No es por rutina, según parece, que el ejercicio político en Puebla se vea reflejado en el trabajo literario de sus mismos cronistas. A quienes asistieron ayer a la presentación de Miedo y asco en Casa Puebla, y seguramente a muchos lectores que espera esta novela, se les ha ofrecido una cartografía precisa de un mundo oscuro que no cualquiera podría narrar. No sería una exageración afirmar que esta novedad literaria es, por mucho, la mejor toma de pulso que se ha hecho sobre los últimos 25 años de un estado, pero sobre todo de una ciudad, que ha entregado su destino a los hombres del poder.
El salón principal de Las bodegas del molino fue un escenario cuya aglomeración de personalidades fue un voto a la calidad de lo allí presentado. En la mesa principal, Mario Alberto Mejía se hizo acompañar de amigos y colegas que hicieron precoces acercamientos a su novedoso trabajo literario. Cada uno de ellos, a su modo, mostraron una apología de un hijo pródigo de las letras que se ha ganado un lugar incuestionable en el periodismo poblano. Ahora regresa, sin haber realmente abandonado a las musas, con pie firme y sin cortapisas a un mundo que empezó a cultivar desde su más temprana juventud.
Juan Pablo Vergara, alter ego de Mejía, se encarga de llevarnos por los vericuetos de la más poblana grilla que se ha formado desde el fin del sexenio de Mariano Piña Olaya, en el ya lejano 1993, hasta los últimos suspiros de un nuevo proyecto que aún le sigue dando rumbo a Puebla, o al menos lo intenta.
Desde la portada, un particular homenaje a Tarantino y sus Perros de reserva, resulta una provocación difícil de resistir; además, anuncia la pronta aparición de un segundo volumen que seguro convocará a tantos devotos de la buena crónica política como sucedió el día de ayer. Mientras ese día llega, queda esperar saboreando pacientemente cada una de las 512 páginas de esta sacudida a las buenas conciencias… y a las malas también.