Entre Puebla y Atlixco por la carretera federal, existe un pequeño pueblo en donde la vida es distinta a toda la región. La gente es amable, casi todos son rubios, de ojos claros o azules. Tienen un propio lenguaje llamado véneto, que es una mezcla entre el español e italiano. Tiene mas de 100 años habitando nuestro estado y ya son más mexicanos que el pulque y más poblanos que el mole, pues aunque sus rasgos son extranjeros, la realidad es que son en sus actividades como la de cualquier oriundo de por aquí. 360 grados hizo un recorrido por esta pequeña demarcación, por esta pequeña Italia.
Un clima cálido, verdes paisajes, una vida tranquila, el gusto por la ganadería y la carpintería es lo que hace la vida de los chipileños, y a pesar de que es una comunidad que se encuentra a 30 minutos de la ciudad de Puebla. Chipilo conserva el aroma a madera, el campirano, el viento suave que roza los cerros.
Chipilo es más que quesos, muebles, productos lácteos, gente güera, blanca y guapa. Más que un par de ojos azules, mas que sonrisas coquetas y buenos modales, producto de una fusión entre las culturas mexicana e italiana, Chipilo es tradición.
Ante la crisis económica y social que padeció Italia en el siglo XIX, el gobierno mexicano emitió una convocatoria para que los italianos que lo desearan inmigraran a nuestro país y se instalaran en diversas partes de la República Mexicana.
Los italianos llegaron a fundar cuatro colonias en territorio nacional; una de ellas se instaló en San Luis Potosí, otra en Veracruz, una más en el Distrito Federal y la última en Puebla, pero la que perduró y sobresalió por sus actividades económicas fue la colonia que se situó en el municipio de San Gregorio Atzompa, Puebla.
En 1882 Porfirio Díaz vendió diversas tierras a 40 familias italianas, las hectáreas que les donó el entonces presidente de México se localizan entre la ciudad de Puebla y Atlixco, en donde de inmediato iniciaron con las actividades ganaderas y agrícolas.
Y de 40 familias italianas – la mayoría proveniente de Segusino- actualmente Chipilo esta habitado por 7 mil personas, entre ellas seis familias alemanas, quienes comparten las tradiciones de Italia y de México.
Chipilo es una palabra de origen náhuatl que viene de chipiloc que significa lugar donde corre el agua. Debido a que en esta zona habitaban tres culturas diferentes, el idioma se convirtió en una limitante para que se comunicaran entre sí.
La familia de Fabrizio Galeazzi fue de las fundadoras de Chipilo. En entrevista con 360 Grados, comentó que es la cuarta generación de italianos nacidos en Chipilo y todos se han dedicado a conservar las tradiciones de Italia, a pesar que dice son más mexicanos que el nopal.
-¿Qué sientes al ser un italiano que toda su vida la ha pasado fuera de su país?
-Yo soy mexicano, me siento mexicano y todo los que vivimos en Chipilo nos sentimos mexicanos, festejamos las fiestas patrias como la del 15 de septiembre. Hay algunos vecinos que tienen la doble nacionalidad, tenemos muchas relaciones con el gobierno de Italia.
Pero sin importar que los chipileños sean mexicanos, aún conservan las tradiciones italianas; de acuerdo a Fabrizio Galeazzi, todos los habitantes de esta comunidad hablan italiano, pues de generación en generación se ha transmitido esta lengua romance, incluso dijo que años después de que se fundara Chipilo, se instaló una escuela de italiano, donde todos los niños por generaciones han asistido para aprender dicho idioma.
-¿Cuando van a Italia no les dan ganas de quedarse?
-No, para nada. Es más fácil que venga un italiano y se quede en Chipilo que un chipileño se quede en Italia. Muchos italianos se han quedado, se han casado con mujeres de aquí y han formado sus familias.
-¿A que se debe?
-Es más fácil adaptarse a la vida de aquí. México te da más libertad, tienes más beneficios en este país, en Europa son más estrictos, mientras que la vida en México es mas tranquila. Aquí puedes salir todo el tiempo, en Italia cuando hace frío tienes que encerrarte y tienes que poner la calefacción, prácticamente te congelas los impuestos son más caros, y aunque ganas más, te quitan casi la mitad de tu sueldo.
Fabrizio Galeazzi desmintió aquella versión acerca de que los chipileños sólo se casan entre ellos, que no dejan vivir a ninguna persona en esta comunidad si no es de origen italiano, y sólo se comprometen entre personas de la misma nacionalidad.
Explicó que este rumor surgió en la época de la Revolución Mexicana, donde, dijo, hubo un serio aislamiento de Chipilo hacia el resto de la República, ya que a menudo los bandidos se robaban a las chipeleñas.
“La gente se volvió muy celosa, dicen que en la Revolución Mexicana entraban los zapatistas y se llevaban a las mujeres; ante esta situación empezaron a esconder a las mujeres, a defenderlas, y por esa situación se empezaron a aislar”, expresó Galeazzi.
-¿Es verdad que sólo entre chipileños se casan? No, eso no es verdad. Al principio el idioma era una limitante, porque cuando llegaron de Italia pues hablaban italiano, del otro lado del cerro hablaban un dialecto, y algunas personas español, por eso era difícil que hubiera comunicación entre los habitantes de las comunidades, la gente no convivía con personas de otro lado, pero en el 40 por cierto de los matrimonios de Chipilo una de las partes de la pareja no es de aquí.
Y reiteró que los chipileños se han forzado por mantener algunas tradiciones de Italia: “Sobre todo en la comida, se hacen platillos típicos de Italia, se hace algo que llama polenta, que es un pan de maíz es muy dulce”.
Además, cada año en época de la Navidad, se hace la quema de la Bofana: “Que es una señora viejita hecha de cartón y simboliza todo lo malo del año. El primero de enero salen todos los niños a la calle, cantan casa por casa una canción en italiano, a cambio de que los residentes de las casas les den dulces.
“Todos cuando somos niños debemos cantar, a mí cuando me tocó regresaba con costales de dulces, nos daban muchos, cantábamos Bondi bonda –buen día, buen año- También se hacían bailes en el zócalo, los chicos pasábamos a todas las casas a robarnos las flores, formábamos un ramo y se lo regalábamos a la chava que nos gustaba.
“Los abuelitos jugaban un juego italiano, se formaban dos equipos de cinco personas cada uno, se rodaba una bola roja de tamaño pequeño y a donde llegara se tenía que arrojar las bolas o pelotas de cada equipo, ganaba el equipo que colocaba sus pelotas más cerca de esta bola”.
Finalmente, explicó que la modernidad alcanzó la tradición de las familias de Chipilo y de 60 por cierto que se dedicaban al campo, ahora se dedican a la industria, sobre todo la mueblera, incluso mencionó que en Chipilo se formó la fábrica de muebles mas importante de América Latina, la cual se llamó Segusino y cerró apenas hace algunos años.
Asimismo, antes los roles familiares estaban muy marcados debido a la tradición católica, ya que los hijos debían ayudar a los padres en las labores del campo, lo que les restaba tiempo para estudiar: “Antes los papás y los hijos se tenían que levantar a las cuatro de la mañana y un hombre tenía que ordeñar a cinco vacas, era un relajo para distribuir la leche, todo el día la pasábamos en esa labor. Ahora ya hay máquinas que se encargan de ordeñar a las vacas y nosotros sólo supervisamos y ya es más fácil que las personas de Chipilo podamos estudiar una carrera».