Por Betzabé Vancini Romero, psicoterapeuta (@Betzalcoatl)
Tienen razón si piensan que el título de este artículo es políticamente incorrecto, así que de manera extraoficial lo cambiaremos a “personas que necesitan mucha atención y la buscan a través de redes sociales”, para que suene menos feo.
El ritmo acelerado de vida en el que vivimos ha hecho de las redes sociales y de las aplicaciones de mensajería instantánea una de las pocas opciones para socializar y mantener contacto con personas que no solemos ver frecuentemente. Sin embargo, hay personas que usan las redes para buscar la validación que no obtienen en su vida cotidiana. Es fácil distinguir a estas personas en cualquiera de sus redes: múltiples publicaciones diarias, siempre con algún tipo de contenido sentimental, fotos reveladoras o imágenes con frases ‘reflexivas’ que publican en búsqueda de afirmación. El problema de fondo de esta búsqueda de aprobación constante en las redes sociales es la baja autoestima o la soledad. Es decir, cuando una persona siente que su entorno social, familiar o su pareja no le dan la validación que requiere, va a buscarla a través de las redes sociales. Desde que mi querido Marco me pidió escribir este artículo, hice una suerte de investigación a través de las redes sociales; busqué primero en Instragram y encontré en mis contactos un gran número de usuarias que comparten fotografías de su cuerpo semidesnudo, con escotes profundos, en posiciones eróticas o sugerentes que tienen como objetivo recibir likes de usuarios masculinos para confirmar su ‘sensualidad’. La mayoría de estas mujeres que observé en mis redes son mujeres solas, evidentemente en busca de pareja o bien, mujeres cuyas relaciones están fracturadas y no reciben de su pareja los halagos o cumplidos que desean, así que los buscan a través de las redes. Muchas de ellas, por ejemplo, no tienen agregadas a sus parejas en sus cuentas o sus parejas no tienen cuenta en Instagram. Un fenómeno muy similar sucede con las cuentas de los hombres que parecen decir “mírenme, qué divertido, ingenioso e interesante soy”.
El otro fenómeno tiene que ver con la expresión de sentimientos negativos en redes. Twitter y Facebook son las plataformas punteras en cuanto a frustración de sus usuarios se refiere. La gente acude a este tipo de redes sociales para manifestar sus experiencias desagradables, desacuerdos, decepciones amorosas y hasta sus más profundos sentimientos de depresión y tristeza. Pero, ¿por qué querría alguien expresar algo que le hace sentir vulnerable a un cúmulo de personas a las que pudiera no importarles en lugar de ir a terapia? Precisamente porque hacerlo de esta manera les hace menos responsables de encargarse de sus emociones y no les obliga a aprender a manejarlas como lo haría la terapia. Además, al expresar estas experiencias tendrán al menos algunos contactos que les respondan de manera empática, que complementen la queja o que intenten averiguar qué sucede y esto es precisamente lo que estas personas necesitadas de atención están buscando: que les pregunten, que les comenten, que les validen a través de un like.
Sin embargo, el fenómeno que me parece más interesante es el de las indirectas. Cuando una persona carece de la capacidad de confrontación recurre a la publicación de frases en sus redes o de comentarios que van dirigidos a una persona en específico -misma que está en sus contactos- y deja el post abierto para que todos sus contactos lo lean, a veces incluso recurren a la configuración de privacidad que permite que cualquier persona dentro y fuera de Facebook lea sus contenidos. Podríamos profundizar en la falta de madurez y los pocos elementos para dialogar o negociar que tiene una persona que hace este tipo de publicaciones, sin embargo, me parece más importante hablar de que el éxito de las indirectas se debe a que solemos tomarnos de manera muy personal los contenidos que vemos en redes sociales. Durante una semana hice un pequeño experimento: publiqué diario y a manera de indirecta una historia ficticia sobre una amiga que me dejó de hablar pero veía mis historias en las redes. Cada día fui alimentando el mito de la existencia de esta persona para ver la reacción de mis otros contactos y obtuve un poco de todo. Gente que pulsaba el botón de “me divierte” manifestando complicidad con mis ironías, preguntas sobre quién era el oscuro personaje que yo describía, comentarios con anécdotas muy similares a la que yo estaba contando, y por supuesto, lo que yo más esperaba, mensajes privados de ‘amigas’ reclamándome por haberlas exhibido en Facebook con esa historia. Es decir, se pusieron un saco que les quedaba pero que no estaba confeccionado para ellas sino para una persona inexistente. Interesante.
También pude notar contactos que se alimentaban cotidianamente de la telenovela que yo publicaba en frases muy generales como “Pues mi amiga la que no me habla ya volvió a ver todas mis historias” y hasta me preguntaban o sugerían algún tipo de acción como bloquearla o dejar de seguirla en redes. Pero volviendo al punto importante, cada vez que recibía un mensaje con un reclamo por la publicación pensaba en qué mundo tan narcisista las personas se sienten referenciadas en frases genéricas, incluso en las que uno no escribe sino únicamente comparte. Y eso sucede con las parejas, los amigos, los familiares, los compañeros de trabajo. Con todos. Es decir, si entre las publicaciones de mis contactos veo algo que pudiera parecerme familiar o que podría parecer que se refiere a mí, primero me detendría a pensar ¿por qué esta persona decidiría hacerme tan importante en su vida como para dedicarme un post? Y después, ¿por qué si tenemos una cierta relación interpersonal decidiría publicarlo en lugar de hablarlo directamente conmigo? Eso, no hay razón alguna.
Podría resultar un poco contradictorio que al inicio de este texto les hablé sobre la baja autoestima y ahora estoy acusando a las personas que se toman todo personal de narcisistas, pero en el fondo es la misma cosa: los narcisistas son personas con muy baja autoestima que buscan reafirmarse a través de la opinión de otros en lugar de regular su autoconcepto de manera interna; viven de las apariencias y no hay mayor festín que nos proporcionen las redes sociales que ese juego de personajes que todos hacemos. Al final, habría que preguntarse qué tan grande es la herida en el ego que hace que las personas busquen sanarla a través de la exhibición de una personalidad conveniente y fragmentada que solo pueden mostrar a través de las redes sociales porque en persona se les cae el teatro. La moraleja es: tomémonos las redes como un juego porque si nos compramos los personajes que nosotros mismos vendemos estaríamos cayendo casi en la esquizofrenia. Tú eres libre de publicar lo que quieras, pero de ahí a que te lo creas, bueno, esa ya es otra historia.