Irving Ramírez
Dos de los mejores narradores italianos del siglo XX, Italo Calvino y Antonio Tabucchi, comparten algo: uno nació en Cuba por azar, el otro no se sentía de su patria y adoptó a Portugal como suya. Ambos del signo zodiacal Libra. Sin embargo, a pesar de ese desarraigo compartían mucho más, por ejemplo, una vena fantástica, un gusto por lo experimental y una afición por el pasado muy marcada. En cuanto a su prosa, la ambigua y sugerente de Tabucchi se centraba en una exquisita sintaxis, mientras que Calvino era más directo. Si Calvino fue comunista en su juventud, y tiene libros comprometidos y con un carácter social, Tabucchi posee un monumento a la rebelión y la toma de conciencia con la novela Sostiene Pereira. Así, las similitudes no son pocas pero tampoco las diferencias. La trilogía heráldica de Calvino es un fresco renacentista que hace uso del simbolismo y el relato pedagógico de maneara magistral. El vizconde demediado, El caballero inexistente, y El barón rampante dan un giro a la novela histórica por medio de lo fantástico para enmarcar las gestas de Carlo Magno entre la fábula y la ironía.
Tabucchi, en sus cuentos, potencia esa gama de seres sobrenaturales equivalentes; Tadeus, el ángel negro, es un ejemplo, o los equívocos que son un giro irónico a las tramas y, por supuesto, el juego del revés. No están exentos de la oniromancia, nefelomancia, los oráculos, o los pensamientos de una ballena que cataloga a los humanos en un monólogo interior en Dama de Porto Pym.
La vena experimental de Calvino en Las ciudades invisibles, acaso uno de los mejores libros de atmósferas, donde el cronotopo es esencial en el ámbito de lo imaginario (como los seres imaginarios de Borges, o las biografías imaginarias de Schwob).
Si un libro merece el carácter lúdico es Si una noche de invierno un viajero, con sus posibilidades estructurales, donde una historia no termina de comenzar o recomienza una y otra vez, algo así como Las aventuras de Tristram Shandy, de Sterne, que son digresiones infinitas. En eso Calvino es más radical. Tabucchi es más sutil, apela más a la inteligencia del lector que debe descifrar tramas complejas.
Dos me parece son las obras maestras de ambos: El barón rampante, de Italo Calvino, y Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. La primera, una deliciosa fábula del berrinchudo noble que vive una vida entre los árboles, y es partícipe de la historia de Europa dando fe de las seis propuestas para el próximo milenio de sus conferencias truncas con la levedad, rapidez, visibilidad, exactitud, precisión, en esa metáfora de vivir entre las ramas lejos del suelo y, por el otro lado, la toma de conciencia de un periodista burgués melancólico en medio de una dictadura, paulatinamente, hasta el cambio comprometido, a un entrañable revolucionario de mediana edad con Tabucchi.
Dos personajes memorables más vivos que muchos que saluda uno en la calle, Cósimo de Rondó, en Calvino, y Pereira, en Tabucchi: en ambos hay nobleza; uno desarraigado o desterrado mejor por decisión propia, pero más cercano y pendiente de su familia y su pueblo que nadie desde las frondas, y el otro, emergiendo de su egoísmo cómodo de intelectual mimado hacia la lucha contra el autoritarismo arriesgándolo todo. De hecho, ambos desalojados de una existencia convencional, uno a metros del suelo, el otro a metros de sí mismo cotidianamente.
Calvino literaliza la metáfora con El vizconde demediado partido a la mitad entre el bueno y el malo, la dualidad del hombre de Jung, y ejemplifica la voluntad de vivir con El caballero inexistente, como si tomase a pie de la letra la tesis de Schopenhauer de que todo quiere existir por mera voluntad. Más realista aquí es el oblicuo Tabucchi que sorprende con un relato político en Sostiene Pereira, lejos de sus ambigüedades comunes, empero no exento de ese estilo fino, poético que lo caracteriza.
Calvino basa en la imaginación capaz de crear ciudades combinando la historia del gran Khan con lo fantasmático, y el realismo de su primera época; Tabucchi en Nocturno hindú o Réquiem, la biografía novelada con lo elusivo y lo místico o sobrenatural de sus mejores cuentos. Dos italianos esenciales en diálogo mediterráneo para leer en silencio.