Si quieres casarte conmigo, no me olvides. Si no me amas dímelo también…
Es 29 de julio de 1935. Han pasado tres meses desde que el estudiante de Derecho de 21 años conoció a Elena Garro, que tenía 18 y estaba por terminar el Bachillerato, y su amor ya empieza a mostrar sombras. Los padres de la que se convertiría en una de las novelistas más brutales de México no aprueban la intensidad de la relación y amenazan con enviar a su hija a un internado. Garro llora en silencio. Paz reniega de que su mundo ha sido atropellado.
“Yo no quiero que te rebeles a tus gentes, sino que les expliques con exactitud y frialdad la verdadera situación”, le escribe el poeta a su novia esa mañana antes de partir hacia su casa para enfrentar a los suegros. La despedida es fría, el aire tenso, y el poeta se va rendido. Al llegar a su casa escribe otra vez, 13 páginas que concluyen en una amenaza: “Si quieres casarte conmigo, no me olvides. Si no me amas dímelo también: tienes ese deber. El único que te exijo. Que contestes a todo lo que te pregunto aquí. Debes contestar todo esto; de otro modo haré una locura”.
Hoy podemos conocer la historia a fondo gracias al trabajo realizado por Guillermo Sheridan, mayor biógrafo del Nobel de Literatura mexicano.
El académico e investigador del Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México, guardó y estudió durante casi dos décadas estos escritos que hoy publica en un libro de la Editorial Siglo XXI bajo el título de Odi et amo: las cartas a Helena.
Se ha dicho que en estas epístolas se muestran los recelos, compulsiones, egolatría, delirios, machismo y coerciones carnales de un joven poeta de 21 años enamorado febrilmente de quien sería su esposa y madre de Laura Helena, la hija.
¿Existen reflejos de los libros que leía el escritor en esos años?
Se advierten las estelas de lecturas de autores como Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Nietzsche, Fiódor Dostoievski, Jean-Jacques Rousseau, Rilke, Francisco de Quevedo, Góngora, Miguel de Cervantes… No olvidar que el joven poeta está en proceso de formación, hay evidencia de que Paz era un lector insaciable.
Sheridan sostiene que Garro se instala en el odio; conocemos la tristemente célebre confesión de Elena Garro: “Yo he vivido contra él, estudié contra él, y hasta hablé contra él”, en referencia a Paz. Resentimiento que, al parecer, codificó hasta cierto punto, la conducta de la autora de Los recuerdos del porvenir. Paz encontró el amor, después de algunos fracasos, en Marie-José Tramini.
Carta de Octavio Paz
Helena mía:
Suena muy bien junto a tu nombre la partícula mía. Lo mismo que la H: el que tú la tengas —nada más tú, entre todas las Elenas— y el que la usemos como una especie de amorosa contraseña, de signo de nosotros, ata con un lazo nuevo, secreto e inefable nuestros —mi— ya atados corazones.
Te dije hoy que en todo te encontraba. Dulce milagro el tuyo, que te repite en todas las imágenes del mundo y no me sacia: si alguna palabra es aplicable al amor, es esa: insaciable, con la abstinencia y el exceso. Pero yo nunca estoy en esa abstinencia de ti, porque te encuentro —dolorosa, alegremente— en todo.
En este momento estás en una fiesta y yo me consagro a rescatarte de la superficial neblina que te esconde, dentro de mí. Pues estabas, todavía hace un momento, sólo como un tierno presentimiento. Como un júbilo que aún no estalla, una noticia azul que nos espera en el fondo del alma [...]
Con información de La Razón