Por Danitza Valenzuela
En el corazón de Atlixco, Puebla, Cuacolandia se erige como un refugio único para caballos maltratados, liderado por la apasionada activista Elena Larrea. Desde el dramático rescate de equinos hasta la trascendental alianza con la Federación Ecuestre Mexicana, Elena y Cuacolandia se han convertido en defensores incansables de la causa equina. La resiliencia de Larrea y su capacidad para superar desafíos financieros mediante soluciones creativas, como la apertura de un OnlyFans, son una invitación a unirse para romper las cadenas del sufrimiento animal.
Cuacolandia y la lucha de Elena Larrea
A treinta minutos de la Angelópolis se erige Cuacolandia, un refugio para caballos donde la pasión y el activismo convergen. Elena Larrea, la fuerza impulsora tras este santuario, inició su misión en 2019, rescatando caballos maltratados en los basureros del Estado de México: “Siempre quise ayudar a todo tipo de animales, pero mi pasión siempre fueron los cuacos. Toda la vida he montado y las circunstancias me ayudaron para que en el 2019 hiciera un trabajo con el Estado de México, pues comencé a recolectar a los que tiran las carretas de basura y de ahí surgió Cuacolandia”.
La historia de Cuacolandia se teje con experiencias de rescate: caballos abandonados en basureros, maltratados en disciplinas ecuestres como la charrería, de la Policía montada y seres desprotegidos que encuentran en este refugio una segunda oportunidad. Larrea, una activista de toda la vida, ha ampliado su labor de rescate para abogar por la regulación de prácticas que pongan en peligro el bienestar de los caballos.
Su alianza con la Federación Ecuestre Mexicana (FEM) marca un hito significativo. Trabajando juntos para modificar reglamentos, Elena y Cuacolandia son voces influyentes que ayudan a garantizar que los entrenamientos y prácticas ecuestres no inflijan daño a estos animales. A través de sus plataformas, insta a la comunidad a alzar la voz contra el maltrato animal, incluso cuando este está respaldado por regulaciones.
Mila y la lucha legal
Recientemente, Cuacolandia se vio envuelta en un escándalo cuando Mila, una yegua rescatada, reveló abusos sexuales por parte de sus cuidadores anteriores. Este desgarrador episodio llevó a Larrea y otras activistas al Congreso estatal, exigiendo la regulación de la zoofilia como un delito. Aunque Mila encontró refugio en Cuacolandia, su historia impulsó cambios legales importantes.
La lucha de Elena contra la zoofilia se topó con barreras jurídicas, pero su persistencia dio frutos. La iniciativa para tipificar la zoofilia y la pornografía animal fue presentada por la diputada panista Lupita Leal y su colega del Partido Verde, Jimmy Natale. A pesar de la resistencia inicial, la presión mediática y social, catalizada por el caso de Mila, llevó a una decisión unánime en el Congreso a favor de la nueva legislación.
El episodio también puso de manifiesto las amenazas y desafíos que Larrea enfrenta, tanto en las redes sociales como fuera de ellas.
El precio de la sostenibilidad
Mantener Cuacolandia no es una tarea fácil. Con un costo mensual de un millón de pesos, Larrea se enfrenta a desafíos financieros constantes para sostener este refugio. Sueña con replicar la iniciativa en Monterrey, Guadalajara y Ciudad de México, pero las restricciones financieras actuales lo hacen impracticable. Elena, sin embargo, no se rinde y busca soluciones creativas para mantener a flote este santuario.
Durante la pandemia, enfrentó una crisis económica que la llevó a abrir un OnlyFans. Aunque inicialmente fue objeto de burlas, esta decisión se reveló como un salvavidas financiero. Larrea desafía los estigmas y utiliza cada plataforma disponible, desde las redes sociales hasta cursos educativos para niños, para difundir la causa de Cuacolandia y cambiar la percepción de los caballos como meras “bestias de carga”. Elena desafía los estigmas y demuestra que, cuando la causa es justa, los caminos inexplorados pueden ser la clave para la supervivencia.
Un llamado a la acción
Cuacolandia es una promesa de continuación, una narrativa que sigue escribiéndose con cada nuevo día. Elena Larrea, mujer apasionada y aguerrida, se erige como la guardiana de este reino, donde la equidad para los cuacos es la piedra angular. A pesar de los desafíos, su historia no es solo un testimonio de resistencia; es un llamado a la acción, una invitación a unirse a la causa y a romper las cadenas que atan a los animales a un destino de sufrimiento.
En los vastos terrenos de Cuacolandia, donde los caballos encuentran refugio y curación, también se gesta una revolución silenciosa. La persistencia de Elena Larrea y su comunidad deja una huella indeleble en el tejido de la historia animalista.