Puede parecer un disparate comparar la serie El juego del calamar, el último gran exitazo de la todopoderosa Netflix, con la obra del escritor y Premio Nobel de Literatura José Saramago. Pero, si José Saramago hubiera hecho cine o televisión habría producido algo muy parecido a El juego del calamar. Desde aproximadamente la mitad del primer capítulo y hasta el mismísimo final, tienen varias analogías en común.
Dejando de lado el morbo que produce ver el comportamiento de un ser humano consciente de sus últimos minutos de vida, la serie indaga en los recovecos de la naturaleza humana de una manera muy similar a como lo ha hecho José Saramago en parte de su obra. Cómo, al colocarnos frente a una situación límite, aparece un instinto de supervivencia que nos convierte en auténticos animales, sacando lo peor que (casi) todos llevamos dentro.
“Ensayo sobre la ceguera”, es uno de esos libros que hay que leer antes de morir. De buenas a primeras, una epidemia de ceguera se empieza a expandir sobre toda la población. Cuando ya todos están contagiados, llega el momento del sálvese quien pueda, pero yo el primero. Del egoísmo, justificado o no, como método de defensa. De cómo esos valores que creemos tener tan arraigados se van difuminando y de cómo ya casi nadie es tan bueno y casi todos tan malos. En resumen, de lo más primitivo y profundo de la especie humana.
Ese escarbar en nuestra naturaleza está también presente en otros de sus libros, como “Las intermitencias de la muerte”, donde de repente, en un país cualquiera, la gente deja de morir. Y lo que a priori podría parecer bueno se demuestra que no lo es, y pasa a convertirse en una peligrosa mecha que enciende el individualismo de una sociedad enferma.
Pero volvamos al «Ensayo sobre la ceguera». Si te ha gustado «El juego del calamar» y no has leído la novela, acepta la recomendación y hazlo, es acierto seguro. Porque, en el fondo, ambas tratan de lo mismo. De cómo cambiaría el mundo si todos estuviéramos en igualdad de oportunidades. Todos ciegos según Saramago, o todos pobres y desesperados según El juego del calamar. Y en ambos casos, con la muerte susurrándonos en la oreja. Y el resultado de ambos experimentos, que no por ser ficción parecen menos creíbles, es descorazonador. ¿Estaría la humanidad preparada para organizarse en condiciones de igualdad total?, ¿o son precisamente las desigualdades las que nos hacen funcionar como sociedad? ¿El ser humano podría organizarse en un mundo en el que nadie tuviera la sartén por el mango o, mejor dicho, en la que el mango fuera de todos? Y es todos somos buenos… hasta que necesitamos demostrar que también podemos ser malos. Porque todos estamos hechos de la misma pasta: tú, Saramago, los coreanos y yo.
Con información de Squire