Las mamás mexicanas nos enseñaron que lo único que te debe dar pena es “robar y que te cachen”, a solo dejar de hablarles por teléfono si nos quedamos sin manos, a sonreír en las comidas familiares, a no contestarles nunca pero no quedarte callado porque les estás dando el avión y a no avisar, más bien pedir permiso. Mil y un cosas son señales de que creciste con una mamá mexicana, aquí 12:
- No se dice que, se dice mande
Probablemente te traían frito con esto y a veces solo por molestar gritabas “queeeee” y acto siguiente, corrías por tu vida porque sabías que te iba a tocar regaño, nalgada o la prohibición de algún juguete o postre por atreverte a ser tan insolente.
- No te paras sin acabarte la comida
Aprendiste la importancia de terminarte lo que te sirven. Probablemente tengas amigos (que no tienen mamá mexicana) que se paran de la mesa sin haberse terminado el plato y sientes la extraña necesidad de decirles que no se pueden ir sin haber comido todo, no pueden salir a jugar, ver la tele o peor, les quieres recordar de los miles de niños que se están muriendo de hambre y darían lo que fuera por tener su comida; pero te controlas porque sabes que esa vocecita adentro de tu cabeza que raras veces se va, es tu mamá.
- Tu casa es tu casa y nada más
Aprendiste a base de gritos que no es un restaurante, un hotel, un bar o un centro social. Pero no todo es tan malo, te dejaron la esperanza de “cuando tengas tu casa vas a poner tus propias reglas y hacer lo que quieras”, también te preocupaste por tus amigos porque “qué hacían todo el día ahí, ¿no los querrán en su casa?” y claro, te cayó el veinte de que “no te mandas solo” y que “su casa, son sus reglas”.
- Aprendiste a curar miles de malestares con recursos creativos
No sé si vieron la película de Casarse está en griego (2002), donde curan todo con Windex (si no la han visto, véanla en este momento), en mi casa pasa algo muy parecido con una pomada. Lo más raro de todo es que ahora yo la uso para todo y por más que intento no ponerla en la lista del súper, o que mi novio (médico) me diga que no sirve para lo que la estoy usando, me gusta tenerla para emergencias y me da paz saber que está en mi cajón. No hay mal que un té de manzanilla, árnica o algún ungüento raro que huele feo seguido de “sana sana colita de rana” no cure. Si nada de lo anterior funciona, no te preocupes, seguro tienen un cajón de medicinas y saben justo cómo curarte.
- Saben más que los doctores
Como ya dije en el punto anterior, saben qué necesitas con tan solo verte. Pero no importa si vas con el doctor más bueno del mundo, ellas saben más. Tienen la necesidad de cuestionar todo lo que el medico te indica y cuando llegues a tu casa es muy probablemente que te digan “no, él no sabe, mejor tomate este té de ajo con cebolla y tres gotas de eucalipto» o “todo lo que tú necesitas es dormir y comer mejor”
- La ropa y la lluvia
Todo era risa y diversión hasta que empezaba a llover y escuchabas desde lejos el grito de tu mamá de “la rooooooopa”, sabías que era momento de dejar todo lo que estuvieras haciendo y correr a meter la ropa antes de que un poco de lluvia la echara a perder, cuando creces y lavas ropa, vives con la preocupación constante de salir de tu casa y no saber qué va a pasar con el clima.
- Creciste con un miedo irracional a seres que no conocías
Ya sea al policía que te iba a llevar si estabas llorando, al de la basura que si no te portabas bien iba a venir por ti o a cualquier inocente, diciendo la frase “¿verdad que se lo lleva si no se porta bien?”. Estos eran los “normales”, a mí me decían que me estaba viendo Santa Claus cada que empezaba a hacer un berrinche (aunque faltara medio año para Navidad) y que no me iba a traer regalos si seguía, pero esto nunca pasó, soy de las afortunadas a las que a la fecha llega Santa Claus a su casa por más mal que me haya portado.
- No tener hambre es signo de cuidado
Decirle a tu mamá que no quieres comer porque no tienes hambre es peor que una puñalada por la espalda. Piensan que tu salud está deplorable, que tienes anorexia, bulimia o peor, que su comida no te gusta y eres un malagradecido por no comerla.
- Su palabra es la ley
No necesitan explicación, basta con decirte “porque lo digo yo”, “si digo que no, es no” o “porque soy tu madre” para que hagas lo que te está pidiendo (en mí caso también estaba esa mirada matadora de mamá que era peor que ver a Medusa) y no, no hay argumento que pueda ir en contra de eso y es usado en cualquier tipo de situaciones; como hacerte hablar con 267 familiares que no conoces por teléfono o a regresar por las tortillas porque se le olvidaron (obvio, porque no le recordaste)
- Encuentran todo
A veces tengo la teoría de que esconden las cosas solo para demostrar que siempre tienen la razón (cosa que si es cierto) pero si no encontrabas algo, tenías miedo de que te dijera “si subo y lo encuentro, ¿qué te hago?” porque por alguna extraña razón, siempre lo encontraban y saben exactamente dónde están las cosas de todos los integrantes de la familia.
- Creciste preocupado por ella
Esas hermosas frases de “algún día me va a dar algo por tu culpa”, «me van a volver loca», “me sacas canas verdes”, “algún día me voy a ir de esta casa y a ver qué hacen sin mí” o “cuando no esté me van a extrañar” hicieron que creciéramos con un sentimiento de culpa y miedo extraño porque le pasara algo por nuestra conducta.
- Ven el futuro
Creo que pocas cosas calan tanto como un “te lo dije” de tu mamá. Siempre sabe qué amigo no te conviene, quién te va a romper el corazón, quién está jugando contigo y lo que va a pasar antes de que pase, incluso sabe si va a llover aunque haya sol, si te pasó algo antes de que se lo cuentes y si va a haber trafico aunque no conozca el rumbo.
Sobre todo, aprendiste que nadie te va a cuidar o a defender como tu mamá, que todo susto se cura con un pan, a nunca irte sin su bendición y un beso, que cuando tengas hijos vas a pagar todas las que hiciste, a no saltar de un puente aunque todos tus amigos lo hagan, a no ver la tele demasiado cerca porque te quedas ciego, a dejar una luz prendida cuando estás sola en tu casa para que no piensen que no hay nadie, a nunca salir sin un suéter aunque estés en Acapulco, a que nadie da los consejos que ella te da y aunque a veces no te guste, siempre te va a decir la verdad porque quiere lo mejor para ti, aahhh y se me olvidaba, aunque tengas 60 años, siempre vas a ser su bebé y sí, ese «me lo vas a agradecer cuando crezcas» está lleno de razón.