de esas como las que no me doy cuenta.
Como no todos nadamos con los tiburones, regresamos al muelle para desembarcar e ir al Museo de la Ballena y Ciencias del Mar, donde hay mucha información sobre la evolución de los leones marinos, los tipos de cetáceos que habitan en México y algo muy importante, cómo ayudar a proteger a la vaquita marina. La vaquita marina es una especie en peligro de extinción, solo quedan 30 ejemplares y el museo aporta a la fundación para su protección una parte del costo del boleto, asà como un porcentaje de cada compra hecha en el museo.
Como en cada viaje, nunca son suficientes los dÃas. Siempre me quedo con ganas de conocer más o de cambiar mi vuelo de regreso. Visitar La Paz por primera vez fue un viaje lleno de aventura y aprendizaje. Claro que el grupo con el que fui hizo que todo fuera mucho mejor. Las risas y aventuras que vivimos juntos ya se convirtieron en anécdotas de vida. Desde mi mareo hasta la falta de pataleo y calambres en el mar, desde los dramamines en exceso hasta la risa incontrolable en el restaurante más fancy de la ciudad. Siempre he dicho que los viajes te marcan la vida, sin duda este fue uno de ellos. ¡Gracias Viva La Paz!