Hay que saber discriminar, separar o distinguir qué hay en las protestas de la BUAP que iniciaron desde finales de febrero y que arrancaron con los paros académicos de Medicina y Estomatología.
Por un lado, están las legítimas demandas de los estudiantes, quienes piden condiciones dignas para estudiar; alto total al acoso sexual contra mujeres y hombres por parte de maestros, administrativos y estudiantes protegidos por algunos académicos (no son todos).
Cada facultad e instituto de la máxima casa de estudios poblana tiene sus propios casos y condiciones. No hay que ignorarlas o minimizarlas porque son la base de todo el conflicto. La inconformidad viene desde hace años, desde Rectorías pasadas, sólo que fue creciendo hasta lo que vemos hoy.
Ahora bien, también hay grupos internos que quieren aprovechar la vulnerabilidad universitaria generada por esta crisis. Ahí están las redes sociales de muchos profesores o empleados que se subieron a las protestas o que alentaron las críticas contra la Rectoría. Aprovecharon la situación pensando que este era el momento para presionar bajo la vieja lógica de el que no chilla no mama (Sánchez Discépolo, dixit). También aquí hay que diseccionar con bisturí cuáles son las críticas con sustento y cuáles son porque algún académico quiera dar un golpe de Estado en su unidad académica.
Tercero, están personajes o grupos externos como ahora que se denunció a Antorcha Campesina y que hasta el gobernador Alejandro Armenta les exigió sacar las manos y no entrometerse o violentar la autonomía de la institución.
No es que todos los universitarios inconformes sean Antorchistas, por supuesto que no, el llamado del mandatario poblano fue para que dicha organización —que ha sido acusada de chantajear y extorsionar gobiernos a través de sus protestas, tomas de vialidades y dependencias— no intervengan en temas que no les corresponden. En este caso la BUAP. Que no manipulen a los jóvenes e indirectamente es para que los jóvenes se den cuenta y sepan distinguir si ven o notan intereses externos de la BUAP.
Que no metan sus manotas y que dejen a la Rectoría y a los estudiantes llegar a buen puerto en sus mesas de diálogo.
Por eso fue el enérgico llamado del gobernador, quien ha sido muy cuidadoso sobre el tema en particular puesto que no puede violar la autonomía universitaria.
El viernes pasado, después de tres largas horas del Consejo Universitario, cuando la comisión encargada del diálogo con los estudiantes asistió a CU para recibir sus pliegos petitorios, un grupo de estudiantes confirmó y denunció públicamente que había personajes externos que estaban ahí, infiltrados entre los estudiantes.
Si Antorcha Campesina quiere aplicar sus tácticas que en otro tiempo le han funcionado por la complicidad de políticos o gobernantes, tendrá que observar que ya fue evidenciada públicamente primero por el columnista Darío Celis en El Financiero y segundo por El Sol de Puebla y tercero por el propio gobernador Armenta.
Mucho daño hace si de veras tienen sus brazos metidos en donde no les llaman, pero sabemos cómo es Antorcha Campesina, una organización que ha vivido del chantaje y la extorsión, se han enriquecido por miedo de funcionarios público y por complicidades.
El tema universitario debe ser resuelto por los propios universitarios. Así se hizo saber en su sesión de Consejo Universitario y en ese punto todos los consejeros coincidieron en no criminalizar ese movimiento, pues sabían la legitimidad de las inconformidades.