Este año es el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y, para celebrarlo, llega “La conjura del Valle de los Reyes” de Luis Melgar (Madrid, 41 años), autor de “La peregrina de Atón”, una novela sobre la época de Amarna (la misma del joven faraón) que atribuía identidad queer a Akenatón.
“La conjura del Valle de los Reyes” aborda el hallazgo más famoso de la historia de la arqueología reuniendo a todos sus protagonistas: Howard Carter, Lord Carnarvon y su hija Evelyn (narradora en parte), y a toda una galería de personajes históricos como Lawrence de Arabia, el ocultista Aleister Crowley, sir Arthur Conan Doyle, Lord Curzon, Oswald Mosley, Arthur Weigall, nacionalistas egipcios, médiums y espiritistas, fabianos, suffragettes, el príncipe de Gales y hasta el duque de Alba. ¡Incluso sale la famosa Momia de la mala suerte!
La gracia especial del asunto es que convierte el relato de la búsqueda y hallazgo en 1922 de la tumba de Tutankamón en una novela de crímenes, con homenaje directo a Agatha Christie.
La víctima es Carnarvon, el patrono de Carter y mecenas de su excavación, cuya muerte en 1923 a causa de que se le infectara una picadura de mosquito presenta, según Melgar, suficientes resquicios para ponerse a imaginar que pudo ser asesinado.
Su hija, Lady Evelyn, es la encargada en la novela de investigar, a lo Poirot o Miss Marple, los posibles motivos del crimen (políticos, sentimentales, económicos, esotéricos), seguir las pistas y encontrar al culpable entre los muchos sospechosos. Lo que podría parecer un disparate, acercarse a la historia del gran descubrimiento este año de aniversario desde la novela policíaca, se revela como una idea felicísima, sobre todo por la forma concienzuda en que el autor ha elaborado la trama y la manera tan entretenida como la cuenta.
La conjura del Valle de los Reyes es una forma excelente de sumergirse en la historia del hallazgo y, pese a ser una obra de ficción (y mostrar escenas tan sorprendentes como a Howard Carter en una orgía, en una sesión de espiritismo junto a Conan Doyle, en camello rumbo a Siwa o chantajeado por unas fotos comprometedoras), descubrir muchas cosas de aquel acontecimiento arqueológico y de las personalidades reales de sus protagonistas. Particularmente, el difícil carácter de Carter, el descubridor, y su relación de subordinación laboral y a la vez de amistad con Lord Carnarvon están muy bien descritos.
El escritor ha sorprendido (y hasta alarmado) apareciendo con un vendaje en la mano derecha, la de escribir, que hace pensar en la maldición de Tutankamón, a la que, como era obligado, se hace mención en la novela; pero es que lo han operado del túnel carpiano. La venda se la quitará para la foto en el vecino Museo Egipcio, lo que es una pena porque le daba un punto momia.
Con información de El País