Algunos comportamientos machistas han llevado a burlarse de las micro empresarias y las han llamado despectivamente: nenis. Sí, a esas mujeres que se autoemplearon al vender diferentes productos a través de las redes.
Se trata de aquellas mujeres que debido a la pandemia perdieron su trabajo en una empresa, que se quedaron al cuidado de sus hijos, pues el papá decidió “ir por los cigarros y hasta ahora no ha vuelto”. Mujeres que ante la crisis laboral apoyan también al marido desempleado o algunas que no quieren depender de sus parejas.
Lamentablemente en México a las mujeres que deciden buscar alternativas laborales se les ve como si su esfuerzo valiera menos. Esta apreciación deriva principalmente del machismo y de los prejuicios de otras mujeres. Antes les llamaban “luchonas” y se les veía mal por los hombres porque era símbolo de una mujer que fungía el papel de mamá y papá, a la vez.
El sexo femenino vio a la pandemia como una gran oportunidad. Gracias a su iniciativa, la economía no se paró y se crearon diversas fuentes de ingresos. Frases como «¿En dónde entregas, neni?» y «Hoy cierro pedido, neni» se viralizaron en redes sociales. Muchas decidieron usar las plataformas digitales como principal herramienta para impulsar sus negocios. Ante las burlas generadas en redes sociales, las mujeres emprendedoras se apropiaron del término y le dieron un resignificado: Nueva Emprendedora de Negocios por Internet (Neni).
Más trabajo, pero menos empleo pagado
Cuando en México se declaró la emergencia sanitaria aumentaron las labores domésticas y carga de cuidados de los menores, adultos mayores o personas con discapacidad. Las mujeres pasaron de 20 horas de trabajo a la semana a 50, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
En nuestro país, la carga de cuidados y las labores domésticas no remuneradas equivalen a 5.6 billones de pesos, lo que representa el 22.8% del PIB nacional. A esto se suma la brecha salarial entre hombres y mujeres: en el cuarto trimestre de 2020, los hombres ocupados reportaron un ingreso laboral mensual de 4,633, y las mujeres de 3,777 pesos, según Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Además, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), publicada por el Inegi en enero de este año, indica que, hasta diciembre de 2020, nueve de cada 10 personas desempleadas son mujeres, quienes de hecho tuvieron una mayor incursión al mercado informal.
Fernanda Salazar Mejía, integrante de la Red de Politólogas y especialista en igualdad de género, explica que en el sistema económico en el que estamos, las mujeres y los grupos sociales más marginados son «reservas de fuerza laboral»; es decir, cuando el sistema económico las requiere son contratadas, pero se les paga menos, les dan menos beneficios y tienen menos oportunidad de crecimiento. Y cuando el sistema económico sufre crisis, esas «reservas» son las primeras en ser expulsadas.
El peligro de ser neni
La politóloga Fernanda Salazar destaca que es sabido que las mujeres tienen muchas más habilidades para desarrollar redes de conexión y comunidad, lo que les facilita llegar a más personas.
Pero, así como han logrado tejer estas redes de conexión y obtener ingresos, se enfrentan a riesgos a la salud y a su integridad, pues al no ser Amazon o grandes tiendas con entregas a domicilio, las emprendedoras se comunican a través de WhatsApp o redes sociales para concretar lugar, hora y fecha de entrega, muchas veces con clientes desconocidos.
En los primeros meses del confinamiento, mujeres que acordaban en una estación de Metro o Metrobús en la Ciudad de México para realizar las entregas, fueron tratadas, según sus propias denuncias, como delincuentes por policías que las obligaban a salir de las instalaciones bajo amenaza de llevarlas al ministerio público.
Pero son actividades de alto riesgo, catalogadas así por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), en primer lugar, porque no cuentan con ningún derecho laboral ni seguridad social, y en segundo, porque son las más lastimadas por la crisis de salud y económica», dice en entrevista.
Estas visitas para entregas son un factor de riesgo en términos de salud porque pueden contagiarse de COVID-19, y recordemos que son mujeres que no tienen seguridad social.
Con información de: Expansión