La Ley de Ciberacoso, aprobada el jueves por mayoría en el Congreso del estado, no atenta contra los medios de comunicación ni contra la libertad de expresión. Quienes han impulsado una campaña en contra de esta normativa —ideada por José Luis García Parra y concretada por la diputada Laura Artemisa García Chávez— son el PRI, el PAN, bots, cuentas falsas y los típicos cobardes que se esconden en el anonimato.
A ver, a ver, a ver… que quede claro: si un periodista tiene información sobre el desvío de recursos, la comisión de un delito por parte de un funcionario público, un error o un acto doloso de algún político, y lo publica en un portal de noticias, en un blog, en Twitter, Facebook, Instagram o cualquier otra herramienta digital, si tiene evidencia —o incluso si se trata de una crítica— no será señalado ni inculpado con esta nueva normativa.
Por ejemplo: si alguien, que no es un bot ni una cuenta falsa, critica a una diputada, diputado o diputade porque se le ocurrió hacer un video en la tribuna del Congreso sobre los «mejores vestidos», y señala que dicha acción es ridícula, una pérdida de tiempo o un espectáculo innecesario, no tendría por qué ser denunciado.
Un cartonista no será acusado ni perseguido por hacer sátira política: hay jurisprudencia que protege la libertad de expresión en estos casos.
Es importante hacer esta aclaración porque, en redes sociales (las malditas redes sociales), algunos panistas se tiraron al piso y se desgarraron las vestiduras por la reciente reforma al Código Penal. Curiosamente, en noviembre del año pasado, cuando el legislador —hoy con licencia— José Luis García Parra presentó esta iniciativa, los diputados albiazules la respaldaron.
¿Por qué es importante esta ley para nosotros, los periodistas?
Porque quienes nos dedicamos al periodismo hemos escrito, hablado, cuestionado y denunciado. Hemos fijado una postura pública. Hemos criticado desde nuestras cuentas de X o en otras plataformas digitales a funcionarios, militantes panistas, priistas, morenistas, gobernantes y aspirantes a gobernadores, y siempre lo hemos hecho con nuestro nombre. Jamás desde el anonimato.
Tan es así, que en más de una ocasión hemos tenido que enfrentar denuncias, demandas, acusaciones falsas, denuestos, amenazas… y sí, a veces nos toca acabar en la barandilla. Muchas veces, por decir lo que pensamos, nos tratan como a los “niños malos del salón”, y hasta algunos colegas reporteros, por quedar bien, se suman al linchamiento.
Y, aun así, aquí estamos.
Escribir en este momento que esta ley no atenta contra la libertad de expresión ni está dirigida contra los periodistas poblanos es una postura necesaria, aunque nos lluevan ataques desde cuentas anónimas.
La diferencia entre los bots, troles y cuentas fantasma, es que nuestro oficio nos exige dar la cara, asumir posturas, firmar con nuestro nombre. No se trata de protagonismo ni de lloriqueo público. Algunos periodistas disfrutan tirarse al piso. No es nuestro caso. Sabemos a qué venimos. Y lo que escribimos con la pluma, lo sostenemos con el cuerpo.
La iniciativa de García Parra, impulsada por Laura Artemisa García, busca proteger a los ciudadanos de delitos como la pederastia, el fraude, la extorsión, y del acoso proveniente de cuentas anónimas. ¿Cuántos adolescentes y estudiantes son víctimas de bullying digital? ¿No han visto la serie de Netflix Adolescencia? Ahí está retratada una realidad que muchos minimizan.
No se dejen engañar por grupos ni políticos que quieren manipular la narrativa a nivel local. Créanme: seremos los periodistas quienes vigilemos que esto no se desvíe, que no se utilice para censurar, que no se convierta en un arma política.