Retomamos una entrevista publicada en septiembre del 2014, cuando aún vivía este mítico personaje y la publicamos en nuestra versión impresa.
Por Éric David Montero
Un castillo de 72 habitaciones es el hogar que Diego Gaona ha compartido con varias mujeres a lo largo de su vida. Una construcción extravagante, que tiene estatuas de leones en una de las entradas; inmediatamente sigue una escalera con un pasamanos en forma de serpiente pintada de azul cielo, ahí también hay dos improvisados guardianes de la Edad Media.
El inmueble no tiene estilo arquitectónico, sólo el que él ideó al paso de los años. De hecho, empezó a construirlo con la ayuda de uno de sus hijos, José Luis, allá por 1976.
Gaona es un hombre acostumbrado a la constante visita que le hacen los medios de comunicación para que adivine el futuro o la suerte que traerá el año en curso. La habitación no miente, pues en una de las paredes tiene pegadas páginas amarillentas de los diarios a los cuales les ha otorgado entrevista, porque eso es lo que hace, “decir la verdad desde hace 30 o 40 años”, con el único fin de ofrecer orientación a cambio de una cooperación voluntaria.
En un principio el adjetivo “brujo” le producía coraje, pero se fue acostumbrado, y aclara: “Si lo fuera, ya hubiera embrujado a todo el cabrón gobierno pa’ que le dé chorrillo”.
«El Mil Amores” es un personaje de quien se ha escrito demasiado, al igual que de sus predicciones y sus romances; su nombre aparece en diarios como La Jornada, El Sol de Puebla, incluso en el semanario amarillista Insólito y El Universal, especialmente en la década de los 80 y 90.
–Mira todas las pendejadas que me traen.
Diego saca la prenda interior de una mujer.
–Pero yo no hago esas porquerías. A las mujeres les digo: “para qué sufres por ese pendejo, mejor búscate otro». A los hombres también, yo no hago ese tipo de trabajos, yo baso todo en los números.
Su vestimenta es muy ordinaria: pantalón de vestir, playera a rayas con cuello sport.
Pero hay algo que le da un poco de misterio: unos lentes oscuros que ocultan una mirada con cataratas y una cadena con un sol de nueve picos que cuelga de su cuello.
La plática es interrumpida por uno de sus bisnietos, que se asoma a la oficina para pedirle dinero. Diego saca una moneda de 5 pesos y se la da, pero le exige que nos salude. El niño sólo responde con un “¡Oooooora!”.
«He tenido 18 mujeres y hasta un puto»
Declaró Diego Gaona, «el mil amores»
Ver tantas entrevistas y fotografías en su oficina me hizo titubear sobre las preguntas que ya había preparado; incluso me interrumpe antes de que lance el cuestionamiento, “¿Qué más quieres saber, compadrito?”.
Al ver que dudo ataja:
-Tengo 84 nietos, 22 bisnietos y cuatro tataranietos, 80 años, harta pinche marihuana (bromea). Aquí tuve viviendo 18 mujeres y hasta un puto, lo último no lo pongas. Bueno sí. ¡Total!
Para convencerme de que aún es vigoroso saca una bolsa llena de papel higiénico usado y la coloca sobre el escritorio.
–Mira. Todo esto es de pura chaqueta, perdón que lo haga, pero es que, si no, no me crees. Para coger hago nueve movimientos y paro. Para mí el nueve lo es todo, mi castillo tiene 72 habitaciones, si sumas el siete y el dos te da nueve; tuve 18 mujeres, 1 y 8 son nueve. Es el único número que, al multiplicarlo con otro, el resultado final será el 9. Por ejemplo: 9 por 5 son 45, súmalo y el resultado será el mismo, y así por el que quieras. ¿Qué más quieres saber, compadrito?
Arriba hay un corazón con dos iniciales, se percata de mi curiosidad y relata que en 2006 vivió con él una menor de 16 años. Asegura que la adolescente le pidió que le enseñara lo que se sentía tener sexo. Diego no lo pensó dos veces y en su oficina era donde tenía a la joven, sin obligarla a nada.
Según él no intentó conquistarla, de hecho, a ninguna conquista, no sabe cómo hacerlo. Asegura que todas llegan por su propio pie. Todo eso incluso le carreó problemas legales de los que ya salió librado.
Diego interrumpe de nuevo la entrevista y sale de su castillo a saludar a los turistas. “¡Gracias por visitar Cholula!”, los pasajeros del turibús no dejan de sacar fotos a su castillo, que construía cada que había luna tierna. Después de su cortesía con los visitantes, regresa para reiniciar la plática.
NO HABLÉ CONTRA EL CLERO NI LA POLÍTICA
Los días en que Diego Gaona fue panadero y cargador en el mercado quedaron en el recuerdo, las noches que pasó durmiendo en el parque también.
El adivinar la suerte le dio fama; la televisora local lo ha invitado a algunos programas, pero con la condición de no hablar mal del gobierno ni del clero, de ahí en fuera, lo que quiera.
Algunos aciertos fueron publicados en La Jornada de Oriente en diciembre de 1996.En esa ocasión dijo que el PAN llegaría a la presidencia de la República en el año 2000 y que el expresidente Carlos Salinas de Gortari no sería juzgado por los mexicanos. Además vaticinó un 1997 lleno de rencores políticos y venganzas.
Diego no deja pasar más de un minuto de silencio; se deja ver como un personaje pintoresco que agarra la parranda cada que se le ocurre, el olor de su oficina lo delata. Adicto al sexo y al mambo, que baila para sentir los senos de quienes bailan con él, o dar un “restregón”.
Las voces se apagan y suelta la última frase de la entrevista:
–Si ya no tienen más que preguntarme, les adivino la suerte.
Pregunta mi fecha de nacimiento y me intriga saber de mi porvenir. Mientras eso pasa, comienza a consultar los números de su escritorio y los que están pegados en otra de las paredes.