Si tienes más de cuarenta años y te gusta o ha gustado el fútbol en algún momento de tu vida, sabrás de sobra lo que quiere decir la expresión “La mano de Dios”. Hace alusión al gol que metió con el puño Diego Armando Maradona el 22 de junio de 1986 en la final del Mundial que enfrentaba a Argentina contra Inglaterra y que se disputó en el Estadio Azteca de México DF. Los albicelestes se llevaron la gloria y cuando a Diego le preguntaron por el tanto, dijo que lo había marcado «un poco con la cabeza y otro poco con la mano de Dios».
El fútbol está bastante presente en la nueva película de Paolo Sorrentino, como se deriva de su título, ‘Fue la mano de Dios’. Pero no es una hagiografía de Maradona ni un monólogo deportivo como podría esperarse, sino que es un drama nostálgico de tintes autobiográfico que te conquistará al igual que lo ha hecho con crítica (81% en Rotten Tomatoes) y público (7,7 en IMDb).
La película se estrenó primero en cines y acaba de llegar a Netflix, que ofrece esta sinopsis oficial: «El oscarizado guionista y director Paolo Sorrentino (‘Il Divo’, ‘La gran belleza’, ‘The Young Pope’) presenta la historia de un chico, Fabietto Schisa, en el turbulento Nápoles de los años ochenta. En “Fue la mano de Dios” hay lugar para las sorpresas alegres —como la llegada del legendario futbolista Diego Maradona— y para una tragedia igual de imprevista.
El destino interpreta su papel, la alegría y la desdicha se entrelazan y el futuro de Fabietto echa a rodar. Sorrentino vuelve a la ciudad que le vio nacer para contar su historia más personal: un relato sobre el destino y la familia, los deportes y el cine, el amor y la pérdida». Efectivamente, la película tiene un gran tinte autobiográfico.
El primer personaje que conocemos es el de Patrizia, que va a ser la musa sexual del protagonista de la película. Pero el arranque es muy tremendo. La recogen en la calle y se la llevan a una casa vieja y destartalada donde conoce a un anciano de lo más desagradable que la manosea. Al volver a casa, su marido le acusa de prostituirse y le agrede físicamente.
Averiguamos que Patrizia es la tía de Fabietto Schisa, que acude con sus padres Saviero y María a consolarla tras la agresión, pero mientras los adultos están poniendo en duda la salud mental de Patrizia, el joven solo atina a fijarse en sus pechos.
El tránsito a la edad adulta
Es el prólogo para adentrarnos en la vida del chaval. La familia Schisa vive en un apartamento de clase media. Fabietto y su padre son futboleros y su único sueño es que, algún día, Diego Armando Maradona acabe jugando en el Nápoles. Saviero trabaja en una oficina y ha sido alguna vez infiel a su mujer, María, una inteligente y bromista ama de casa que es además una gran madre.
Luego está el hermano mayor, Marchino (Marlon Joubert,’Romulus’), aspirante a actor, y también hay una hermana adolescente, Daniela (Rossella Di Luca, ‘Il Commisario Ricciardi’), con un papel muy escaso. A la vecina del piso de arriba la llaman la Baronesa (Beti Padrozzi, ‘La voz de dentro’) y de ella sabemos que es la viuda de «un famoso ginecólogo».
“Fue la mano de Dios” transcurre por cálidos caminos de comidas y sobremesas familiares en las que se ríe, se come, se bebe, se chismorrea y se dan baños (Patrizia se lo da completamente desnuda). Hay escenas que provocan una enorme sonrisa, como cuando Fabietto acompaña a su hermano Marchino a una prueba para ser uno de los 4.000 extras de una película de Fellini.
En esa indolencia de permanente estío, Fabietto anuncia que quizás estudie filosofía cuando termine el colegio, pero en realidad lo que le mantiene vivo son los rumores de que Maradona acabe fichando por el Nápoles [apunte biográfico: Paolo Sorrentino nació en Nápoles en 1970, así que tenía 16 años cuando el gol de ‘La mano de Dios’. De nada].
Habrá quien diga que ‘Fue la mano de Dios’ recuerda a ‘Roma’por ese toque agridulce y autobiográfico. Pero, a diferencia de la película de Cuarón, la de Sorrentino tiene más alma, resulta más auténtica y explica de manera conmovedora el paso de la adolescencia a la edad adulta.
Lo que sí concedemos es que Filippo Scotti se ha inspirado sin duda en el Elio de Timothée Chalamet que nos enamoró en ‘Call Me By Your Name’. El personaje, por contra, más revelador y fascinante de todos es el de la madre, capaz de dar una óptica alegre a cualquier dificultad de la vida.
Sorrentino, siempre influido por Fellini, entrega aquí una película controlada y emocionante cuyos ejes son el dolor y la familia en la que el cine juega un papel fundamental. Es el Séptimo Arte el que consuela a un joven que apoya su vida en los deportes, la comida, el sexo, la risa, la violencia y la tragedia y que, de alguna manera, aprenderá a sobrevivir.
Se trata de una película audaz y más que cine, es arte; no porque se trate de ‘cinema verité’, no, sino porque ha sido capaz de llenar de vida un mundo interior en el que muchos de nosotros podemos sentirnos identificados. No te la pierdas.
Con información de Elle